Hace unos días escribí una pequeña locura aquí en Sintetia (El advenimiento del post-capitalismo y su anuncio a través de Airbnb). El tema da para muchísimo, y quizá sean temas recurrentes sobre los que iré compartiendo cosas.
Recientemente, tuve una especie de revelación. Paso la mayor parte del tiempo entre ingenieros, y los ingenieros, formados en ciencias exactas, no terminan de pillar muchas veces qué es eso de la economía, y no están familiarizados con muchas de las cosas que los economistas aprendimos el primer día que pusimos un pie en la Facultad. Y antes de que alguien pueda ofenderse, lo digo sin ningún aire de superioridad, yo me paso el día repitiendo que no soy ingeniero y que me tienen que explicar las cosas como a su madre.
Así que el otro día, estaba en un taller explicando un concepto para el que tiré de la famosa paradoja de Adam Smith sobre el agua y los diamantes. Y ahí vino la revelación, muchos me miraron con cara de no saber de qué les estaba hablando. La suerte es que el señor Adam Smith utilizó una narrativa tan potente (sí, storytelling) que se entiende muy rápido el concepto de valor.
Así que me quedé pensando en ello, y lo bien que explicaba un concepto económico complejo, y me pregunté si podríamos hacer algo parecido con uno de los puntos que mencionaba el otro día, y que suele ser muy polémico. Me refiero al de reflejar en el coste económico lo costes medioambientales.
Seguro que todos vosotros cuando vais a la playa o a muchos establecimientos hosteleros al aire libre, acabáis bebiendo vuestra cervecita, cocktail o refresco en un vaso de plástico. No hace muchos años, se permitía sacar vasos de cristal a la calle, o incluso a la playa, y ahora es un pecado. Todos habremos vivido la situación en la que un camarero sale corriendo detrás de nosotros para cambiar la bebida a un vaso de plástico antes de que salgamos del local.
Esto no puede ser por más que por un motivo económico, en este caso, el coste de ambas alternativas. Así que, ¿qué es más caro? ¿Un vaso de plástico o uno de cristal?
Una búsqueda rápida por internet en sitios que venden a hostelería nos da que un maravilloso vaso de sidra (perfecto para todo tipo de bebidas) de cristal se vende a 0.70€ la unidad, mientras que el equivalente en un precioso vaso de poliestireno tipo cristal es de 0.27€
En realidad, vamos a asumir que nuestro local es de «gama alta», y que no tirarán del vaso de plástico más barato, porque en ese caso podemos llegar por debajo de los 0.10€ (que en mi experiencia, son los que más se usan)
Así que el vaso de plástico parte con mucha ventaja. Su competencia de cristal vale casi 3 veces más caro.
Pero además tiene muchas más ventajas. Primero, el vaso es siempre nuevo. Es de un sólo uso. Todos sabemos lo desagradable que es beber de esos vasos de cristal que han pasado demasiadas veces ya por el lavavajillas, vasos que han perdido el brillo y que en muchos casos están hasta rayados. En cambio, esos vasos de plástico recién sacados de su envoltorio (de plástico), son totalmente nuevos y sólo serán usados por nosotros.
Ojo, pero es que además si se rompen, no pasa nada. Mientras que con el de cristal es una pérdida a reponer, con el de plástico era una pérdida que ya se esperaba (gasto vs inmovilizado desde un punto de vista contable), y que no se nos olvide. El cristal deja trozos por todos lados peligrosos para niños y cualquiera que pasee por la playa por ejemplo. Así que de nuevo, el plástico gana por goleada.
Conectado con lo de arriba, los vasos de plástico no se recogen, por lo que podemos prescindir de los famosos «recogevasos». ¿Os acordáis de ellos? Han pasado a la historia junto a las mecanógrafas, y dueños de tiendas de música. Nos podemos ahorrar varios sueldos. El camarero reparte vasos de plástico y nos olvidamos de ellos.
Y por último, al no recogerse, no hace falta lavarlos. Otra vez ahorramos en sueldos ya que tenemos menos volumen de cosas a lavar, y por supuesto ahorramos en jabón y agua.
Podría hacer el cálculo exacto preguntando a amigos hosteleros, pero creo que podemos estar hablando de unas 10 veces más el coste de utilizar vasos de cristal frente al plástico en un chiringuito de playa por ejemplo, o en un hotel de primera línea con chiringuito de playa (muy recurrente por dónde veraneo)
¿Qué empresario en su sano juicio utilizaría vasos de cristal frente al plástico? La experiencia nos dice que ninguno, porque los incentivos a favor del uso del plástico son irresistibles. Incluso si nos olvidamos del cristal, y queremos buscar otras soluciones de un sólo uso, las comparativas de costes no se sostienen.
El problema es que el poliestireno es demasiado bueno. Si quisiéramos fabricar un objeto que perdurara siglos para dejárselo a futuras generaciones, el poliestireno sería un buen material. Tarda varios siglos en biodegradarse, y sólo se puede degradar con procesos químicos o térmicos.
Eso no significa que si un vaso de esos que te dan en nuestro chiringuito acabe en el mar, ese vaso se vaya a quedar por siglos flotando y a la merced de las corrientes. No, es peor. El poliestireno no se degrada, pero el vaso sí. El vaso, que sufrirá golpes contra rocas, roce con el aire y el agua, acabará rompiendose en trozos más pequeños, hasta que finalmente se convierte en pequeñísimos trozos de plástico que tanto aves como peces comen confundiéndolos con comida.
En realidad, se ha descubierto que a temperaturas del trópico, el poliestireno puede descomponerse de forma natural en el mar, pero lo que genera es casi aún peor.
No es el lugar de exponer todo el impacto del poliestireno, podéis leer aquí en más detalle un par de artículos (uno y dos).
Pero en resumen, lo que más asusta del poliestireno no son los efectos que ya vemos, contaminación, peligro para la fauna salvaje, y gastos de recogida de basura, en la que está más presenta que el papel. Lo que más asusta es que no hemos más que empezado a ver su impacto al estar entrando en la cadena alimenticia. Con substancias canceríguenas y neurotóxicas, todavía está por ver los efectos que tendrá en futuras generaciones
Pero aquí volvemos a hacernos la pregunta, ¿qué es más barato, un vaso de plástico o uno de cristal?
Y la realidad es tozuda, el vaso de plástico es más barato que el de cristal.
Estoy acabando de leer «How To Think Like A Freak», tercer libro de la serie que empezó con Freaconomics. Y cómo los autores del libro no se olvidan de recordar, los seres humanos respondemos a incentivos, no a lo que pensamos que está bien o mal. Si no hay incentivos claros para hacer lo que está bien, sólo una minoría muy comprometida lo hará.
Recuerdan los autores una cita de Mark Twain que considero magnífica: «the best way to increase wolves in America, rabbits in Australia, and snakes in India, is to pay a bounty on their scalps. Then every patriot goes to raising them.» Twain se refería a los esfuerzos de determinados gobiernos en erradicar ciertos animales. Como las culebras en la India, se empezó a pagar un botín por cada víbora que se matase y de la que se presentara su cabeza. ¿Qué pasó? Que muchos «patriotas» decidieron criar las serpientes para cobrar la recompensa.
Y nosotros somos especialmente buenos en generar «patriotas». Durante el chaparrón de ayudas a la fotovoltáica se detectó gente que conectaba generadores de gasóleo por la noche a las instalaciones de solar para cobrar por esa electricidad a precio de solar. Y estoy seguro que ninguno de ellos era un ecologista, un «abrazaárboles», eran todos «patriotas» a los que se refería Twain.
Entonces, ¿qué hacemos? Si incentivar (positivamente) está claro que no funciona, o que al menos tiene efectos muy perversos en un animal económico como el humano. En realidad, creo que se trata de utilizar esos resortes de los animales humanos. Tenemos un ejemplo muy reciente en este país de cómo se combate algo objetivamente malo para la sociedad. El consumo de tabaco.
Creo que ya hasta los más recalcitrantes fumadores se habrán dado cuenta de que cada vez fuma menos gente, y de que eso es bueno. Pasadas están las discusiones sobre la libertad individual de los fumadores, el desastre que se nos venía encima por el impacto en la hosteleria e incluso en el cultivo y comercialización del tabaco, y de que el impacto en los gastos sanitarios sería minúsculo (podríamos también hablar de los accidentes automovilísticos por ejemplo)
Si hay algo común en esos dos ejemplos, es que en cuanto se toca el bolsillo (negativamente) de todos los eslabones de la cadena, cuando se cambia la percepción de la gente sobre el tema, y cuando efectivamente se busca el bien común, se pueden cambiar las fuerzas del mercado de dirección.
La verdad es que los incentivos pueden funcionar de muchas maneras, y no sólo con incentivos negativos (aunque son muy potentes). Hay otros ejemplos muy interesantes de cómo se pueden meter los costes medioambientales en los económicos. Este viene de EEUU, y son las cuotas individuales transferibles (ITQ en inglés). Aquí tenéis un artículo dónde se habla de su éxito protegiendo caladeros de pesca en EEUU. Básicamente son las famosas cuotas de pesca, pero que son otorgadas a largo plazo, después de una subasta a los pescadores que tradicionalmente trabajaban en ese caladero, y que se pueden vender. De esa manera, los primeros interesados en proteger el caladero a través de una pesca sostenible y defendiéndolo son los propios pescadores, que son dueños de los derechos de explotación.
No es tampoco un método perfecto, y mal hecho, puede ser desastroso, pero es otro ejemplo de cómo el mercado puede ayudar a proteger un procomún. ¿Sería posible aplicar algo similar en el caso de los vasos de plástico? Los hoteles y chiringuitos ya trabajan con licencias sobre determinados espacios públicos, y con un impacto aún mayor en el ecosistema en el que trabajan. Ahora mismo, con el actual sistema, los empresarios están incentivados a exprimir al máximo sus explotaciones sin ningún tipo de objetivo a largo plazo. De hecho sus horizontes temporales son en escala de meses, de temporada. Ninguno más allá de sus sistemas de valores tiene un horizonte de décadas.
Sin duda cambiar esto es un gran reto. Pero igual que nada se empezó a mover hasta que todos nos dimos cuenta de que el tabaco era perjudicial no sólo para la salud, sino para la sociedad, tenemos que conseguir que estos problemas aparezcan en la pantalla del radar. Un vaso de plástico es muchísimo más caro que uno de cristal. Tan caro, que no podemos permitírnoslo.
8 Comentarios
El vaso de plástico requiere mucho menos energía que uno de vidrio para su fabricación, utiliza menos agua tanto para su fabricación como la que se ahorra al no tener que lavarlos; y se requiere mucho menos energía para reciclar los vasos de Plástico que los de vidrio.
Gracias por el comentario!
El problema es que no se reciclan y acaban muchos en el mar
Saludos!
Roberto
Otro que se ha tragado el bulo de los generadores conectados en vez de huertos solares. Ya veo lo informado que esta el señor…
Si va hablar de algo informese.
Gracias por el comentario Mario. Efectivamente con lo de los generadores se generó cierto lío, y había noticias contradictorias.
En todo caso, era un intento de buscar un ejemplo patrio de lo que decía Twain, y en el caso de que existiera, estoy seguro que no lo harían personas realmente comprometidas con las renovables sino los «patriotas» de los que él hablaba
Saludos
Roberto
Sólo se trata de incorporar un proceso de logística inversa y reciclarlos
Saludos
Hola Armando, gracias por tu comentario. Lo que intenta decir el artículo, es que los vasos de plástico son demasiado baratos. Y ese es el principal motivo por el que no se reciclan, no interesa económicamente. Es más caro recogerlos que usar uno nuevo. Y ese es parte del problema
Hace años Chris Jordan hablaba del consumo de vasos de plástico (y su falta de reciclaje) en la industria aeronáutica de EEUU en su charla TED
http://www.ted.com/talks/chris_jordan_pictures_some_shocking_stats
Saludos
Roberto
Avasallador el interès econòmico de estos productos de poliestireno en el mercado, que sobrepasa la consigna de proteger el medio ambiente, mucho que reflexionar en su uso.
Gracias Evelyn por tu comentario!
Me alegra lo que dices, porque efectivamente el objetivo del artículo era hacer reflexionar
Saludos!
Roberto