Esta vez no te hablo a ti. Tú que estás leyendo no eres así. Lo sé. De lo que sí estoy segura es que en algún punto de esta historia que no me gustaría tener que seguir contando, te vas a sentir identificado. Porque sí, en plena revolución del talento…La historia se repite. Una y otra vez. Puedo casi reproducir la palabra que va a venir encadenada a la siguiente. Empieza por un decepcionante: “No estoy bien en mi trabajo. Quiero cambiar…”
Y entonces comienzan a relatarme los mismos síntomas:
¿Quieres saber lo que tus empleados me cuentan de ti?
¿Te has parado a mirarles? Me dicen que no les ves. Que no has detectado su evolución y su crecimiento como profesionales. Tienen el talento que solventaría tus problemas, pero tú te empeñas en traer al “mirlo blanco” de la empresa X o del lugar Z. Y la desmotivación entre ellos se acumula mientras todo eso sucede. Deja de desperdiciar talento.
No les escuchas. Les oyes, pero no les escuchas. Les ofreces promociones sin preguntarles, y encima te enfadas cuando renuncian a ese supuesto caramelo. ¿Sabes que buscas cómo mejorar procesos encerrado horas y horas en tu despacho cuando la respuesta está más cerca de lo que crees?
A veces, me dicen, que recuperas tus momentos de lucidez y te sientas a hablar con ellos. Y la comunicación fluye y llegáis a acuerdos, de esos verbales a los que tanta importancia les damos las personas.
Pero, ¿sabes que me cuentan? Que luego no lo llevas a la práctica. Y esa falta de coherencia no te la perdonan.
No todo es malo. Me hablan muy bien de ti. Con cierto orgullo, incluso. Admiran tu capacidad y visión de negocio, valoran todo lo que has logrado con tan poco, pero la gestión de personas no es lo tuyo. Y tú no acabas de darte cuenta de que el pilar fundamental en el que se sustenta la empresa son tus personas. Y sin ellas no eres nadie. Recuérdalo. Grábatelo a fuego.
Me explican también cómo vives para el trabajo. También me dicen que tu vida ahí fuera no te interesa en exceso, pero esto es una creencia y no puedo hacerles tanto caso en este aspecto. Se preocupan por tu salud (me lo dicen totalmente en serio, “le va a dar algo” me lo repiten mucho, revísalo) pero esto también puede ser un juicio de valor.
Lo que sí que es un hecho es que quieres que ellos repliquen lo que tú haces. Y que tu procedimiento de trabajo es el único bueno y tus reuniones improductivas sin orden del día y de horas y horas de duración es la norma. Que trabajar hasta las 20.00, hasta las 21.00 o lo que surja (así porque sí) es lo deseable.
Ya en este punto ni hablamos de organizar su jornada con flexibilidad, cuando así se pueda hacer, o con jornadas de teletrabajo si con ello es más útil y productivo para todos.
A veces mis ojos recuperan su brillo, cuando les escucho decir que estás trabajando tu imagen de marca como empresa. Que has oído la palabra employer branding y te has puesto manos a la obra, pero que has empezado la casa por el tejado. Ahora te ha dado por disfrazar de parque temático lo que en esencia sigue siendo el despacho de Cuéntame cómo pasó.
Qué nefastos resultados y cuántos disgustos te va a dar esa estrategia. Coherencia, integridad y transparencia son palabras mágicas, respétalas.
Me dicen que en tu empresa las personas no se ríen, están tensas, incluso tienen miedo. Van profundamente tristes a trabajar ¿Sabes que cuando te vas, todos hablan de ti, y no para bien? Todo se vuelven en quejas, rumores, y comentarios. ¿Vas a seguir mucho tiempo más sin preocuparte por crear un buen entorno de trabajo? ¿Sabes de la pérdida de dinero, ineficacia y oportunidad que estás permitiendo por tu nefasta política de comunicación?
A veces me dicen que se dan voces y el trato es despectivo. Esto ya no te lo pongo en primera persona, porque sé que tú que me lees nunca harías esto. Aquí la respuesta es ruda, tajante y es un NO. Ninguna persona merece eso. Tiene un nombre y se llama mobbing, pero a mí me gusta más llamarlo cobardía, violencia y abuso de poder y por ahí no paso. No es no y nunca es nunca. O el bucle en el que pueden llegar a entrar les destruirá durante años. Aquí les tengo que cortar y ponerme muy firme. Te pido, por favor, que si detectas algo parecido a esto en tu empresa hagas todo lo necesario para pararlo, porque si no, tú eres tan culpable como el que ejecuta. Sin más.
También sé que sólo el día que ya no pudo más y te dijo que se iba a otra empresa, reaccionaste y le ofreciste aquello por lo que él llevaba años luchando y casi suplicando. Conserva tu dignidad y ahórrate esa contraoferta final. Busca soluciones antes. Ahora ya es tarde.
Y, por último, busca una retribución ajustada y justa. Los cacahuetes déjalos para cuando vayas al zoo. Y recuerda que lo del salario emocional sólo funciona cuando la base económica está bien asentada.
¿Cambiamos juntos la historia para que tus empleados me empiecen a contar cosas más bonitas?
Son muchos los que ya lo hacen, los que ya lo hacéis (sabes que soy de quedarme con lo positivo) pero si queremos cambio y revolución, si de verdad queremos innovación y cambio, necesitamos ser muchísimos más.
Elena Arnaiz Ecker
www.elenaarnaiz.es
1 Comentario
Por desgracia me siento identificada como trabajadora, como un simple número, y eso que trabajo para una empresa muy pequeña.
Falta empatía y comunicación.
Saludos,