Este es el último artículo de una trilogía sobre la Verdad. Empecé con Popper, la verdad no existe y todo está fascinantemente permitido, y seguí con Vacúnate contra el ‘esto siempre se hizo así’. Aplica dosis filosóficas para tiempos turbulentos.
En ambos artículos reflexionaba sobre el concepto de Verdad y el uso que podemos hacer de él en las organizaciones, sobre todo para comprender los peligros que podemos encontrar y los errores que podemos cometer si no somos rigurosos a la hora de desarrollar un proceso intelectual y de creación al que no apliquemos principios del Pensamiento Crítico.
En este último artículo me centraré en la subjetividad de la Verdad, si es que eso es posible, y cómo esa supuesta subjetividad afecta a nuestros procesos de innovación.
Verdad objetiva y verdad subjetiva
«Desde distintos puntos de vista, dos hombres miran el mismo paisaje. Sin embargo, no ven lo mismo. La distinta situación [de cada uno] hace que el paisaje se organice ante ambos de distinta manera. Lo que para uno ocupa el primer término y acusa con vigor todos sus detalles, para el otro se halla en el último, y queda oscuro y borroso. Además […], cada uno de ellos percibirá porciones del paisaje que al otro no llegan. ¿Tendría sentido que cada cual declarase falso el paisaje ajeno? Evidentemente, no; tan real es el uno como el otro. Pero tampoco tendría sentido que, puestos de acuerdo, en vista de no coincidir sus paisajes, los juzgasen ilusorios. Esto supondría que hay un tercer paisaje auténtico, el cual no se halla sometido a las mismas condiciones que los otros dos.
Ahora bien, ese paisaje arquetipo no existe ni puede existir. La realidad cósmica es tal, que solo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo.» (en «Filosofía ante el desánimo: Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida» de José Carlos Ruiz)
Este texto refleja perfectamente uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos cuando trabajamos en un proyecto grupal. Nuestras organizaciones son cada vez más colectivas, cada vez se toman menos decisiones de manera unipersonal y se busca de manera habitual opiniones diversas y, en ocasiones, externas a la organización. Esto genera una serie de problemas, entre los que la comprensión de la realidad no es el menor de ellos.
Volvemos a Popper. Él pensaba que hay tres mundos. Simplificando sería como sigue:
- Un primer mundo físico, de las cosas materiales, de los fenómenos objetivos, externo y ajeno a nosotros, con existencia propia.
- El mundo de nuestras experiencias conscientes, de la forma en que nos relacionamos e interactuamos con el primer mundo. No todos lo hacemos de la misma forma, para cada uno de nosotros tienen relevancia cosas diferentes, ya sea por diferencias intelectuales, físicas o cognitivas.
- El mundo del conocimiento y de los contenidos lógicos, de las teorías y explicaciones del mundo que somos capaces de construir.
La verdad y el proceso cognitivo
Siguiendo esta división podríamos hablar de un proceso cognitivo como el que sigue:
Existe un mundo ajeno a nosotros, independiente, que percibimos con nuestras limitaciones y sesgos, acentuando la importancia de algunos fenómenos y realidades y minimizando otras. Esa información que captamos del mundo real nos permite construir teorías sobre la realidad, para explicarla, para interpretarla y para comprenderla.
Esas teorías alimentan mi mente y, por lo tanto, mi percepción a la hora de relacionarme de nuevo con la realidad. Es decir, voy evolucionando en mi relación con el entorno, a partir del conocimiento que voy construyendo.
Como se puede apreciar hay varios puntos críticos que son subjetivos y hace que nos alejemos unos de otros de nuestra interpretación y conocimiento de la realidad:
- por un lado, el primer momento de percepción del mundo físico es distinto para cada persona (por sus sesgos personales, por su situación social, por sus influencias sociales, por su conocimiento previo…).
- En segundo lugar, cada uno de nosotros, aunque percibiéramos lo mismo, lo interpretaríamos de distinta manera, dando más importancia a unos datos sobre otros, creando distintos enfoques sobre un mismo fenómeno o recibiendo influencias diferentes en la fase de interpretación.
- En tercer lugar, cuando creamos teorías sobre la realidad estamos limitados por nuestro diferente conocimiento y nuestra diferente capacidad racional, lo que también nos aleja a unos de otros.
- Y, por supuesto, esas teorías y conocimientos distintos terminan haciendo que cada uno de nosotros tenga una nueva percepción de la realidad más diferenciada y alejada de las demás.
Teoría U
Esto no es malo, si se sabe gestionar, puesto que genera diversidad de enfoques y conocimiento, pero como digo, se ha de gestionar. Y eso no quiere decir quedarte con el enfoque que prefieras, sino analizar las fortalezas y debilidades de cada uno y construir uno mejor.
Al final estamos hablando de conocimiento colectivo que parte del conocimiento individual. En este sentido es muy interesante el enfoque de Otto Scharmer y su Teoría U.
Me interesa en este gráfico punto la fase 1, la de Descargar, es decir, ser conscientes del conocimiento que tenemos y del que partimos, y eso implica analizar tanto mi conocimiento válido como el sesgado o manipulado (por mí o por mi entorno/influencias).
Si no somos conscientes de la calidad de nuestro conocimiento y nuestros procesos mentales, el nivel de razonamiento tanto nuestro como de la organización a la que pertenecemos va a ser muy deficiente.
Nuestro pensamiento grupal tiende hacia la conversión. Ya hablé en otro artículo anterior de la cohesión grupal que se busca en las organizaciones y que en ocasiones se consigue de manera informal, por la propia naturaleza del ser humano.
En determinados momentos de nuestros procesos deberíamos evitar la homogeneización teórica que genera la cohesión grupal, es decir, deberíamos fomentar la diversidad de voces y opiniones, como valor de nuestras organizaciones. Repito, siempre que seamos capaces de gestionarlo adecuadamente.
Y es que tenemos el peligro de caer en la disonancia cognitiva, o al menos en la traslación de la disonancia cognitiva al grupo. La forma que tiene una organización de trasmitir su personalidad es a través de la Misión, Visión y, a partir del análisis del Círculo de Oro, del Por qué.
Esta personalidad nos hace inteligibles, nos permite ser comprendidos y nos marca un camino que nos fortalece a nivel de mercado o a nivel social (dependiendo del tipo de organización). Cuando gestionamos mal nuestro conocimiento interno, cuando a partir de ese conocimiento tomamos decisiones que se alejan de nuestro Por qué, estamos contradiciendo nuestras creencias, estamos negándonos y, al mismo tiempo, estamos lanzando un mensaje equivocado y confuso al entorno.
Verdad y rentabilidad
La gestión del conocimiento, la definición seria y consistente (utilizando el pensamiento crítico) de lo que consideramos Verdad en la organización, es fundamental para ser coherentes y, me atrevo a decir, rentables.
Ahora bien, corremos el peligro de pensar que la verdad subjetiva es inamovible:
“Para autores como Moreno Castillo, el tonto colectivo se refugia bajo el término ideología, que es un compartimento estanco preparado para alojarlos. Es importante no confundir una ideología con unas ideas. Las ideas suelen ser dinámicas y se reconfiguran con el devenir de los tiempos, pero las ideologías suelen estar más mitologizadas y se embadurnan de sentimentalismo estático. Les facilita un código a todos aquellos que son incapaces de construirse el suyo propio.» (en «Filosofía ante el desánimo: Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida» de José Carlos Ruiz)
Cuando en una organización el pensamiento colectivo no es libre y consistente, cuando se basa en claves y consignas “de obligado cumplimiento” (el “siempre se ha hecho así” que comenté en un artículo anterior), pasamos de las ideas y el conocimiento a la ideología y la creencia. En estos casos se pierde capacidad crítica, se pierde capacidad de resiliencia y se pierde capacidad de innovación.
No existe innovación sin pensamiento crítico y una gestión de la Verdad
Porque no existe innovación sin pensamiento crítico, lo mismo que no existe pensamiento crítico sin una adecuada gestión del concepto de Verdad. Todo va unido, y todo se retroalimenta. La destrucción creativa de Schumpeter no es posible sin aplicar el pensamiento crítico: no podemos cambiar lo que existe sin ponerlo en cuestión. Para poder desarrollar este proceso dialéctico necesitamos trabajar adecuadamente el conocimiento. Descubrir y comprender las debilidades de nuestro pensamiento y gestionar el conocimiento colectivo de la organización.
Transformar la realidad (que al fin y al cabo de eso se trata cuando hablamos de innovación) supone comprenderla. Ser consciente de nuestras limitaciones, sesgos y enfoques cuando la analizamos. Sabemos que una misma realidad da lugar a distintos enfoques.
La verdad no se encuentra leyendo un único periódico
Ambas noticias de la derecha son ciertas, pero cada una de ellas sólo analiza una parte de la realidad. Si nos limitamos a una de ellas, nuestras decisiones pueden ser erradas. Sólo cuando las vemos en conjunto somos capaces de comprender (o estar más cerca de comprender) el entorno en el que no movemos.
Lo primero que han de hacer las organizaciones, antes de entrar en procesos de innovación, es comprender cómo están gestionando el conocimiento. Saber si están aplicando modelos de pensamiento crítico. Si están aprovechando todo el potencial intelectual y de conocimiento que tienen internamente.
Si no lo hacen pasará como en las acequias. Se perderá mucha agua por el camino por no cuidar y mantener esas acequias en condiciones. El conocimiento y las ideas también se pueden perder. Y de hecho se pierden.