Cuando hablamos de innovación solemos hacerlo de procesos, metodologías, herramientas e incluso cultura. Trabajamos desde una perspectiva fundamentalmente técnica o, al menos, finalista, aunque es cierto que aderezada en ocasiones con ciertos elementos más o menos humanistas, que ayudan a integrar esas reflexiones en un modelo más amable.
En realidad, lo que estamos haciendo es ofrecer seguridad, mostrar un camino más o menos claro que hay que recorrer para llegar a la innovación como resultado (por cierto, uno de los mayores errores que cometemos es el de potenciar este enfoque: la innovación es algo que se usa y es útil, no un mero resultado).
Dice Martha Nussbaum en su libro La monarquía el miedo que
“cuando las personas se sienten amedrentadas e impotentes (e inseguras, añadiría yo), ansían control. No soportan la idea de esperar a saber cómo se desarrolla la situación…” Por eso buscan la seguridad del resultado tangible (un producto, un proceso, un modelo de gestión nuevos…).
Por esta razón ofrecemos certeza, ofrecemos seguridad a las personas y organizaciones que tratan de trabajar la innovación, cuando la naturaleza misma de la innovación está muy lejos de la certeza y la certidumbre.
De hecho, si la innovación es útil por algo es porque nos sumerge en esos mares de incertidumbre, de caminos no recorridos donde, es cierto, nos podemos perder, pero donde la recompensa siempre es real y, a veces, enorme.
Sólo el proceso de innovar, el poner a la empresa en una actitud de innovación, ya nos está transformando como organización (si lo hacemos bien), puesto que está implantando en nuestros grupos, procesos y cultura, ideas, metodologías y modelos de hacer las cosas nuevos, e incluso desechando otros que no son adecuados, es decir, nos está dando conocimiento, nos hace organizaciones más inteligentes.
Por eso, por ese deseo de control y seguridad, cuando se habla de la ética y la innovación, o la ética en la innovación, se suele enfocar al resultado, analizando si el resultado es ético o, como mucho, si las intenciones del innovador son éticas. Se trabaja sobre todo en la ética de los fines, buscando la bondad en esos resultados. En alguna ocasión se habla muy de pasada de la ética de los procesos o de las acciones, pero con frases e ideas tan vacías y falsas como “el que innova quiere competir por el camino más limpio”, que me recuerda a todo ese mercado del buenismo que tan en boga está últimamente y que tan buenos resultados les está dando a algunos gurús del happy flower.
Parece claro que la innovación, o innovar, es una acción social, en la que una persona o un grupo de personas establecen relaciones con otras para conseguir unos resultados, que no necesariamente se han de materializar en algo concreto, tangible, pero que siempre busca un beneficio, potencialmente colectivo, aunque no necesariamente —pensemos en las innovaciones militares, o en una innovación como el blockchain, que puede afectar de manera no necesariamente positiva a sectores como el de los notarios—. Como tal acción social que genera relaciones requiere de una serie de normas, no siempre escritas, que ayuden a mejorar el flujo de esas relaciones.
Como he dicho antes, al trabajar la innovación se hace mucho hincapié en los procesos y en la parte técnica, pero poco en estos modelos de relaciones, en la ética de la innovación, es decir, las normas de comportamiento y de relación que nos vamos a dar y que deben ser las más eficaces para mejorar el output de nuestras estrategias y proyectos de innovación y al mismo tiempo mantener un entorno de alto rendimiento y un enfoque claro hacia la innovación.
Para analizar cómo afecta la ética en la innovación y cuál puede ser el mejor enfoque para construir una organización innovadora voy a trabajar desde una visión de ética de procesos o de acciones, es decir, no voy a analizar si el resultado es ético o no, sino, si lo es el proceso que se está utilizando.
Otra advertencia, hasta ahora prácticamente he identificado “ético” con “bueno” (una acción ética es una acción buena), pero en realidad el concepto “ético” es un concepto neutro (aunque Adela Cortina no estaría muy de acuerdo).
El concepto “ético” se refiere a una serie de normas de comportamientos y claves de pensamiento que un grupo social se da a sí mismo, y que para ese grupo sí tiene una connotación positiva, pero que no necesariamente ha de ser positivo para otro grupo social.
Como se ve el concepto “Bueno” es subjetivo, y por tanto ajeno a cualquier intento de “normatización” global, no se puede definir un modelo de bondad ético general, sino que cada grupo ha de asumir lo que para él es adecuado (con las consecuencias que ello conlleva, claro).
Sí creo que hay y se pueden determinar una serie de características y principios que, aplicados a un proceso como la innovación, se pueden generalizar, pero más que hablar en términos absolutos hablaré de tendencias, más de modelos que tienden a y no de modelos que son. A partir de ahora, por tanto, trataré de quitarle esa connotación positiva, que he comentado, y reflexionar desde una perspectiva más antropológica que de filosofía moral. A ver si lo consigo.
Una tercera aclaración. No pretendo, como digo, escribir un tratado de filosofía moral sobre la innovación, de hecho, a lo largo del texto utilizaré “moral” y “ética” indistintamente, siendo esto incorrecto en cualquier manual de filosofía. Más bien voy a darle un enfoque antropológico con influencias de la filosofía y de la psicología moral. No pretende, por tanto, ser un texto académico, sino una palanca a la reflexión. Darle un enfoque puramente académico lo llenaría de matices que harían muy complicada su lectura y comprensión. No quiere esto decir que no busco dar a este texto todo el rigor posible, pero sin poner límites a la reflexión ni crear barreras entre saberes que me obliguen a moverme en un determinado terreno de juego y no poder saltar a otro. Mi única condición es ser intelectualmente lógico y pasar todo pensamiento por el tamiz de la razón. Empecemos pues.
Una de las claves para trabajar este modelo ético de la innovación es centrarse en la psicología moral, como he comentado, con fuertes contactos con la antropología social y cultural, y para ello creo que
un autor clave es Jonathan Haidt, que en su libro La Mente de los Justos define una serie fundamentos de la moralidad que siguen las sociedades, y por ende los grupos sociales. Estos fundamentos, agrupados en parejas, serían: Cuidado/Daño, Equidad/Engaño, Lealtad/Traición, Autoridad/Subversión, Santidad/Degradación y Libertad/Opresión.
Voy a explicarlos y a analizar qué grado de necesidad tenemos de cada uno de estos fundamentos en un grupo de innovación. También pretendo reflexionar sobre si un equipo innovador requiere de unos porcentajes fijos de cada uno de estos fundamentos o puede haber distintos tipos de equipos innovadores dependiendo del uso de dichos fundamentos, es decir, si hay equipos con más Cuidado/Daño que otros, o con más Lealtad/Traición y cómo afecta cada uno de estos al funcionamiento de esos equipos de innovación. Para ello propondré una herramienta que puede ayudar a este tipo de análisis.
Por qué debemos establecer un marco ético
Vivimos en sociedades, más complejas o simples, pero vivimos en una red de relaciones que nos permiten gestionar nuestra vida estableciendo intercambios de todo tipo (económicos, emocionales, de conocimiento, de amistad…). Esta red de relaciones supone tratar con deseos, expectativas, objetivos, limitaciones, aficiones, frustraciones… lo que caracteriza la personalidad del ser humano. Esto no se da sólo en sociedades grandes y complejas, sino que también se da en redes relacionales más simples como las empresas o los equipos enfocados a un fin dentro de ellas. En todos estos casos estamos hablando de modelos de gestión humana que requieren un entorno normativo, más o menos explícito, para conseguir los resultados buscados. Y si en una sociedad compleja el alineamiento de sus miembros es un desiderátum casi imposible de conseguir (algunos escritores han hablado de algo parecido a un alma de las sociedades/naciones, pero a mí me parece más bien una construcción romántica de la que hacen uso ideólogos manipuladores), en una estructura social más simple sí hay más posibilidades de llegar al éxito en ese deseo de alineamiento y enfoque. Ese alineamiento sólo va a ser posible si sus miembros asumen una serie de principios comunes que estructuren el grupo. Y no estoy hablando sólo de unas normas de funcionamiento, sino de una arquitectura moral de principios que los miembros del grupo social asuman como propios y les permitan construir normas morales más fijas y profundas que la mera directiva de acción.
Puesto que esa arquitectura moral se ha de materializar en algo tangible, las empresas han de tener muy claro cuál es su marco ético o de “relaciones buenas”, que permitan a esa organización funcionar adecuadamente y a sus miembros sentirse parte de un objetivo común.
Y si es necesario para las organizaciones/empresas más lo es para aquellos equipos especializados en un proyecto con características propias, como puede ser un equipo enfocado a la innovación. Aquí hay que decir que hay muchas formas de enfocar la innovación, como veremos, de modo que implique a toda la organización o sólo a una parte, pero en todos esos enfoques el marco ético es fundamental.
Al final hablamos de una forma distinta de gestionar equipos, pero desde una visión en la que los miembros de la organización tengan voz y voto, pues han de asumir como propio, no sólo el marco ético, sino también su materialización en normas que deban cumplir los miembros del equipo o grupo.
Luego veremos cómo desarrollar estas normas, ahora desarrollaré los fundamentos morales que define Jonathan Haidt y que me parecen magníficos para diseñar un marco moral (aclaración: que me parezcan magníficos no quiere decir que no estén en constante revisión)
Los fundamentos morales
1.-Cuidado/Daño.
Todos los grupos sociales, en mayor o menor medida, tienden a dirigir un foco de protección hacia algún micro-grupo interno. Protegemos a los niños, a los ancianos, a los desfavorecidos… Pero es cierto que hay diferencias, no sólo entre grupos, sino dentro del propio grupo social. No tienen los mismos focos de cuidado y protección la sociedad hindú o la sociedad europea. Del mismo modo, no tienes tampoco los mismos focos de protección si eres de izquierdas o de derechas. E incluso no se protegía lo mismo en la sociedad española hace 50 años o ahora (esto se ve claramente con una mayor conciencia animalista).
El fundamento de Cuidado/Daño se basa en reconocer que hay una serie de seres dentro de la sociedad en una situación de debilidad y que es necesaria su protección.
Hay, creo yo, una justificación en cierto modo egoísta para aplicar este y todos los demás fundamentos que voy a comentar, porque en el fondo es una forma de preservar la solidez del grupo a través, en este caso, de conseguir una mayor cohesión y sentimiento de pertenencia (yo quiero estar con el grupo que me protege).
Hay, es verdad, distintos enfoques para aplicar este fundamento, así, con una mentalidad más de izquierdas, el Cuidado/Daño se aplica con un enfoque más generalista (todos los débiles son objeto de mi cuidado, sean de donde sean), en cambio con una mentalidad más conservadora se tiende a centrar el cuidado en los componentes del propio grupo, no a los de otros grupos. En este caso el fundamento de Cuidado/Daño tiende a estar relacionado con el de Lealtad/Traición que veremos después.
A este fundamento suelen estar asociadas virtudes como el cuidado o la amabilidad y emociones como la compasión.
2.-Equidad/Engaño
Cualquier sociedad es un grupo colaborativo. La participación de proyectos comunes es algo normal y necesario. En este entorno es donde el fundamento Equidad/Engaño entra en funcionamiento. Hablamos de la necesidad de un intercambio justo, de una cooperación entre iguales que permita mantener ese entorno de ayuda mutua.
Como dice Haidt: “aquellos cuyas emociones morales les obligaron a jugar el ‘toma y daca’ obtuvieron más beneficios que aquellos que aplicaron cualquier otra estrategia, como ‘ayudar a cualquiera que lo necesite’ (que invita a la explotación), o ‘tomar, pero no dar’ (que puede funcionar sólo una vez con cada persona, pero muy pronto nadie está dispuesto a compartir el pastel contigo)”.
Las virtudes asociadas a este fundamento serian la equidad, la justicia o la integridad. En este sentido hay que decir que es un fundamento que puede tener distintos enfoques, ya que podemos hablar de equidad como igualdad (la Renta Básica Universal sería un ejemplo), o de equidad como proporcionalidad (que cada persona sea recompensada en proporción a su aporte).
Este fundamento trata de evitar situaciones en las que emociones como la ira (por no haber recibido en la proporción en la que di en el pasado) o la culpa (por no haber ofrecido en la misma proporción que recibí) se manifiesten, y trata de potenciar situaciones donde se dé la gratitud (cuando se establece un intercambio equitativo).
Es un fundamento que favorece la cooperación en igualdad y trata de evitar la existencia en el grupo de “polizones”, es decir, individuos que se aprovechan del trabajo de los demás.
3.-Lealtad/Traición
En ocasiones las sociedades buscan conseguir grupos cohesivos que fortalezcan los lazos de relaciones. El nivel de cohesión y el enfoque de esta (hacia el propio grupo social o desde una perspectiva más universalista) pueden variar, pero en mayor o menor medida todos tratamos de establecer un modelo de lealtad con un grupo con el que nos sentimos identificados.
Podemos hablar a varios niveles (familia, club, equipo deportivo, nación…) pero el ser humano necesita sentirse perteneciente a determinados grupos, y estos grupos requieren de una herramienta para regular esa pertenencia. La lealtad y la traición son los fundamentos que nos ayudan a articular ese tipo de relación.
Como dije antes, puede haber una conexión entre Cuidado/Daño y Lealtad/Traición, y es que desde determinados enfoques ese cuidado que se procura ofrecer sólo va dirigido a los que son leales con el grupo (nación, club deportivo, grupo político, tribu social…).
El objetivo de este fundamento moral es conseguir una mayor cohesión interna, fijando una serie de límites respecto a otros grupos y valorando muy positivamente virtudes como el sacrificio, la lealtad o el patriotismo. Evidentemente no se toleran los traidores, que suelen ser castigados de maneras muy diversas (expulsión, ostracismo, sanción punitiva…).
Desde un punto de vista más positivo este fundamento es muy importante para la creación de grupos con personalidad propia y niveles de colaboración altos (la pertenencia a un grupo también se manifiesta con la colaboración entre sus miembros), por lo que tiene conexiones con el fundamento Equidad/Engaño.
4.-Autoridad/Subversión
Cualquier grupo social establece jerarquías, ya sea de manera explícita o implícita. Las jerarquías implican autoridad y la autoridad requiere de subordinación. No es hecho en sí negativo ni supone un modelo al evitar, al contrario, supone la ordenación del grupo y la asunción de asimetrías legítimas y respetadas por la mayoría. Hay que distinguir la autoridad del poder. El poder implica coerción, y puede estar asociado a la autoridad, pero no necesariamente. La autoridad supone una potestas que tiene la persona o el órgano al que se le ha concedido. Existe autoridad por persuasión y autoridad por coerción, y no necesariamente una es mejor que otra, depende del grupo, el grado de formación de este, la situación…
Evidentemente la autoridad tiene una función integradora y de cohesión en el grupo, tratando de marcar una especie de dirección funcional para que se establezcan adecuadas relaciones beneficiosas dentro de la comunidad. Las jerarquías establecen funciones, y distribuyen adecuadamente la parcelación del trabajo social.
Tiene asociadas virtudes particulares como las de la obediencia (fundamental para el funcionamiento del grupo) y la deferencia o el respeto. En este último caso recordemos que he hablado de la autoridad no coercitiva, y aquí entra, por ejemplo, la autoridad que tienen las personas sabias o expertos en determinadas áreas, que se convierten en “fuentes de conocimiento” no ya por lo que digan (que también), sino por quienes son.
Señala Haidt de la dificultad y complejidad de analizar este fundamento moral por su doble foco: hacia los superiores y hacia los subordinados. En cada caso la casuística puede ser distinta, pero resulta interesante tener muy en cuenta este fundamento porque en muchas ocasiones actúa como pegamento social permitiendo el desarrollo de los demás.
5.-Santidad/Degradación
Este fundamento no tiene que ver, o al menos no se identifica al 100%, con lo religioso. Es principalmente un fundamento defensivo, y trata de mantener una serie de principios o normas estables dentro de la comunidad. Como señala Haidt, este fundamento tiene su origen en al carácter omnívoro del ser humano. Para evitar peligros con alimentos en mal estado o peligrosos se establecían una serie de barreras psicológicas con algunos tipos de alimentos potencialmente dañinos (pensemos en cadáveres) que se manifestaban en el asco. Se trata por tanto de proteger a la comunidad de posibles patógenos o microbios que generaran enfermedades.
Evidentemente la evolución de este fundamento hace que hoy en día aquello que lo pone de manifiesto sean detonadores en muchos casos sociales y culturales. El rechazo de ideas religiosas y culturales ajenas, la xenofobia o el rechazo de determinadas visiones políticas (comunismo, fascismo…) son ejemplos de este fundamento hoy en día.
A un nivel más de “andar por casa” también se manifiesta. Todos recordamos en nuestras organizaciones frases como “siempre se ha hecho así” o “no intentes cambiar lo que funciona”, que limitan las posibilidades de cambio en esas organizaciones.
Como el resto de los fundamentos, su voluntad es de cohesión, pero, como digo, desde una perspectiva más defensiva.
La agrupación de individuos en una comunidad siempre es más fuerte cuando hay una serie de ideas y creencias que son el suelo sólido sobre el que se construyen las relaciones, sea este suelo una religión o un partido político, o incluso una idea de nación.
Sin embargo, desde mi punto de vista, hay una cierta debilidad en este fundamento, y es que por lo general siempre se construye “contra el otro”, es decir, para poner barreras a la entrada de otras influencias o ideas externas que pueden alterar o cambiar nuestra comunidad. A pesar de todo, combinada con otros fundamentos tiene una enorme poder de cohesión.
6.-Libertad/Opresión
Este fundamento parece estar en tensión con el de Autoridad/Subversión, y es así, pero parece fundamental en una sociedad o comunidad humana. No hablo aquí desde una perspectiva política (aunque incluso en estos casos se ve cómo las sociedades más autoritarias suelen tener tensiones internas provocadas por los que pretenden tener más libertad), sino que hablo desde un punto de vista social y relacional.
Todos tenemos la voluntad de disponer de la suficiente libertad como para conseguir un desarrollo personal autónomo, no guiado y voluntario. Evidentemente, como decían los existencialistas, la libertad de uno choca con la libertad de otro (yo quiero tener la libertad de utilizar determinado automóvil, pero resulta que pertenece a otra persona que tiene la libertad de no ser obstaculizado en su uso), y por eso son necesarias las normas morales y éticas que permitan gestionar esa red de libertades individuales y colectivas.
Este fundamento resulta interesante cuando es analizado desde su perspectiva negativa, la Opresión, porque aquí se ve cómo desde una visión más liberal se aprecia el foco de opresión en el estado, en el foco de autoridad institucionalizada, mientras que desde una perspectiva de izquierdas se identifica la libertad con la igualdad de derechos y, muy a menudo, en igualdad de resultados, lo que sataniza a los económicamente poderosos como limitadores de esa igualdad.
Toda sociedad requiere del fundamento de la Libertad en su vertiente positiva, viéndose en determinados grupos cómo este concepto es fundamental para el desarrollo de su máximo potencial, como veremos en el próximo atículo. De todos modos, incluso en estos grupos no se puede aplicar una libertad extrema, porque limita la capacidad de producir resultados consistentes.
A partir de estos fundamentos morales de la gestión (y, en general de las sociedades) en el siguiente artículo los analizo desde la perspectiva de la innovación.