Creo en las empresas. Creo en las empresas porqué las veo como las grandes proveedoras de prosperidad. La prosperidad es compatibilizar competitividad con ascensor social. La competitividad hace rentables a las empresas. La prosperidad equilibra las sociedades.
Creo en este tipo de empresas que practican la sabiduría del equilibrio entre clientes, trabajadores, accionistas y sociedad. El resto son negocios, una concatenación de operaciones, a veces lucrativas.
Una empresa es una comunidad, respira personas y no solamente productos. Y cada vez me gustan más las empresas dónde predomina el sentido común y la sencillez.
Por este motivo acabo de publicar el libro “Management del sentido común” con un subtítulo que pretende orientar al lector y que reza “para sofisticar sirve cualquiera”.
Para ello les invito a que me acompañen en estas 20 proposiciones que me resuenan de un cierto sentido común.
- Que los clientes tengan más centralidad que la burocracia.
A más obsesión por los clientes menos tonterías burocráticas.
A más obsesión por la coordinación interna y un control desmesurado más lejos está el cliente.
- Que la sostenibilidad venza al corto plazo.
Si somos comunidad pensamos en futuro. Si somos negocio solamente pensamos en la próxima operación.
Poner el futuro en la agenda del presente es puro sentido común y nos cuesta una barbaridad.
- Que el aprendizaje venza a la formación.
Aprender es una decisión personal, la formación es una decisión corporativa. Aprender es crear síntesis personales de conocimientos, competencias y experiencias y operativizarlas. Cuando las operativizas descubres que también hay que desaprender.
La alternativa a aprender es envejecer indolentemente.
- Que la solidaridad se imponga a los silos.
En una empresa nadie gana la batalla por su cuenta. El todo está por encima de las partes.
No se trata de tener solamente buenos equipos si entre ellos no hay nexos de calidad. Los silos matan la fluidez y el sentido común. Muchas empresas necesitan concretar un pacto antisilos urgentemente.
- Que la empatía se imponga a la tecnología.
Observar con datos y sobre todo con ojos a los clientes.
La empatía son ojos y datos para con los demás. La tecnología y la inteligencia artificial viene después.
- Que los que van en serio goleen a los absentistas.
Una empresa es la suma de los que van en serio y es la resta de los que marean la perdiz. Con los absentistas contumaces no se construye nada.
Necesitamos proveedores de resultados, los proveedores de excusas salen solos.
- Que el esfuerzo supere al cansancio.
Esfuerzo inteligente. Sin esfuerzo no pasa nada. El esfuerzo es lo que viene después del cansancio.
La autoexigencia no es cómoda, pero es la única fórmula para legados consistentes.
- Que la complicidad de pasillo gane a las pantallas.
Ahora ya sabemos que el teletrabajo nos es la panacea. Es especialmente perjudicial para los trabajadores jóvenes que no pueden aprender de sus colegas ni asimilar culturas que les hagan crecer.
El teletrabajo debilita la comunidad, la complicidad y nos aleja de los clientes. Hay que gestionar la flexibilidad inteligente desde la presencialidad, es mucho mejor.
- Que el liderazgo sea más fuerte que la jerarquía.
Mandar no es suficiente. Influir es lo único que nos lleva a otro nivel. Liderar para servir. Cuánto más arriba más vocación de servicio.
- Que las empresas cuenten más que los negocios.
Empresas proveedoras de prosperidad que deberían ser tratadas fiscalmente de un modo muy distinto a los negocios. Empresas que creen valor corporativo y valor social a la vez.
- Que el propósito gane al organigrama y a los planes.
Los planes no son un motor, pretenden ser una guía de futuro. Pero avanzamos hacia el futuro con esa interiorización del propósito que es motor de cambio y de servicio. Y con confianza.
- Que el legado vaya más allá del propósito.
El propósito, el tener un porqué, es una herramienta fundamental para tomar decisiones difíciles y tener conversaciones difíciles. Pero puede ser aspiracional.
El legado es lo que queda cuando ya no estamos. El legado sin propósito es vanidad. El legado confiere sentido a nuestras agendas.
- Que el humanismo no se confunda con el buenismo.
Humanismo es respeto, apuesta y equilibrio alrededor de las personas. El buenismo tiende a tolerar lo intolerable de las personas, tiende a confundir bondad con pusilánime. Humanismo no es buenismo.
- Que la sencillez se imponga a la simplicidad.
Lo sencillo es hacer lo difícil sin aspavientos.
La simplicidad es poner énfasis a las soluciones fundamentadas en atajos y testosterona.
La complejidad se enfrenta desde la sencillez, la simplicidad solamente incrementa la complejidad.
- Que el sentido común se imponga al papanatismo.
Se trata de pensar, de contextualizar, de dudar y de decidir. El papanatismo es pensar sin dudar, es decidir sin pensar.
- Que servir sea más importante que servirse.
Humildad. Alma de aspirante. Pasión madura.
Cuánto más arriba estás, más debes saber que la gente no trabaja para ti, si no que tu trabajas para ellos.
- Que los sabios sean más referencia que los expertos.
Para ser un experto, hay que ponerle horas y está muy bien. Pero la sabiduría va más allá de la expertise.
La sabiduría es conocimiento profundo, es humildad de escuchar, es generosidad de ayudar.
Los expertos resuelven problemas, los sabios resuelven problemas y ayudan a enfrentar los dilemas.
- Que la autenticidad derrote a la mediocridad.
Sin autenticidad prolifera la mediocridad, que es una decisión personal fundamental.
- Que sepamos crecer sin perder el alma.
No hay big data para el alma. Para mirarnos en espejos mayores, pero poder reconocernos.
- Preferir la honestidad. Preferir a las buenas personas.
Por sentido común.
Todas estas cosas y más he aprendido de gente que inspira muchas veces sin querer. De gente que hace que las cosas pasen y no le pone un excesos de prosopopeya. Y ya sé que en las empresas también anidan directivos intransigentes, trabajadores absentistas y algunas personas tóxicas. En todas partes hay un poco de todo.
Pero “Management del sentido común” va destinado a aquellos que no marean la perdiz, que no proponen disquisiciones evitables, que no viven susurrando Excels.
Me inspira la gente que con sencillez enfrenta la complejidad. Me inspira la gente que se autoexige y que se esfuerza. Me inspiran los que juegan al primer toque y los que con su generosidad, humildad y conocimiento nos acercan a la sabiduría. El sentido común siempre rimó bien con sabiduría.