Los problemas en la medición del PIB (I): el sesgo de calidad en el IPC

9 septiembre 2011
Los problemas de medición del PIB

Actualización. Puedes leer el segundo número de la serie aquí: Los problemas en la medición del PIB (II): el gusto por la variedad.

Esta serie de artículos analizará con detenimiento algunos de los problemas que se han detectado a la hora de medir la producción de un país. Los problemas del Producto Interior Bruto como indicador resumen del bienestar de un país son bien conocidos.

El objetivo del indicador es la estimación del volumen total de bienes y servicios producidos por los residentes en un país durante un cierto período de tiempo. Diversas organizaciones han tratado de desarrollar indicadores que capturen un espectro más amplio de las variables que se consideran importantes para la calidad de vida. Entre dichos esfuerzos está el Índice de Desarrollo Humano, los Índices de Calidad de Vida de la revista International Living Magazine y de la Intelligence Unit de The Economist.

Ello no supone objeción alguna para el PIB, pues sólo pretende ser un indicador de bienestar material. El problema surge cuando existen razones fundadas para pensar que el PIB también tiene dificultades para representar el bienestar material de los ciudadanos. Y el principal problema que presenta el cálculo del Producto Interior Bruto está en las variaciones de calidad de los servicios.

Hace décadas, los servicios representaban un porcentaje reducido de la producción mundial. Hoy en día, en la mayoría de países desarrollados el porcentaje del sector terciario oscila entre el 60% y el 70%. Además, el avance tecnológico ha aumentado el ritmo al que se suceden las mejoras de calidad, tanto en bienes como en servicios. La principal consecuencia de ello es que el IPC está sesgado al alza por el aumento no capturado en la calidad de los servicios, pues los servicios de estadística registran como subidas de precios parte de lo que en realidad son aumentos de calidad. Y una sobreestimación del crecimiento del nivel de precios lleva a una subestimación del crecimiento del PIB real.

Es decir, cada año que pasa somos más ricos de lo que creíamos por nuestra incapacidad para observar parte del aumento en la calidad de lo que producimos. Además, la inflación es usada como base para el cálculo de aumentos de salario en numerosos convenios laborales y también para el cómputo de las pensiones. La Comisión Boskin El asunto es de tal importancia para la política económica que el gobierno de Estados Unidos constituyó en 1995 la Comisión Boskin -formada por Michael Boskin, Ellen R. Dulberger, Zvi Griliches, Robert Gordon y Dale Jorgenson-.

La comisión concluyó en su informe final que, de las cuatro fuentes de sesgo en el cálculo del IPC (sesgo de sustitución, sesgo de sustitución de rebajas, sesgo por el cambio en la calidad y sesgo de nuevos productos), la mayor parte del sesgo correspondía a la incapacidad para medir parte del aumento en la calidad de bienes y servicios (eficiencia energética, menor necesidad de reparación, mejor diseño, etc). La magnitud total del sesgo ascendía a los 1,3 puntos pocentuales durante los últimos años observados, siendo el sesgo de calidad responsable de 0,6 de dichos puntos.

Tras la implementación de los cambios propuestos, el propio Robert Gordon volvió a estudiar el problema en 2005, concluyendo que el sesgo al alza seguía por encima de un punto porcentual, la mayor parte del cual provenía del sesgo de calidad. Además, concluía que, aunque dichas cifras no podían ser extrapoladas hacia atrás, si eran susceptibles de crecer en el futuro. ¿Qué importancia tiene un 1% de sobreestimación del IPC anual sobre nuestras estadísticas de calidad de vida material? Una sencilla regla mnemotécnica nos dice que al dividir el número 72 entre una determinada tasa de crecimiento anual obtenemos el número de años que tarda en doblarse una cifra base (como una cantidad ahorrada, el valor de una acción o el PIB).

Así pues, un crecimiento del 1% anual en la renta per cápita de un país equivale a que dicha renta se duplique en 72 años. Aunque así dicho no parezca una gran magnitud, considere el siguiente caso. Supongamos una persona nacida a finales del siglo pasado que va a vivir unos 72 años (por debajo de la esperanza de vida). Si la renta per cápita de su país se eleva a una media del 2% anual, ello significa que, a lo largo de su vida, su bienestar material se cuadruplicará. Es decir, si nace en un país con una renta per cápita de unos 8.000 euros (equivalente a la de países como Ecuador o Argelia), hacia el final de su vida disfrutará de una renta per cápita de unos 32.000 euros (equivalente a la renta per cápita de España). Pero, ¿qué sucede si el cálculo del PIB subestima la tasa de crecimiento real en un 1%? Pues que la subida real estaría en el orden del óctuplo. Es decir, los 8.000 euros per cápita anuales de un país subdesarrollado se convertirían en 64.000 a lo largo de dichos 72 años, una renta per cápita superior a la que hoy se disfruta en Noruega.

Tal es la importancia de un simple punto porcentual en los fenómenos que siguen patrones exponenciales, como el crecimiento económico. El siguiente número sobre la medición del PIB tratará el problema de la variedad de productos.

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Artículo escrito por Abel Fernández

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