Hay que pactar con el día a día. Básicamente hay que pactar con nosotros mismos y no dejar que las urgencias se nos coman la estrategia. Evitar que la procrastinación se apodere de nosotros. Intentar que nuestras inercias no se orienten a la pura táctica. Dejar espacio a la estrategia es no perder de vista la visión que queremos alcanzar cuando construimos nuestra agenda. En medio de la batalla es cuando no hay que perder la visión. Aprender a distinguir lo que son incidentes, molestias y problemas. No dejar que cualquier incidente se apodere de todo nuestro tiempo, e incluso aprender a lidiarcon los problemas sin perder nuestro norte estratégico.
Intento construirme un esquema de prioridades a la hora de gestionar mi tiempo:
1. Vender. Las empresas si no vendemos, no existimos. Hay que vender siempre. Vender no es una molestia, vender es el aire de la empresa. Hay que respirar.
2. Dinamizar equipos y personas. Una vez vendido hay que producir y hay que aprender juntos de los proyectos, de los que van bien y especialmente de los que presentan dificultades. Hay que crear cohesión y bienestar en un marco de competitividad. Estar atentos a procurar una lógica de talento capaz de atraer talento. Oponer meritocracia a mediocridad.
3. Aprender. Pensar. Escribir. Si no aprendes cada día, te encallas o te desorientas empresarialmente y te encoges intelectualmente. Aprender es fundamental. Solamente respetamos a los jefes de los que aprendemos. Sin aprender es muy difícil repensar nuestras estrategias y mejorar nuestros posicionamientos. Si no escribimos no sabemos lo que pensamos.
4. Atender a los clientes. En nuestro caso, atender quiere decir arremangarse con ellos. Aportarles valor no es fácil. Los clientes son lo que nos da sentido. Hay que estar pendientes. Como decía Gandhi, el día que los clientes te molesten, dedícate a otra cosa. Atender es el primer paso a fidelizar.
5. Cobrar. No todo el mundo tiene que hacerlo todo, pero hay que tomarse muy en serio la gestión de cobros, no hay que olvidar que es básico para la supervivencia. Sin tesorería no podemos funcionar.
6. Innovar y emprender. Las empresas innovadoras son las que saben meter la innovación en la agenda del presente. Hay que encontrar tiempo para innovar aunque el día a día sea duro. Sin innovar perdemos diferenciación, nos commoditizamos, dejamos de aportar valor al cliente, nos diluimos.
7. Comunicar. Crear relato. Incorporar la comunicación al corazón de los productos y servicios. Cuánto más innovamos y cambiamos, mejor debe ser nuestra comunicación. Comunicar en un contexto de infoxicación y redes sociales no es fácil.
Por descontado hay mucho más. Atender a los accionistas. Crear networking. Explorar las oportunidades del ecosistema. Tener un sistema de información robusto y agilidad en las operaciones. Disponer de procesos en calidad. Tener resuelta la gestión financiera y las cuestiones fiscales. Afrontar retos sociales desde nuestra capacidad operativa y de negocio. El poliedro tiene muchas caras, pero me he impuesto marcar 7 prioridades y aquí están. No quiero proclamarlas como algo universal y un paradigma del management. La pretensión es mucho más humilde. Compartir un ejercicio de prioridades que, en mi experiencia personal, cuesta mucho de defender ante las inconveniencias de la contingencia.
Por último, lo fácil siempre es echar la culpa a los demás. Que si nos tocan clientes pesados, que si los equipos no son perfectos, que si no hay tiempo para innovar. La lista de excusas no termina nunca. Cuantas más excusas, más mediocridad. Nuestro compromiso estratégico pasa por nuestra agenda. Somos nuestra forma de gestionar nuestro tiempo y con qué competencia lo hacemos. Ni culpas, ni excusas. Madurar es dominar más estratégicamente nuestro tiempo.