Simon Johnson es profesor de economía en el MIT, ex-economista jefe del FMI y creador del blog Baseline Scenario.
La economía mundial se enfrenta a un problema de proporciones: los grandes bancos de los Estados Unidos siguen siendo «demasiado grandes para quebrar», lo que significa que si uno o varios de ellos estuvieran en graves problemas, el gobierno tendría que salvarlos porque las consecuencias de la inacción son demasiado sombrías.
Muchos reconocen este problema: no sólo autoridades de gobierno, sino los mismos directivos de los bancos. De hecho, hay casi unanimidad en torno a que corregirlo es asunto de máxima prioridad. Hasta Jamie Dimon, el poderoso presidente del muy grande JP Morgan Chase, recalca que hay que poner fin al «demasiado grande para quebrar.» Lamentablemente, el enfoque que ha propuesto la administración Obama para poner punto final a este problema (que ahora ha de abordar el Congreso estadounidense) está condenado al fracaso.
La atención legislativa se centra en la actualidad en el proyecto de ley de reforma financiera del Senador Christopher Dodd, que la ha hecho llegar al Comité de Asuntos Bancarios del Senado y que probablemente se debata pronto en la cámara alta. El proyecto de Dodd crearía una «autoridad resolutiva», es decir, una entidad de gobierno con poder legal para intervenir y cerrar las instituciones financieras fallidas.
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