Seguimos combatiendo la burbuja del emprendimiento en España, con ejemplos de empresarios españoles de éxito para repasar su trayectoria desde el comienzo y no solo cuando ocupan titulares de prensa. Reitero que un proyecto de éxito es siempre un proyecto que ha cambiado profundamente, que se ha transformado desde la idea inicial, que se ha adaptado, que ha sabido ofrecer valor a sus clientes, con un modelo de negocio ya testado.
Continuamos la serie de entrevistas con un destacado emprendedor español en el extranjero, Luis I. Gómez, bioquímico y propietario de INDAGO. Luis no sólo ha creado un proyecto de éxito, sino que además ha sabido concentrarse en su mayor valor añadido para la empresa y reunir un equipo que le complemente, y confiar en él.
:: ¿Te denominas a ti mismo como bioquímico o cómo te defines?
La mayor parte de mi tiempo la dedico a mi empresa. Y en ella mi labor es la de bioquímico. De todos modos soy, ante todo, un hombre de familia, intelectualmente muy inquieto y odiador de los cajones de sastre. Lo que no soy, aunque los avatares de la vida me hayan colocado en la tarjeta de visita un “CEO”, es empresario. Emprendedor sí, pero no empresario. Para definirme como tal me faltan conocimientos y carácter. Mis amigos me definen como un “bioloco” despistado, algo incompatible con la disciplina necesaria para dirigir en primera persona una empresa.
:: Has conseguido el reconocimiento por tu labor de investigación en Alemania. ¿Ves posible haber logrado ese éxito en España?
Probablemente también hubiese sido posible en España. Lo ignoro. Crear una empresa de biotecnología en Alemania no es fácil. No hablo de permisos o trabas burocráticas, probablemente similares en ambos países gracias a la armonización europea. Hablo del capital inicial necesario, incluso en el caso de una empresa pequeña, como la nuestra. Por otro lado, la colaboración directa con instituciones universitarias ha sido importantísima en mi trabajo durante los últimos diez años. Ignoro completamente cuál es el nivel y grado de compromiso entre empresas y universidades en España.
:: En las noticias que recogían el método de detección temprana del cáncer de colon, se destacaba que supone la creación de “una técnica muy rentable”. ¿Era ése uno de los objetivos de la investigación que realizasteis? ¿Cuáles eran?
El principal objetivo era diseñar un sistema no invasivo que ofreciese, a la hora de detectar alteraciones celulares dentro de la secuencia adenoma-carcinoma en colon, un mayor grado de sensibilidad que los métodos de que se disponía en 2004. De este modo pretendemos conseguir un mayor número y efectividad de las colonoscopias preventivas. La colonoscopia es el método perfecto para detectar y eliminar pólipos precancerosos en colon. En Alemania este tipo de exploraciones es gratuito para las personas mayores de 55 años. Sin embargo muchas personas tienen miedo ante tal tipo de exploraciones médicas, que perciben como desagradables, evitando la visita al gastroenterólogo. Un test preliminar capaz de detectar la presencia de pólipos adenomatosos supone una motivación definitiva para muchas de esas personas.
La técnica es muy rentable porque los costes de laboratorio son muy bajos. Cumplimos así otro de nuestros objetivos principales: ofrecer un test al alcance de cualquiera.
:: Sin embargo en España se investiga principalmente en la universidad, donde se dice que “la investigación científica no tiene por qué ser rentable». Sabes que, personalmente, no estoy de acuerdo, pero ¿qué opinas tú?
La investigación científica es siempre rentable. Y no importa en qué ámbito se realice. Cuando hace unos años cuatro equipos repartidos por el planeta investigaban sobre nanomateriales, nadie entendía para qué podía ser útil –en el sentido de rentable económicamente – saber cuántos átomos componen un nanotubo de carbono. Hoy conocemos la respuesta: podemos incluso fabricar nanorobots con aplicaciones médicas, vectorizando medicamentos, por ejemplo. Es posible discutir ampliamente sobre los modelos de financiación de toda investigación científica, pero no podemos discutir el hecho de que todo avance en el conocimiento termina siendo aplicado en el mundo real y supone un beneficio para todos.
:: ¿Nos puedes poner un ejemplo?
En estos momentos participo en un programa de integración-traslación de proyectos de ciencia base y aplicaciones industriales en Leipzig. Hemos creado una especie de “vivero” en el que los jóvenes doctorandos pueden desarrollar sus trabajos fuera de la universidad. Se trata de dar continuidad a aquellos proyectos puramente universitarios que, ya sea por su interés inherente, ya sea porque alguna empresa se decide a proporcionar un sponsoring directo, merecen más tiempo de desarrollo. Nuestra empresa, por ejemplo, patrocina en estos momentos tres tesis doctorales al 100%. Y la rentabilidad inmediata no es, ciertamente, nuestro primer objetivo.
:: Tus comienzos en Alemania no fueron fáciles, y después hubo épocas peores. Cuéntanos esa experiencia.
Para nadie es fácil llegar a un país extranjero y ponerse a trabajar. Yo tuve la inmensa suerte de contar con la ayuda de varias personas, tanto en España como aquí en Alemania. No comencé mi labor de manera envidiable, compartiendo horas con trabajitos para la Universidad de Maguncia y diversos laboratorios privados. El idioma alemán es rudo, hasta que empiezas a amarlo, y descubres entonces la verdadera belleza del “Fausto” de Goethe, o la plenitud de un poema de Rilke.
Tras varios años “saltando” logré poner pie en una empresa francoalemana que me dio “carta verde”. Durante varios años trabajé caracterizando polímeros formados a partir de subproductos metabólicos intravacuolares. Cuando llegó la hora de la verdad, a los franceses dejó de interesarles mi trabajo. La decepción fue enorme. Charlando con un amigo decidimos montar un proyecto y llamar a la puerta de en un banco. Por increíble que parezca, fueron suficientes tres horas de presentación para lograr un crédito de 80.000 €. A nadie se le escapa que con ese dinero iba a ser imposible sobrevivir en un campo de costes tan altos como es la biotecnología: tras 18 meses nos encontramos en la más profunda de las bancarrotas, endeudados hasta las cejas. Durante ese tiempo, sin embargo, habíamos logrado ganar dos premios de innovación, y un grupo de inversores llamó a nuestra puerta. En 2005 nace Indago GmbH… y hasta hoy.
:: ¿Cómo te influyó?
He aprendido algunas cosas. La primera de ellas: si no actúas no puedes equivocarte. Si no te equivocas, es más difícil aprender. La lección de la sinceridad y la transparencia fue también importantísima. Cuando se trabaja en “investigación” es posible caer en paranoias impronunciables, secretismo, miedos y otras patologías similares. Haber ido siempre por delante con la mayor transparencia posible, haber permitido el acceso a nuestro laboratorio a todo aquél que lo solicitó, discutir abiertamente los resultados de nuestro trabajo con diferentes centros universitarios fueron los pilares sobre los que se asentaron la curiosidad primero y el reconocimiento de nuestro trabajo después.
Las horas alejado de mi familia también fueron una escuela radical. Hoy sé que mi trabajo es importante, pero nada es tan importante como mi mujer y nuestros hijos. Intento –y lo consigo casi siempre- no trabajar los fines de semana, cumplir los rituales diarios en familia, estar accesible en todo momento para mis hijos.
La lección de la independencia fue calando poco a poco también. No necesito que el estado financie con el dinero de desconocidos la realización de mis sueños. El riesgo es mío, y si lo que hago funciona, los beneficios (la famosa rentabilidad) también serán míos y de mis socios. Nuestra empresa ha sobrevivido gracias a un 100% de inversión privada. Y lo digo con mucho orgullo.
:: Tienes además un blog comunitario, Desdeelexilio, inaugurado tan pronto como 2005, en el que muestras claramente tu ideología. ¿Qué te ha aportado?
Desde el Exilio es mi oasis particular. Allí no sólo tengo un espacio en el que escribir sobre todo aquello que no tiene que ver con mi trabajo cotidiano, también me encuentro con muchísimas personas a las que aprecio y admiro. El blog me ayuda a mantenerme escéptico de todo, de mí mismo también. Nada como escribir, equivocarse, permitir que te lo digan, y repensar sobre lo escrito para aprender necesariamente cosas nuevas.
El pensamiento es libre, reza el subtítulo del blog. Y es mi máxima de fe, si tengo alguna. La libertad ha de ser articulada, pronunciada, experimentada, vomitada antes de ponerle las bridas necesarias para que no dañe a otros libres. Y ello ha de hacerse cada día, cada segundo. La interacción de personas libres da muchos más y mejores frutos que la acción coordinada de esclavos sin voluntad propia. Por eso Desde el exilio tiene éxito: somos varios colaboradores, cada uno diferente, todos libres, aprendiendo a diario unos de otros. Los lectores lo perciben, se sienten acogidos y vuelven.
:: El motivo de esta serie de entrevistas es intentar dar una imagen real del camino hacia el éxito de un proyecto empresarial. ¿Qué cualidades del proyecto consideras más importantes?
La independencia. No le debemos nada a nadie. Eso me permite dormir mejor. Nuestros socios (somos una empresa pequeña, repito) reciben puntual información de todo lo que acontece “en casa”. Nuestros colaboradores científicos vienen y van a su antojo, preguntan, valoran, critican…
Como yo no soy empresario, apenas emprendedor, la presencia a mi lado de personas muy capaces y muy expertas en la dirección de empresas ha resultado fundamental. De nada sirve una gran idea si no eres capaz de ponerla en práctica: financiación, nóminas, inventario, balances, impuestos,… recomiendo siempre tener a mano a un experto. Cuando somos jóvenes creemos saber-poder hacerlo todo. No es verdad. El emprendedor ha de saber, antes de nada, dónde están sus límites, para poder suplir sus carencias.
La constancia. Tener constancia presupone tener fe en el propio trabajo… sabiendo que no vas a poder dejar de trabajar. Rendirse es a menudo lo más sencillo. Pero no conozco a nadie que haya tenido éxito mariposeando de rendición en rendición.