Desde que surgió la primera generación de programas de transferencias condicionadas (CCTs) en América Latina, a mediados de los años noventa, su uso se ha extendido a un elevado número de países y contextos como parte de estrategias de reducción de pobreza más amplias.
Numerosas evaluaciones de impacto experimentales han mostrado que los CCTs pueden mejorar el nivel de ingresos, educación y salud de la población objetivo. Más recientemente, la evaluación del programa GiveDirectly ha despertado un gran interés por las transferencias incondicionales (transferencias que los individuos reciben independientemente de sus condiciones). Éstas han demostrado ser un método eficaz para incrementar el consumo de los hogares, reducir el nivel de inseguridad alimentaria, aumentar la inversión e ingresos provenientes de microempresas y acumular activos. En cambio, las transferencias no aumentaron el gasto en alcohol, tabaco ni en juegos o apuestas.
A la vista de los resultados cabe preguntarse si entonces es necesario imponer condiciones a los hogares sobre cómo gastar las ayudas. Hay varios motivos por los que puede ser así. En primer lugar, y aunque los autores no ahondan en las causas, transferir efectivo resultó ineficaz para mejorar niveles de salud y educación, a pesar de que el gasto en estas partidas aumentó. Esto podría deberse a que los beneficiarios no saben cuál es la mejor manera de invertir sus recursos, o cómo maximizar su capital humano. De hecho, éste ha sido uno de los principales argumentos a favor de los CCTs, que sí parecen ser altamente efectivos en este aspecto.
Las transferencias condicionadas también son convenientes desde el punto de vista de la economía política, dado que parece más probable que los contribuyentes apoyen un programa que vincula la concesión de ayudas a un compromiso –verificable- por parte de los beneficiarios con los objetivos del programa y que los penaliza si no destinan el dinero al fin acordado.
La evidencia apunta a que la adecuación de distintos tipos de transferencias depende de los objetivos que se pretenden alcanzar, y que en ningún caso pueden ser éstas el único componente de una estrategia de reducción de pobreza. Por tanto, el debate debería centrarse en cuándo usar unas y otras. Los últimos avances en economía del desarrollo y del comportamiento pueden resultar útiles en este sentido. Sin ánimo de hacer una revisión sistemática, propongo un repaso por algunos de los modelos y estudios experimentales más influyentes en los últimos años.
La literatura sobre trampas de pobreza
La literatura económica sobre trampas de pobreza se centra en dos tipos de mecanismos que se retroalimentan. Por un lado, los impulsados por restricciones externas, como las imperfecciones en el mercado del crédito. Por otro, trampas de comportamiento causadas por procesos cognitivos y decisiones que conducen a resultados económicos subóptimos. Se ha señalado con frecuencia que la presencia de restricciones externas puede dar origen a limitaciones internas, dando lugar a un creciente cuerpo de literatura sobre cómo estar expuesto a un entorno de escasez y exclusión social interfiere en el procesamiento de información, absorbe recursos atencionales ya de por sí limitados e influye el comportamiento de las personas.
El modelo de atención limitada de Banerjee y Mullainathan propone que los trabajadores se distraen con pensamientos intrusivos relacionados con problemas en el hogar y esto reduce su productividad. Estas distracciones se pueden evitar por medio de la adquisición de bienes de confort que reducen la gravedad de estos problemas o la probabilidad de que permanezcan sin resolver. Como resultado, aquellos que no pueden permitirse comprar productos o servicios de confort disponen de menos recursos atencionales en el trabajo, lo cual mantiene su productividad baja y limita sus oportunidades de crecimiento profesional. Una extensión del modelo también predice que los trabajadores más sensibles a los problemas en casa y aquellos con niveles bajos de capital humano son más propensos a desempeñarse en puestos de trabajo más informales y peor pagados.
Las predicciones de esta teoría son consistentes con la idea de que conceder transferencias de dinero incondicionadas a personas pobres puede ser suficiente para mejorar sustancialmente sus condiciones de vida. Sin embargo, parece muy probable que la incapacidad de adquirir bienes y servicios no sea la única explicación del bajo nivel de productividad observado en trabajadores pobres y, por tanto, las conclusiones de este modelo podrían ser cuestionadas.
La literatura reciente en economía del comportamiento
Los últimos avances en economía del comportamiento pueden ser de utilidad para comprender qué otros mecanismos pueden estar operando detrás de esta relación circular entre niveles iniciales de pobreza y resultados a largo plazo.
1.- Atributos psicológicos y puntos de referencia. Numerosos estudios experimentales han establecido un vínculo entre ciertas características individuales, tales como la auto-confianza, actitudes hacia el riesgo, competencia y negociación, con la auto-selección en diferentes ocupaciones y diferencias salariales. En su modelo teórico sobre pobreza y aspiraciones, Dalton y colaboradores arguyen que ricos y pobres comparten las mismas preferencias y sesgos atencionales, pero los puntos de referencia que determinan su nivel de aspiraciones difieren. Vivir en un entorno de pobreza aumenta la probabilidad de desarrollar patrones conductuales conducentes a la perpetuación de la pobreza y, por tanto, la introducción de programas que reducen el nivel de privación material por medio de inyecciones de dinero puede resultar insuficiente para romper el círculo. En cualquier caso, ningún programa de ayudas condicionadas o incondicionadas ha perseguido ni medido específicamente modificar estos puntos de referencia.
2.- Existe un creciente interés en la relación causal entre pobreza y procesos neurobiológicos. Investigaciones recientes en neurociencia cognitiva han puesto de manifiesto que niveles elevados de ansiedad y estrés están asociados a menores niveles de control y sostenimiento de la atención. También existe evidencia sobre la existencia de una relación causal entre niveles bajos de ingresos, niveles elevados de cortisol en saliva (un biomarcador de estrés en humanos) y elecciones inter-temporales. Diversos autores mostraron que atravesar dificultades financieras provoca pensamientos intrusivos que reducen el rendimiento en pruebas estandarizadas de habilidad cognitiva en personas con ingresos bajos, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.
Sin embargo, ningún estudio hasta la fecha ha mostrado las implicaciones de estos mecanismos en términos de productividad y progreso profesional. A la vista de la evidencia disponible, parece probable que proveer de dinero rápido a los más necesitados mejora sus niveles de salud física y mental y su procesamiento cognitivo a corto plazo, pero no queda claro que vaya a resultar suficiente para que alcancen y mantengan un mejor nivel de vida de manera prolongada.
3.- Numerosos estudios realizados en países en vías de desarrollo han documentado ineficiencias en la asignación interna de recursos de los hogares como resultado de tensiones interpersonales, desigualdades en el poder de negociación entre cónyuges, y del riesgo de apropiación y/o ocultamiento de recursos por parte de maridos, familiares o miembros de la comunidad. Estos resultados suponen una amenaza a la efectividad de la ayuda, especialmente si es incondicionada y no se prevén mecanismos para evitar un mal empleo de los recursos. En concreto, existe evidencia de que las transferencias en efectivo a las mujeres pueden ser insuficientes para mejorar su estatus y bienestar si su poder de negociación es reducido, dado que la ayuda puede ser objeto de apropiación por parte de terceros.
4. Aprendizaje condicionado a la percepción. Las convenciones sociales determinan en gran medida qué información y estímulos somos capaces de percibir, y también cómo los interpretamos. Con mayor probabilidad, ignoramos la información incongruente con nuestras expectativas o la interpretamos de forma que no requiera cuestionar nuestras creencias. Estudios recientes en economía del comportamiento confirman lo que llevaba décadas siendo objeto de análisis en psicología cognitiva.
Uno de estos estudios subvencionó a un grupo de agricultores de algas en Bali para que alterasen el tipo y cantidad de insumos empleados en distintas parcelas y que pudiesen comprobar cuáles eran esenciales para aumentar la producción. Los investigadores proporcionaron después información detallada sobre las cantidades producidas en cada parcela antes y después de variar los inputs, mostrando una fuerte correlación entre el tamaño de las vainas empleadas y el volumen de producción. A pesar de ello, las encuestas de seguimiento sobre el uso de insumos y creencias sobre qué aspectos de la tecnología eran esenciales revelaron que los agricultores continuaron usando los mismos métodos porque la importancia del tamaño de la vaina había pasado inadvertida. El experimento no mejoró sus conocimientos porque tradicionalmente este aspecto no había sido considerado relevante y no percibieron la información que contradecía esta presunción.
Otro experimento en una zona rural de Bangladesh aleatorizó pequeños incentivos a la migración (8.50 dólares para cubrir el desplazamiento, ida y vuelta) durante el período de hambruna anual. Se pretendía con ello averiguar por qué tan pocos hogares envían a algún miembro a buscar ingresos adicionales entre la siembra y la cosecha, cuando las oportunidades de trabajo escasean y los precios de los cereales aumentan. La ayuda indujo a un 22% de los hogares a enviar a un migrante estacional y los resultados demostraron que existían grandes retornos a la migración. Los hogares beneficiarios incrementaron su consumo y presentaron una probabilidad entre 8 y 10% mayor de enviar a un miembro del hogar a otras regiones durante la temporada de hambruna en los tres años subsiguientes. Sin embargo, el efecto se desvaneció a partir del tercer año sin recibir el incentivo.
Así pues, otorgar transferencias sin condiciones no garantiza que se vayan a utilizar de la mejor manera posible o que el resultado vaya a ser sostenible en el tiempo, y puede resultar necesario incitar a los beneficiarios a cuestionar o modificar algunas de sus prácticas habituales.
Sobre la autora:
Paula López-Pena. Licenciada en Administración y Dirección de Empresas. Obtuvo el Diploma en Estudios Avanzados (Economía Aplicada) en la Universidad de Oviedo. Estudió el Master en Economía en The London School of Economics y actualmente es estudiante de doctorado en el Departamento de Economía de la Universidad de Warwick.
Previamente trabajó durante cuatro años en el Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington DC y Nicaragua, donde realizó labores de investigación y participó en el diseño y evaluación de programas de protección social y salud (especialmente en las áreas de desarrollo infantil temprano y juventud en riesgo). Su trabajo se centró en la medición de comportamientos de riesgo y resultados socioeconómicos en poblaciones vulnerables, y resultó en la publicación de policy briefs y monográficos.
5 Comentarios
Con el intercambio de información y experiencias ayudaremos a cambiar nuestras sociedades……
«no le des al hombre el pez, muestra a tu prójimo como se pesca…..»
Una pena el comentario de Paola López, mucho estudio e investigación, seguramente con buen salario…para combatir la pobreza se debe ser práctico con ayuda efectiva de dinero, salud, educación intensiva y fuentes de trabajo… o cree q con darles crédito de $us. 100 y el enriquecimiento de las microfinancieras es suficiente, están equivocados, todas las entidades de cooperación internacional ven a la pobreza con negocio, se debe realizar un cambio de mentalidad, ser más perceptivos, soy boliviano e intento ayudar a la gente, pero no tengo los recursos suficientes, es ahí donde las organizaciones organizan y planifican estudios con la gente equivocada…Fernando Vargas [email protected]
Me ha parecido muy interesante este review informal sobre el tema. No faltaría una mención al antiguo debate entre Easterly y Sachs sobre la ayuda al desarrollo?
Hola Borja, muchas gracias por tu comentario. Efectivamente, muchos estudios seminales siguen estando vigentes y deben seguir siendo tomados en cuenta. Sin embargo, por motivos de espacio decidí limitarme a artículos muy recientes (algunos aún no han sido publicados) y que están dando mucho que hablar en la academia. Pretendía con esto hacer una revisión lo más aséptica posible de cómo está evolucionando la frontera de conocimiento en este área.
Me parece esencial continuar la tendencia iniciada en los últimos años por parte de algunas organizaciones que pretenden incluir a un mayor número agentes comunitarios y «buscadores» en el diálogo, así como un diseño soluciones cercanas a las personas que las necesitan. Espero en el futuro poder hacer un análisis menos restrictivo en el tiempo y más centrado en la vigencia de preguntas clave.
Esta claro q la pobreza es un negocio para ONG’s e instituciones q se lucran de esto.Como dice Eduardo Evangelista hay q enseñar a pescar en vez de dar peces. Esto es lo q hacen estas instituciones.
Porque con todo ese dinero que supuestamente invierten no compran pequeños terrenos (muy baratos en sitios extremadamente pobres) y crean bosques comestibles??? Esto daría trabajo y alimento de por vida a muchas personas y los haría autosuficientes.
Es obvio q esto les estropearía el negocio y por eso no es una opción!!!