Según la sabiduría popular, hay una clara diferencia entre jefes y líderes. Los directivos son buenos en los procesos y los números, pero no pueden inspirar y dirigir a las personas, mientras que eso es lo que hacen los líderes. Pero, ¿es así? ¿de verdad? La respuesta es no.
No hay ninguna diferencia entre los líderes y los jefes, e insistir en la distinción crea una línea divisoria artificial que es perjudicial para las organizaciones: la Gran Renuncia es la última muestra de ello.
Si creemos a los medios de comunicación y a la prensa económica y empresarial tradicional, incluidos artículos en prestigiosas publicaciones como éste y éste, los jefes y los líderes son dos tipos de personas totalmente diferentes.
¿Hay diferencias entre líderes y jefes?
Los directivos mantienen el statu quo y se centran en la eficiencia y el corto plazo. Creen en la racionalidad y el control. Persuaden y controlan a las personas y se apoyan en sistemas y procesos para convertir la visión de sus líderes en objetivos, KPI y resultados. Los líderes, en cambio, inspiran. Ven oportunidades, siguen su intuición y creen en el empoderamiento. Entrenan, desafían y hacen crecer a su gente, se centran en el largo plazo y son los iniciadores de la innovación y el cambio.
¿Y si esta distinción es un mito? De hecho, en la medida en que es real, describe un problema más que algo que promover y adoptar.
Es un estereotipo de bueno (líder) frente a malo (jefe) que tiene un valor limitado, si es que tiene alguno. O peor aún. Insistir en este estereotipo puede ser perjudicial para las organizaciones porque refuerza una visión jerárquica y anticuada de las organizaciones, en la que se supone que todas las ideas, percepciones e iniciativas se originan en la cúspide, tras lo cual descienden a través de los directivos hasta los empleados de la planta. En esta jerarquía, los directivos no son más que un conducto para lo que inician los líderes.
Los buenos jefes son líderes
Si bien esta distinción y esta descripción de los jefes pudo tener su valor hace un siglo, hoy no tiene sentido. Se basa en una visión errónea de lo que suponen la gestión, el liderazgo y la estrategia en las organizaciones del siglo XXI. Este tipo de prácticas empresariales se han convertido en algo tan habitual que las mantenemos, pase lo que pase.
Las organizaciones modernas se centran en las personas, o al menos deberían hacerlo si quieren sobrevivir, prosperar y conservar a sus equipos. Reconocen que son las personas las que las hacen funcionar. Y las personas quieren inspiración, propósito, autonomía y desarrollo y un lugar donde se sientan seguras, conectadas y valoradas, La creación de un entorno de trabajo de este tipo requiere una mentalidad y unas aptitudes de liderazgo.
No sólo por parte de los ejecutivos, que tradicionalmente se consideran líderes, sino también de los directivos. Incluso especialmente de los directivos, porque son los que trabajan más directamente con los empleados y, por tanto, tienen una gran influencia en cómo se sienten, se comportan y rinden las personas.
Cualquier persona con un cargo directivo, que dirija un equipo, departamento, división o unidad en las empresas actuales, necesita exactamente las cualidades que se asocian a los líderes. Así que, en términos de la jerga popular, los directivos también tienen que ser líderes.
Adiós, estereotipo
La verdadera distinción que subyace en el mito del jefe frente al líder es la que existe entre los malos jefes y líderes y los buenos jefes y líderes. Los malos son simplemente buenos en los procesos y los números, mientras que los buenos pueden inspirar y dirigir a las personas.
Esto no tiene nada que ver con el hecho de que alguien opere en la cima de una organización o en el medio, o en los niveles inferiores. Las personas son personas, y dirigirlas, o gestionarlas, funciona igual en todos los niveles.
Por supuesto, el trabajo preciso de un directivo de nivel ejecutivo difiere del trabajo de un directivo de nivel medio. El primero es responsable de toda la organización, mientras que el segundo sólo de una parte. Esto significa que el ámbito en el que tienen que inspirar y dirigir a las personas es diferente. Pero su función es similar. Ambos tienen que ver las oportunidades, seguir su intuición y creer en el empoderamiento. Y ambos necesitan entrenar, desafiar y hacer crecer a su gente, centrarse en el largo plazo y ser los iniciadores de la innovación y el cambio.
Para los que dudan o no están de acuerdo, es perspicaz considerar algo que el gran Jack Welch, antiguo Presidente y CEO de General Electric, dijo en 1989 en una entrevista cuando le preguntaron qué hacía a un buen jefe: ‘Prefiero el término ‘líder empresarial’. Los buenos líderes empresariales crean una visión, articulan la visión, se adueñan apasionadamente de ella y la impulsan implacablemente hasta completarla’.
Ha llegado el momento de aceptar y hacer suyo lo que Welch dijo hace más de tres décadas y dejar de lado el estereotipo de jefe frente a líder. Dejad que vuestros directivos sean líderes y vuestros equipos florecerán.
Os dejo con el tío Jack: