Regreso a esta casa después de varios años de ausencia en unos momentos muy difíciles para todos. Mucho antes de que se desatara la pandemia que ha paralizado países enteros, gripando los engranajes de la economía global, ya nos abocábamos hacia un mundo caracterizado por la complejidad, el cambio acelerado y la incertidumbre.
La trágica irrupción del coronavirus ha venido a precipitar y acentuar esta dinámica en todos los ámbitos, imponiendo, además, nuevos usos y prácticas que pueden modificar sustancialmente las reglas del juego político, social y económico.
Una vez contenida, pero no solventada la emergencia sanitaria, llega el momento de regresar a la frágil y mal llamada nueva normalidad, a pesar de los riesgos evidentes, porque el coste de no hacerlo sería, sencillamente, la ruina de todos. Para las empresas, esa vuelta significa descubrir cómo reanudar su actividad en un contexto inédito, con nuevos condicionantes que además son susceptibles de cambiar un día para otro.
Incertidumbre es la palabra, y resiliencia la clave para sortearla, esto es, la capacidad de absorber los reveses, adaptarse y salir de ellos mejor preparado para afrontar la siguiente tanda de dificultades. En mi opinión, tres son las habilidades claves, más allá de la competencia técnica, que se espera de un líder empresarial en este nuevo entorno.
En primer lugar, hay que aprender a gestionar la incertidumbre, como una entrada más del proceso empresarial, con identidad propia. Buscamos la seguridad por puro instinto primario, pero no la vamos a tener en estos días.
Decía Kant que “se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar.” No puedo estar más de acuerdo. Gestionarla requiere una actitud positiva ante lo inesperado, flexibilidad y agilidad mental, apertura de miras y la disposición permanente a aprender.
El aprendizaje y la adaptación continuos deben formar parte, ahora más que nunca, de nuestra forma de actuar. Las lecciones pueden venir de todas partes: otros países, otros sectores, socios o competidores. La nueva información debe ser analizada e incorporada con rapidez; hemos de ser capaces de alterar cualquier enfoque previo, ya sea de forma incremental o radical, a medida que aparecen nuevos datos relevantes. Esta disposición anímica e intelectual debe trasladarse también a la organización y al uso de la tecnología.
Necesitaremos estructuras livianas y una explotación mucho más inteligente de la información.
Muy ligada con la gestión de la incertidumbre (algunos dirán que forma parte de ella), está la gestión de la frustración. En un momento en el que los rebrotes epidémicos no son descartables, las decisiones políticas pueden resultar erróneas o desfavorables a los intereses de la empresa, la competencia se nos adelanta o lo que parecía funcionar bien deja de hacerlo, no podemos claudicar ante el primer, el segundo o el enésimo revés.
Como dice el viejo dicho anglosajón, “Cry A river. Build a bridge. Get over it”. Tener paciencia, fortaleza mental, sólidos principios y visión a largo plazo son elementos que permiten salir adelante en las situaciones más frustrantes.
A estas alturas, ya habremos comprendido que, en el contexto actual, ni las personas, ni las empresas ni los gobiernos pueden resolver sus problemas en solitario.
Por consiguiente, el tercer elemento clave de resiliencia, como apuntaba en una reciente entrevista, será la facilidad para establecer conexiones y formar equipos, desarrollar proyectos conjuntos y alianzas, con un enfoque multidisciplinar, innovando en la forma de hacer negocios.
Gestionar la incertidumbre, superar la frustración y trabajar en equipo es lo que llevan haciendo los marinos del mundo a lo largo de la historia.
Como uno de ellos, no me resisto a ofrecer unos últimos consejos marineros para sortear el temporal que nos golpea:
- Máxima preparación, y eso significa conocimiento preciso de la empresa y sus procesos, sus personas y sus talentos. Los pequeños detalles que antes no tenían importancia ahora resultan vitales. No podemos permitirnos vías de agua, material accesorio, cargas innecesarias.
- Paciencia, confianza en uno mismo y preocupación por la tripulación. Mantener a nuestra gente unida y de buen ánimo ayuda a afrontar mejor las situaciones difíciles y a mantener el rumbo en aguas turbulentas.
- No olvidar las líneas de seguridad financieras y administrativas a disposición de las empresas en estos días. En las actuales circunstancias, no podemos permitirnos el lujo de no llevar puestos los chalecos salvavidas y los arneses.
- Todo buen marino sabe que navegar demasiado deprisa puede resultar peligroso con grandes oleajes. Hay que acomodar el barco al ritmo de las olas, y la empresa a las circunstancias líquidas del momento. A eso se le llama ojo marinero y se adquiere con la experiencia.
- En la mar, durante un temporal, lo más importante es conocer nuestra situación en todo momento y con la máxima precisión posible para evitar la peligrosa deriva que nos haga encallar en unos bajos o precipitarnos hacia la costa. Los marinos tenemos nuestras cartas de navegación, nuestra brújula, nuestro GPS. La empresa tiene sus datos: históricos y actuales, financieros, operativos y del entorno. Datos, datos y datos. No cabe navegar a ciegas.
En la mar, en la empresa y en la vida, haciendo mías las palabras de Santiago Posteguillo, cada variable es una posibilidad, cada posibilidad una incertidumbre, cada incertidumbre una oportunidad.
Mucha suerte a todos en estos días extraños y complejos que nos aguardan.
Never surrender, queridos lectores.
2 Comentarios
Tomar tus fortalezas para impulsar cambios, buen mensaje el que compartes
Interesantísimo análisis. Pensé en el Judo. Tener actitud de judoka. Aprovechar la fuerza y la sorpresa de los ataques que vienen para ganar..