Navegar en aguas inciertas: lecciones de vida y gestión con Grace Murray

7 enero 2021

El año pasado, en lo más crudo de la pandemia, escribí una reflexión sobre las dificultades de gestionar en un mundo caracterizado por la complejidad, el cambio acelerado y la incertidumbre. Decíamos entonces que la trágica irrupción del coronavirus ha precipitado y acentuado esta dinámica en todos los ámbitos, imponiendo, además, nuevos usos y prácticas que pueden modificar sustancialmente las reglas del juego político y socioeconómico.

Aunque no es la primera vez que el mundo se enfrenta a una situación de incertidumbre y desorientación global de tal magnitud, ahora lo hace desde una realidad social y tecnológica completamente distinta, con viejos paradigmas en desintegración e instituciones en cuestión. Sin embargo, ello no significa que no podamos aprender de los ejemplos del pasado.

Numerosos riesgos y retos que nos toca afrontar son emergentes e inherentes a la nueva coyuntura, pero muchos otros son viejos conocidos con perfil renovado. Retomando el símil marinero de mi entrada anterior, ser conscientes de ellos puede ayudarnos a navegar por la mar gruesa e incierta de nuestra realidad actual. Al igual que los faros, las cartas náuticas y los avisos a navegantes, están ahí para ayudarnos en nuestras singladuras, pero no nos libran de actuar, tal y como hicieron nuestros antecesores en momentos parecidos.

Hablando de dichos antecesores, hoy quiero compartir con ustedes el perfil de alguien que ejemplifica perfectamente la actitud y las habilidades necesarias para avanzar en estos momentos críticos. Una persona extraordinaria, una mujer, una oficial de marina cuya historia de determinación, proactividad y rebeldía serena frente a las circunstancias sociales, culturales y tecnológicas del momento siempre me han inspirado. De ella son estas palabras:

“Un barco en el puerto es seguro, pero no es para eso para lo que se construyen las naves. Hay que navegar en el mar y hacer cosas nuevas.”

Y como nos va a tocar navegar con mar gruesa y hacer muchas cosas nuevas en los tiempos que vienen, hoy les quiero presentar a la Almirante de la US Navy Grace Murray Hopper (1906-1992), militar, matemática, física y pionera de la informática.

Entre otras muchas cosas, fue uno de los tres primeros programadores del Mark I, el primer ordenador digital electromecánico construido en Estados Unidos y uno de los grandes hitos de la computación; sentó las bases para el diseño y desarrollo del lenguaje de programación COBOL, del que fue su gran impulsora; acuñó el término “bug” para describir un refiere a un error o defecto en el software que hace que un programa no funcione correctamente; desarrolló algoritmos complejos para diversos sistemas de armas navales; formó a centenas de profesionales y se retiró de la US Navy a los 79 años, siendo la oficial de mayor edad en activo de las fuerzas armadas estadounidenses.

Fue conocida como “Amazing Grace” entre los suyos y la Navy dio nombre en su honor a uno de sus destructores de misiles de la clase Arleigh Burke, el USS Hopper (DDG-70), cuyo lema es Aude Et Effice – «Atrévete y Haz». Nada más apropiado para esta enorme mujer.

La joven Grace

Grace Murray Hopper nació en 1906 en la ciudad de Nueva York, en el seno de una familia acomodada, pero en la cual la educación era muy importante. Sus padres fomentaron tanto en ella como en su hermano el pensamiento crítico y la curiosidad intelectual, sin distinción de sexos. De ambas cosas andaba sobrada Grace, que siempre demostró pasión por la mecánica y las matemáticas, despuntando en los estudios ya desde sus primeros años de escuela.

Ese impulso personal y familiar la animaron a graduarse en matemáticas y física en el Vassar College, una de las instituciones de educación superior más antiguas y prestigiosas de Estados Unidos, que en aquella época estaba sólo reservada a las mujeres. Era el año 1928. Posteriormente, Grace completó sus estudios con una licenciatura en matemáticas en Yale (1930), universidad a la que accedió con beca por sus calificaciones, y con un doctorado en matemáticas y física matemática, también en Yale (1934), siendo la primera mujer en conseguirlo. Durante esos años se ganó la vida como profesora en su antiguo College.

El tiempo de entreguerras (los años 20 y 30) fue una época de oportunidades para las mujeres norteamericanas. Hasta los años 80 no se volvería a alcanzar el número de doctorados femeninos de aquellos tiempos. La Segunda Guerra Mundial también propició un acceso masivo de las mujeres al mundo laboral.

Grace, bisnieta de Alexander Russell, almirante de la US Navy, quien fue siempre su héroe y modelo, siguió el ejemplo su bisabuelo y se incorporó a la escuela de cadetes navales para mujeres, donde se graduó como teniente en 1944 como primera de su clase (algo ya habitual en ella a esas alturas), siendo destinada como oficial de enlace en Harvard.

Fue en Harvard donde se incorporó al equipo de desarrollo del Mark I liderado por Howard Aiken, lo que marcó para siempre su carrera posterior. Pese a la enorme complejidad de la tarea, tardó sólo una semana en ponerse a trabajar a pleno rendimiento, demostrando lo que sería su marca personal de ahí en adelante: atrevimiento, entusiasmo, formación, competencia y liderazgo.

La empresa privada llama a la puerta

Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Grace tuvo que abandonar el servicio activo en la US Navy por edad, aunque permaneció como reservista. Siguió trabajando en Harvard como investigadora junto a Aiken hasta 1949, participando en el desarrollo y programación de los ordenadores Mark II y Mark III.  Ese año fue contratada como matemática senior por la empresa Eckert–Mauchly Computer Corporation de Filadelfia, que había desarrollado en 1946 el ENIAC (acrónimo de Electronic Numerical Integrator And Computer), una de las primeras computadoras electrónicas de propósito general, por encargo del Laboratorio de Investigación Balística del Ejército de los Estados Unidos. La empresa pronto fue adquirida por la compañía Remington Rand, de la que Hopper también fue directora de desarrollo de programación automática.

Fue en Filadelfia donde Grace Hooper desarrolló sus trabajos más relevantes. Como jefa de programación en Remington Rand, trabajó en el famoso UNIVAC-1, el primer gran ordenador lanzado al mercado en 1950. En 1952, su equipo de programación desarrolló su propio compilador, denominado A-0, que traducía notación matemática en lenguaje máquina.

Los programadores Donald Cropper, K.C. Krishnan, Grace Hopper y Norman Rothberg con la consola del Univac I. Fuente: IEEE History Center

A continuación, y tras años de resistencia tenaz por parte de su empresa, Hopper consiguió por fin llevar a cabo una idea revolucionaria en aquel mundo emergente de la computación:

“es mucho más sencillo para la mayoría de las personas escribir en inglés que usar símbolos, así que he decidido que los procesadores de datos tienen que ser capaces de escribir sus programas en inglés, y los ordenadores tendrán que traducirlo al lenguaje máquina». Ello permitía, además, escribir programas para múltiples ordenadores en lugar de para una sola máquina. Así nació Flow-Matic, el primer lenguaje de programación en utilizar comandos en inglés.

Con el nacimiento del Flow-Matic, empezaron a proliferar otros lenguajes de programación, lo que determinó la necesidad de su estandarización. De nuevo, Grace asumió un papel pionero y de liderazgo en dicho empeño, con la introducción en 1959 del COBOL (Common Business-Oriented Language) como primer lenguaje de programación estandarizado de sistemas de gestión. Aunque Hopper no tuvo una participación prioritaria en el desarrollo material del COBOL, su Flow-Matic constituyó una de las principales bases del nuevo lenguaje. Hopper participó además en el comité original que determinó su creación (CODASYL), promovió su adopción por las fuerzas armadas y la empresa privada, y desarrolló compiladores específicos para COBOL.

Tanta fue su influencia, que ha pasado a la historia de la informática como su creadora. En 1970, COBOL era ya el lenguaje de programación más utilizado del mundo. Hoy en día, 62 años después, se estima que el 85% de todas las transacciones de negocios siguen usando este lenguaje y decenas de miles de empresas utilizan todavía sistemas COBOL, especialmente en el ámbito de las finanzas y los seguros. Un legado impresionante.

Imagen: Yale University

Vuelta a la US Navy

Durante sus años en el sector privado, Hopper mantuvo su condición de reservista de la Armada norteamericana, colaborando en numerosos proyectos de defensa. En 1966, no obstante, tuvo que retirarse forzosamente con el empleo de Capitán de Fragata por haber superado la edad permitida, lo que en sus propias palabras fue el día más triste de su vida. Su disgusto duró apenas 7 meses, el tiempo justo para ser llamada de nueva al servicio activo a la edad de 60 años, sirviendo como Directora del Grupo de Lenguajes de Programación de la Navy, con el encargo de estandarizar la compleja panoplia de lenguajes existentes ante la creciente demanda de procesamiento de datos.

Grace Hopper se mantuvo en servicio activo otros 19 años, retirándose a la edad de 79 con el empleo de Contralmirante y el apodo legendario, otorgado por sus subordinados, de “Amazing Grace”. No terminó ahí su carrera: justo después del retiro, se incorporó como consultora senior de relaciones públicas en la empresa Digital Equipment Corporations, donde trabajó hasta unos meses antes de su fallecimiento en 1992, a los 85 años. Fiel a su lema, nunca dejó de gobernar el rumbo de su existencia.

En los últimos años de su vida recibió más de 40 títulos honoris causa, numerosas cátedras, premios y reconocimientos. Fue enterrada con honores militares en el Cementerio Nacional de Arlington.

En 2016 recibió a título póstumo la Medalla Presidencial de la Libertad, considerada como la concesión civil más alta en los Estados Unidos, por sus extraordinarios servicios y contribuciones en el campo de la informática.

Desde 1994 se celebra en su honor la Grace Hopper Celebration of Women in Computing, la mayor concentración anual de mujeres en la informática del mundo, con más de 15.000 asistentes de todo el globo. Su ejemplo perdura.

La comunicación y la enseñanza, sus dos otras grandes pasiones

Paralelamente a su ingente labor profesional, Grace Hopper nunca dejó de enseñar y divulgar, bien como profesora en diversas universidades o como conferenciante en innumerables seminarios para muy diferentes audiencias, organizados desde la US Navy o las empresas en las que trabajó.

Al recibir la Medalla Nacional de Tecnología de manos de George Bush en 1991, la más alta condecoración tecnológica del país, siendo además la primera mujer en recibirla, declaró:

“Si me preguntaran de qué logro estoy más orgullosa, mi respuesta sería de toda la juventud que he adiestrado durante estos años; eso es más importante que haber escrito el primer compilador”.

Es asimismo destacable su labor divulgadora a través de libros y artículos. Era una ferviente defensora de la documentación en sus programas; no en vano, escribió el primer manual de programación de la historia.  Sobre este aspecto, apuntaba: “He llegado a sentir que no tiene sentido hacer nada a menos que seas capaz de comunicar”.

Lecciones

La trayectoria de Grace Murray Hopper nos ofrece múltiples lecciones sobre cómo afrontar la incertidumbre y aprovechar las circunstancias del momento, aunque los condicionantes puedan no jugar en nuestro favor.

Para Grace, ser mujer en una época y en un entorno profesional dominado abrumadoramente por los hombres nunca resultó un obstáculo, sino un acicate. Tampoco lo fueron la edad, ni las restricciones burocráticas, ni las exigencias de su disciplina académica.

Quiso ser marino, y vaya si lo fue, la más veterana. Quiso ser matemática y llegó a ser doctora. Enseñó, programó, dirigió, siempre con su ejemplo de vida por delante.

Perseverancia, estudio, preparación, trabajo duro, comunicación y liderazgo fueron sus enseñas.  Cuando le preguntaban sobre sus éxitos desde el punto de vista del management, siempre establecía una distinción que hoy en día cobra más importancia si cabe:

“Se gestionan las cosas y se lideran las personas”

Un director o un mando está sometido a muchas exigencias en su desempeño. Pero tales exigencias son COSAS que debe gestionar, no PERSONAS. Las cosas se gestionan estableciendo prioridades y calendarios, desarrollando sistemas y protocolos, y proporcionando las herramientas necesarias a tu equipo. Luego llega el momento de liderar a dicho equipo, y ello sólo se consigue proporcionando tu visión, tu guía, tu entusiasmo, tu confianza y tu ejemplo a las PERSONAS que lo conforman.

El liderazgo, tal y como lo concebía Hopper, no consiste en gestionar las exigencias diarias de tu puesto, sino conducir a las personas de tu equipo hacia la meta deseada, y asumir tu responsabilidad por ello.

Grace Murray Hopper siempre consiguió impregnar con su visión y su compromiso personal los equipos de trabajo y proyectos que lideró durante su vida. Fue pionera en una disciplina desconocida en medio de un planeta en guerra que estaba dando paso a un nuevo mundo. Casi todo estaba por hacer, todo era extraño e incierto, pero consiguió acomodarse a ese cambio constante e inspirarlo en sus organizaciones.

Aprendió y enseñó a tolerar y documentar el error, a ensayar nuevos enfoques y a pelear por ellos: “si es una buena idea, continuad y llevadla a cabo. Es mucho más fácil pedir disculpas que conseguir el permiso necesario”.

Influyó, insistió, educó y, sobre todo, se atrevió e hizo. No permaneció a resguardo en puertos seguros; navegó por mares ignotos e hizo cosas. Muchas. Increíbles. Hasta casi el último minuto de su vida.

A Grace le hubiera gustado vivir más allá del año 2000, les decía a los escépticos en los años 80, para comprobar los enormes avances que traería la informática a la humanidad; “creo que subestimamos de forma continua y sistemática lo que podemos hacer con los ordenadores si realmente nos lo proponemos”.

Como en tantas otras ocasiones en su impresionante existencia, no se equivocaba.

Artículo escrito por Sebastián Puig

Analista del Ministerio de Defensa

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