Siguiendo los consejos que dábamos en la última entrada prevacacional de Sintetia, he dedicado el pasado agosto a relajar las neuronas leyendo, escribiendo sin presiones y recuperando energía analítica y creativa. También he trasteado lo mío en Twitter, que me parece una enorme herramienta colaborativa y de conocimiento si se sabe aprovechar todo su potencial.
Lo he escrito ya otras veces: considero mi timeline una comunidad de seres pensantes de muy diversa condición que comparten, debaten, contrastan, coinciden, discrepan, aportan, agradecen, se indignan, sueñan y acaban descubriendo que la suma de muchas voluntades y cerebros constituye un motor de cambio extraordinario. En mi caso, he conseguido mejorar, pensar mejor y escribir mejor gracias a esta interacción. Ejemplo de lo que digo son las ideas lanzadas al éter tuitero por mis compañeros de viaje en Sintetia y por sus lectores; de ellas han salido no pocos artículos y afortunadas construcciones intelectuales, de las que muchos de ustedes no sólo han sido testigos privilegiados, sino partícipes activos.
Sin embargo, Twitter también es caldo de cultivo para el razonamiento simplón y descerebrado, la burda manipulación conceptual, el mantra ideológico y sectario carente de cimientos, el insulto, la mentira y el acoso. Lo que se puede leer durante un día cualquiera pasa de lo extraordinario a lo irrisorio en apenas un refresco de pantalla.
Tal desbarajuste afecta a todos los ámbitos, pero resulta especialmente llamativo en el tema financiero; tanto, que se a menudo se adentra en el terreno del surrealismo tragicómico. Porque surrealistas parecen algunos conceptos que se desgranan cotidiana y machaconamente en el debate económico de la red. Durante la encalmada agosteña estuve reflexionando sobre ellos. He seleccionado para Sintetia los que conforman, en mi opinión, el top cinco de la Lexicografía Económica de Twitter. Les animo a completar la lista por su cuenta.
***** Aviso a navegantes: #modeIronicON *****
Neoliberalismo
Sin duda, la palabra estrella del momento.
El neoliberalismo constituye la fuente de nuestros padecimientos, la semilla primigenia del mal económico, causante nada menos que del fascismo, las dictaduras, la pobreza, la desigualdad, el colonialismo, la guerra, la corrupción, el cambio climático, la basura espacial, el dolor de muelas, las enfermedades venéreas, las canciones del verano y también de todas las crisis sistémicas habidas desde que el Homo Neanderthalensis fue erradicado por el Homo Sapiens Sapiens, primate evolucionado portador del gen neoliberal, muy posiblemente originado tras una mutación accidental derivada de la caída de un meteorito.
Algunos teólogos de la liberación afirman, por su parte, que Satanás y sus Ángeles Caídos constituían el sector neoliberal de los Coros Celestiales. Otros, por el contrario, creen que el primer acto neoliberal fue ejecutado por Eva, al introducir de forma maliciosa e innecesaria el libre albedrío en un Paraíso donde todo le era dado (curiosa analogía). Finalmente están quienes beben del Nuevo Testamento, personificando a Judas Iscariote como neoliberal de libro. Ya saben, por lo de las treinta piezas de plata y tal.
No importa que lo de “neo” valga tanto para las dolencias actuales como para viejísimas desdichas reales o imaginarias, ni que la gran mayoría de tuiteros que abusan con fruición del término no tengan ni la más remota idea de su significado ni de sus implicaciones para una economía, pero tachar al vecino de neoliberal en cualquier debate coloca automáticamente al acusador en el lado bueno de las cosas, aunque éste sea partidario de las barbaridades económicas más ruinosas. Les animo a revisar la lista de personajes a quienes se ha tachado de neoliberales. Un indicio: el Dalai Lama se salvó por muy poco.
Cabe reseñar que despojada de su prefijo, la palabra en cuestión se queda en “liberal”, término que en el conocimiento popular español viene a ser como la cara oculta de la luna, tanto por el vacío en su ejercicio como por su escasa divulgación pública.
Austeridad
He aquí un sustantivo que aparece siempre junto al “neoliberalismo”. Los neoliberales desarrollan políticas de “austeridad”, esto es, recortes severos en el gasto público que empobrecen a propósito al ciudadano, lo que en la jerga se denomina “austericidio”.
Como tuiteaba hace poco Daniel Lacalle, austeridad es para muchos (Premios Nobel incluidos) “pasar en 10 años de un gasto público del 46,6% al 49,1% del PIB en la Unión Europea”. Siguiendo este mismo razonamiento, también debe suponer austeridad perpetrar sucesivos déficits públicos que requieren ser financiados con un creciente endeudamiento, subidas de impuestos y mayores desembolsos presupuestarios, en un pernicioso círculo económico de difícil salida.
En Twitter se charlotea abundantemente sobre austeridad, de nuevo sin asumir el verdadero significado del concepto. La cualidad exacta de austero implica ser “severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral”, y también “sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes”. Coincidirán conmigo que, visto lo visto, muchos de los procederes públicos y privados de estas últimas décadas de “neoliberalismo salvaje” no se han caracterizado precisamente por su “austeridad”. Los números cantan, pero ya saben: doctores tuiteros tiene la iglesia.
Apunten pues: austero, malo.
Banco
Un banco, especialmente uno de los grandes, es otro ser económico maléfico cómplice del neoliberalismo y causante de la austeridad, al ser beneficiario último de rescates originados por su pérfido proceder de engaño y robo al ciudadano. Tal es el razonamiento de marca blanca al que, con mínimas variaciones, se aferran muchos multiopinadores de timeline.
Por supuesto, en el rifirrafe tuitero español no tiene importancia que los grandes bancos privados no fueran destinatarios de esos rescates, sino una serie de cajas gestionadas torticeramente desde lo público. Tampoco parece importar que nuestras transacciones financieras personales necesiten de un banco. Da igual. Bancos. Malos. Incluso si gestionas en ellos tu nómina, tarjetas, recibos, préstamos y ahorros. O tal vez precisamente por eso.
En definitiva, no hay matices que valgan. Los bancos son culpables natos, al constituir el arma letal de los neoliberales y elemento clave de otro villano nebuloso: los mercados.
Mercados.
Los mercados, dicho así, en plural, conforman una nube cuántica de elementos perniciosos externos, causantes de una radioactividad financiera que secuestra países (empezando por el nuestro), hunde presupuestos, aterroriza ancianos y come infantes crudos.
Como escribía Marc Garrigasait en uno de sus mejores artículos, esa configuración de ente difuso y externo resulta ideal a la hora de buscar culpables, ya que:
- Es alguien muy poderoso, condición indispensable para ser creíble.
- Es alguien abstracto, lo que es genial porque no puede defenderse y por tanto nunca podrá negarlo.
- No está en nuestro país, lo que en el fondo es echar la culpa a gente de otros países que siempre es más fácil en una crisis. Siempre se ha hecho históricamente, el enemigo mejor extranjero”
Prosigue el autor:
“Pero ¿quiénes son en realidad “los mercados financieros”? Pues son los ahorros de tu madre… siendo más estrictos, los mercados financieros son los ahorros de todos los padres y madres del mundo, con mucho más peso de los padres y madres de los países que tienen más patrimonio y pueden prestarlo/invertirlo en otros países”
Marc lo explica de forma cristalina, pero la general ignorancia en temas económicos impide reconocer el papel clave de esos mercados financieros para el desarrollo económico, al canalizar recursos desde los ahorradores hacia las unidades de gasto. Lo llamativo es que son muy grandes, ricos, ajenos, complejos… y perniciosos. Mejor será regresar al trueque ¿no?.
Otro maloso más a la saca…
Democracia.
Para cerrar la lista, no he podido resistirme a incluir otra de las palabras más citadas, argumentadas, manoseadas y manipuladas en las redes sociales. “Democracia”, en la lexicografía tuitera más furibunda, implica el derecho de decidir del grupo que la reclama por encima del derecho de todos los demás que la respetan.
Poco importa que tu país sea una democracia consolidada en el mundo ni que la actividad económica esté regulada globalmente: como lo que veo no me gusta, ergo, no es democrático. Y como no lo es, hay que pasar del estado de derecho a la asamblea populista, donde cualquier disparate financiero tiene cabida: desde una auditoría completa de la deuda pública hasta una renta básica universal financiada con impuestos… a los “ricos”. Dicho, hecho y tuiteado hasta la saciedad, para que cunda. Si es posible, con muy pocos números, no vaya a desbaratarse la chabola argumental.
Todas las combinaciones posibles entre las palabras anteriores dan para escribir millones y millones de tuits cada día, como por ejemplo: “hay que aniquilar este tsunami neoliberal que agita los mercados, rescata bancos y provoca la austeridad, destrozando la democracia” (me sobran todavía 9 caracteres).
El uso y abuso de mantras, lemas y recitados ideológicos, facilones y agradables al oído del ciudadano justamente indignado, hurta un muy necesario debate económico en términos racionales. Afortunadamente, existen todavía valientes y esforzados comunicadores que se empeñan en una sana, didáctica y sensata controversia, pero suelen acabar abrumados y sin energía de tanto argumentar frente a un mainstream especialmente machacón, vociferante, irreflexivo e inamovible.
Como bien escribió Alex Grey:
“In a society that tries to standardize thinking, individuality is not highly prized”.
***** #modeIronicOFF *****
Consejos finales
No quisiera terminar el artículo sin aportar mi propio grano de arena constructivo. En mi opinión, cualquier interacción en Twitter debe estar basada en la reflexión, la honestidad intelectual y la cordialidad. Aquí tienen, por si les resulta útil, mi veterano decálogo de recomendaciones, producto de unos cuantos años de experiencia con la plataforma. Les invito a pensar y debatir sobre ellas;
- No seas esclavo de los mismos datos ni de las mismas fuentes. Nada mejor que una observación astuta y poliédrica de la realidad.
- Las corrientes mayoritarias y mediáticas de opinión reducen nuestra capacidad de análisis crítico de la realidad.
- Enamórate del conocimiento compartido y enriquecido por tu timeline, no de tus propios tuits.
- 140 caracteres no pueden acoger la razón absoluta. En cambio, dan cabida a infinitas necedades.
- Nunca te ocultes en tu perfil.
- Siempre desafía a tus propias convicciones.
- Respeta las opiniones de los que interaccionan en tu timeline.
- Sé constante en tu cordialidad.
- Antes de bloquear a un tuitero que debate contigo, pregúntate dos veces por qué vas a hacerlo. Tal vez sea por la razón equivocada. Pero ante el insulto, la mentira continuada y el acoso verbal, no lo dudes: bloquea y denuncia al agresor.
- Finalmente: Twitter es mucho más divertido si todos interaccionamos con humor, respeto y ánimo constructivo.
En mi timeline nos encontraremos.