No nos engañemos, tener una empresa es competir. Es una carrera para crear valor a los clientes. Y en esa carrera uno está siempre muy acompañado por la competencia. Los océanos azules son raros y en cualquier caso duran poco. Competir es atraer al cliente por alguna diferencia. A menos diferencia más commoditización y más guerra de precios descarnada.
Por eso las empresas apuestan por la innovación para crear las condiciones que las alejen de ser una commodity de márgenes decrecientes.
A la hora de crear su cadena de valor hacia el cliente la empresa normalmente no cuenta simplemente con sus profesionales. Cada vez más, las cadenas de valor se construyen en red. Los proveedores, la logística o los servicios externalizados son una parte significativa de la cadena de valor. Detrás de todos estos nombres, de momento, lo que hay son personas: quien vende una materia prima, el transportista, el consultor, la gente de seguridad o de limpieza, etc. Y esas personas, aunque estén bajo el paraguas de varias empresas, se relacionan estableciendo unas condiciones determinadas que hacen posible la cadena de valor.
Hay empresas que hacen de la relación con los proveedores una parte fundamental de su cultura. Para algunos los proveedores son socios. Para otros son presas a exprimir. No es lo mismo ser socio que depredador.
Algunas empresas utilizan su capacidad de compra para llevar a los proveedores más allá de sus posibilidades. Les dejan el aire justo para no ahogarse. Basan una parte de su beneficio en la falta de beneficio de su proveedor. Cuando hay necesidad de innovar o cuando hay necesidad de incrementar la agilidad, se encuentran a su proveedor derrotado, sin capacidad de reaccionar y lo que es peor, con miedo.
Algunos jefes de compra entienden su trabajo como si de una cadena de maltrato se tratara. No solamente aprietan en los precios, hacen sentir a los demás insignificantes, prescindibles, frágiles. He presenciado escenas de esto tipo que solamente se pueden definir como indignas. Se vanaglorian de haber extenuado al proveedor como cazadores que acaban de abatir su presa.
En cambio, he visto a otras empresas tratar con empatía sus proveedores. Trasladarles los envites de la competencia, pero desde la complicidad, como algo que hay que superar juntos. Son empresas que entienden que su capacidad de diferenciación es más fácil si se pone toda la cadena de valor a trabajar para ello. A innovar juntos. A desplegar mayor agilidad. A compartir juntos una apuesta de centralidad del cliente final. Aquí también hay tensión por los precios y puede ser también muy dura, pero hay confianza y retos compartidos. Construir el win-win no es fácil pero a la larga es mucho más estratégico y rentable.
En las administraciones públicas, una de las cosas que más me han costado entender es cómo algunos funcionarios tratan a los proveedores. Parece que piensen que las empresas privadas siempre esconden perversos espacios de beneficio y aprietan sin criterio. Son gente que, la mayoría de las veces no ha vendido nada en su vida ni tiene idea de lo duro que es emprender. Se sienten empoderados por su cargo vitalicio y parecen negados para la mínima empatía.
Ante ellos hay empresas que prefieren no trabajar con las administraciones y hay otras que se han acostumbrado a aplicar a cualquier precio y luego entrar en un rosario de replanteamientos y negociaciones infinito y desgastante.
Si las administraciones pusieran a profesionales que haya tenido que vender algo en su vida al frente de sus licitaciones de compra, todo sería más respetuoso y equilibrado.
Cuando el único criterio es el precio y no qué se compra o el valor de quién se contrata, los resultados son perfectamente descriptibles. Las administraciones se pasan el día hablando de talento y organizan su plicas para alejar al talento de sus proveedores.
Hay empresas que no entienden el éxito sin esa cadena de maltratos al ecosistema. Gano yo, pierde el otro. Y hay otras empresas que compiten desde el ecosistema. La adaptación, la innovación, es más fácil con los ecosistemas que en contra de los ecosistemas. Cambios profundos en empresas clásicas como HP o Microsoft buscan eso, ser más competitivos por estar más enraizados en sus ecosistemas de competitividad e innovación. Tener mayor apertura, más alianzas con proveedores y desarrolladores y menos hacer la guerra por su cuenta.
Pero más allá de lo difícil que es mantener una empresa en entornos muy competitivos, hay quien mantiene el respeto hacia las demás empresas de su cadena de valor y quien propone negociaciones que ofenden.
Mi experiencia es que las empresas que no respetan a sus proveedores no acaban respetando a sus clientes ni terminan por respetarse a ellas mismas. El respeto se tiene o no se tiene.
Me gusta imaginar que las empresas con más futuro y capacidad de adaptación no son las que sostienen sus negocios como una cadena de maltratos, si no aquellas que construyen cadenas de valor basadas en el respeto, la inspiración y la complicidad.
En las empresas (y en la vida) mejor alejarse de los maltratadores. Hay clientes que pueden llegar a ser muy tóxicos. Las personas tóxicas, decía Einstein, tienen un problema para cada solución. Alejarse de los tóxicos, de los maltratadores, es fundamental para mantener la confianza en algo fundamental: desde las propias capacidades apañaremos nuevas oportunidades.
5 Comentarios
Completamente de acuerdo. Hay clientes que nos han tratado como socios en los proyectos y hemos obtenido grandes resultados. En cambio, hay otros que sienten como éxito estrujar al proveedor y son luego pésimos gestionadores de los proyectos.
Que buen artículo: «No es lo mismo ser socio que depredador…»
Lo comparto.
Gracias por este magnífico artículo. No puedo estar más de acuerdo. Me quedo con las idea de mantener la confianza en las propias capacidades!
El escenario es claro!! Aunque….. en la validez temprana del óptimo seguimiento productivo, hará convertimos en socios del producto final.
«Las administraciones se pasan el día hablando de talento y organizan su plicas para alejar al talento de sus proveedores. » Absolutamente.
Sólo una pequeña discrepancia. O insistencia. El precio manda, y mucho. Innova, presta buen servicio, empatiza…
Al final ante la innovación y la empatía (que tu competencia también aportará) el cliente te pedirá precio (y tú lo trasladarás al provvedor