El debate sobre la reforma sanitaria en España acaba de comenzar y se empiezan a anunciar las primeras medidas. Se trata quizás del debate más difícil de poner encima de la mesa, por la fortísima identificación entre sanidad y gratuidad que existe en la sociedad española.
Una reforma de calado es practicamente imposible de sacar adelante si no cuenta con un cierto respaldo o compresión de la opinión pública. No se trata tanto de la dificultad de coordinar la acción en las distintas comunidades autónomas como de la capacidad de afrontar los costes políticos que una reforma radical necesita: mientras la situación no sea desesperada (y en España todavía no lo es), la oposición siempre tendrá incentivos para atacar propuestas que supongan un menor nivel de privilegios o derechos establecidos.
Gregory Mankiw publicó hace unos meses una parábola muy sencilla pero determinante a la hora de centrar el debate acerca de qué sistema tenemos o queremos, qué es posible y qué no. La parábola se puede resumir como sigue.
«Imagina que un laboratorio inventa una píldora mágica. El efecto de esta píldora es sencillo pero maravilloso: cada día que la tomas, no puedes morir por ninguna causa. Cada día por la mañana, tomas la píldora y te garantiza otro día adicional de vida, y así hasta la eternidad.
El único problema es que el coste anual del tratamiento es de 100.000 euros. Puesto que el PIB por habitante de España se encuentra ligeramente por encima de los 30.000 euros, no existe riqueza suficiente para que toda la población pueda tomarla. Incluso destinando toda la riqueza nacional a producir la píldora, sólo una de cada tres personas podría. Las dos preguntas clave de la política sanitaria son: ¿quién se toma la píldora? y ¿quién la paga?»
Los sistemas de salud en el mundo desarrollado se han organizado en función de las distintas posibles respuestas a dichas preguntas. Pero es evidente que la respuesta masiva a dicha pregunta aplicada a las terapias médicas -toda la población las recibe y el estado paga las facturas- es imposible. Para una reforma sanitaria exitosa -que sea capaz de controlar el gasto sanitario ofreciendo una cobertura médica universal de calidad- es necesario un esfuerzo de educación de la población en los limitantes presupuestarios que existen en la sanidad. De lo contrario, toda posible reforma será bloqueada por las crudas consecuencias del teorema del votante mediano.