Pere Condom es una de las mentes más brillantes en el debate actual sobre qué papel debe jugar la innovación, la ciencia y la transformación de nuestra economía y sociedad. Pere tiene el poso de llevar más de 25 años trabajando en gestión de la investigación, en transferencia de tecnología y en creación de empresas tecnológicas y ayudando a crecer al ecosistema.
Ha sido director del parque científico de la Universitat Politécnica de Catalunya y el de la Universitat de Girona, y director de emprendimiento en la Generalitat de Catalunya entre 2014 y 2019. Acaba de publicar el libro “Ciencia, Tecnología y Startups”, con esta excusa hemos tenido conversación en profundidad que compartimos.
— Pere, Ciencia, tecnología y startups… ¿vaya trío, no? ¿Por qué los has conectado en una única obra?
Los veo relacionados. De hecho, te diría que no entiendo una cosa sin la otra. Vamos hacía un escenario —si no es que estamos ya plenamente inmersos en él— en el que la actividad económica se genera esencialmente a partir de aquello que definimos como “conocimiento”.
Más en detalle, te diré que estamos ante dos fronteras.
La primera es el límite del conocimiento humano, esa barrera que marca lo que sabemos y que avanza gracias a la Ciencia. El segundo límite es la frontera tecnológica, que es lo que somos capaces de construir con aquel conocimiento extremo.
La tecnología es hoy esencialmente resultado de ese conocimiento científico extremo. Las grandes corporaciones buscan con ahínco tener siempre un pie en esa frontera tecnológica. Y además hoy hay algo que hace que las dos fronteras evolucionen en paralelo: las pequeñas empresas tecnológicas, las startups.
Las startups están creadas por gente emprendedora y con ganas de impactar, son pequeñas empresas ágiles, innovadoras, que asumen gran riesgo en sus desarrollos y que se acompañan del capital riesgo.
Las tres ideas están totalmente conectadas y son las que ya sustentan la economía de gran parte del mundo.
Fíjate; tenemos ante nosotros el mejor ejemplo: las vacunas contra la pandemia. Son resultado simultáneo de la ciencia pública, de las grandes corporaciones y también de las pequeñas empresas biotecnológicas. Ese es el modelo que describo en el libro.
—El libro empieza con una reflexión que me encanta: una gran mayoría de los avances científicos y sociales surgen en contexto SIN planificar, hay quien pensará, ¿cómo es esto posible? ¿Las grandes ideas no se planifican?
Somos capaces de planificar aquello que conocemos.
Es imposible planear los grandes logros, las grandes disrupciones, ya que apenas las intuimos. Esas surgen espontáneamente y, además, lo hacen de manera inevitable.
Debo explicarme, ya que esto parece un contrasentido. Todas las tecnologías nacen, crecen y mueren, siguiendo un ciclo de vida. Ese ciclo se dibuja con cientos o miles de puntos. Cada punto representa a una empresa con su producto, que intenta ser mejor que lo que había hasta ese momento. La sociedad humana avanza en sus soluciones de manera muy laboriosa, añadiendo puntos y más puntos en la construcción de curvas vitales de las tecnologías.
Y cuando el colectivo de científicos y empresarios se da cuenta de que, a pesar de los esfuerzos y de las grandes inversiones, los intentos de mejora no generan resultados en las prestaciones tecnológicas, entonces, inevitablemente aparece una nueva y mejor tecnología. Y el ciclo vuelve a empezar.
La tecnología es pues acumulativa. Por lo tanto, los inventos llegan cuando toca, cuando el medio que debe generar ese invento está suficientemente maduro. Una solución —y su revolución— llega cuando están a punto las piezas y el conocimiento necesario. Pero cuando estas piezas y conocimiento están a punto, entonces es inevitable que se llegue rápidamente a la solución.
En resumen, las grandes ideas no se planifican. Pero, sí que se planifica —al detalle— una sociedad y una economía que genera grandes ideas.
—¿Cómo defines tú la tecnología?
La manera más sintética de responder a esta pregunta es la que antes mencionaba: Estamos en un mundo tecnológico, en el que la tecnología está cada vez más relacionada con la Ciencia. Tecnología es pues todo aquello que convierte la frontera del conocimiento en algo práctico y útil para las personas. Si debo concretar un poco más, te diré que tecnología es el mundo digital, pero también el biotecnológico o el biomédico.
Tecnología son los ordenadores, internet y el móvil; o esas máquinas que encontramos en una fábrica, los robots y la inteligencia artificial, los microorganismos modificados, la nanotecnología, la realidad virtual o aumentada, la impresión 3D, los nuevos materiales, como el grafeno, blockchain y los ordenadores cuánticos, etc. Por supuesto, el libro considera que las vacunas son tecnología. ¿Quién no ha oído hablar estos días de las vacunas basadas en las técnicas de ARN mensajero?
— ¿Qué ha cambiado la forma de crear tecnología en los dos últimos siglos?
Hoy tenemos un potente entramado productor de conocimiento y tecnología: son millones las personas dedicadas a crear ciencia y tecnología. En el mundo hay hoy más de 28.000 universidades y 2.500 hospitales investigadores. La humanidad dedica cada año más de un millón de millones a la I+D. Cada año se publican 1,5 millones de artículos científicos y la oficina de patentes americana registra anualmente 400.000 patentes.
Son cifras enormes. El entramado que la humanidad ha articulado en los últimos 200 años para producir Ciencia y Tecnología es una bestia enorme, formidable. Además, el crecimiento se acelera.
Por ejemplo, a mitad del siglo XX se leían cada año 15.000 tesis doctorales. En 2010, esta cifra fue de 160.000. Las patentes también se han multiplicado por 10 en el mismo periodo. Se dice que de todos los científicos que han existido a lo largo de la historia, hoy siguen vivos más del 80%.
Por tanto, lo que hasta ahora hemos visto de resultados científicos y técnicos (que es mucho), en el futuro no será más que un pequeña punta de un iceberg. Además, ese entramado está globalmente conectado. La producción científica y tecnológica es ahora universal, uniforme en sus estándares, objetivos y comportamiento.
—Hay un debate entre I+D, Ciencia, mercado… ¿Investigar si no acaba en el mercado, tiene algún sentido?
No existe Ciencia sin la libertad de los investigadores de trabajar por curiosidad. La Ciencia, en sus motivaciones y sus procedimientos, no debe verse acuciada o condicionada por la aplicación práctica. La Ciencia debe tratar de mover la frontera del conocimiento humano. Ahora bien, cuando los investigadores han traspasado esa frontera deben volver y aplicar lo que han visto. Esto es lo que muchos científicos no comprenden.
La penicilina del cáncer: la historia del químico Barnett Rosenberg
Os pongo un ejemplo. En 1999 pasé un breve período en la Michigan State University, trabajando en su oficina de transferencia de tecnología. En aquella Universidad (de mentalidad y finalidad muy prácticas), hace ya varias décadas, se produjo un hecho que mucha gente diría que fue un milagro. Un investigador, el químico Barnett Rosenberg, tenía curiosidad por saber cómo se comportaban los microorganismos cuando se les aplicaba un campo eléctrico. Rosenberg puso una suspensión de la bacteria Escherichia coli entre dos electrodos de platino. Observó que la división celular de las bacterias se inhibía, pero no su crecimiento. Rosenberg intuyó rápidamente el potencial de aquello: podía ser una manera de tratar la división celular descontrolada del cáncer.
Después de mucho trabajo llegó al compuesto mágico, el cisplatino. El cisplatino y el carboplatino, que se desarrolló más tarde, se han llamado la «penicilina del cáncer«, ya que fueron los primeros y también han sido los más prescritos y eficaces para muchos cánceres. Ese investigador no pretendía curar el cáncer. Pero vio el potencial de su trabajo y buscó la aplicación.
La parte práctica de la Ciencia está en la mente de los investigadores. Debo recordar que aquella Universidad ha obtenido más de 430 millones de dólares por la licencia de aquellos desarrollos, los cuáles ha reinvertido en nueva investigación.
—¿Cuáles son los grandes fallos entre los vasos comunicantes del conocimiento más básico y científico y lo que acaba en la sociedad o el mercado? ¿Qué es lo que más frena la transferencia del conocimiento?
Lo que más frena la transferencia de conocimiento es no tener una suficiente capacidad de generar conocimiento.
Si un país no dispone de un potente entramado investigador (universidades, hospitales investigadores, centros de investigación, etc.) nunca podrá tener una economía basada en la ciencia y la tecnología. Ello podía no ser importante en el pasado. Pero ahora una situación de este tipo es una tragedia.
La era de la Economía de la Ciencia
Piensa que estamos entrando en una nueva era: la de la economía de la ciencia, totalmente basada en el conocimiento. Cuando un país consigue disponer de un potente sistema investigador, entonces debe asegurarse que sus científicos tengan aquella mentalidad que antes describía. Es decir, que cuando han cruzado la frontera del conocimiento (generando por el camino abundantes publicaciones científicas), deben volver con un carácter emprendedor y una clara voluntad de convertir esa frontera del conocimiento en frontera de la tecnología. Y, por tanto, en actividad económica.
Para el caso de España, aunque el libro no profundiza en ello, déjame que mencione tres factores negativos:
- la falta de inversión en Ciencia,
- una débil mentalidad práctica y emprendedora del sistema
- y la enorme burocracia como la gran barrera que dificulta la conversión.
—Me gusta tu concepto de Empresa Permeable, ¿Podrías ampliarnos qué es para ti una empresa permeable?
A mis alumnos de la Universidad les digo que, hace décadas, los investigadores y técnicos de las empresas, cuando interactuaban con el exterior de la compañía, estaban haciendo algo ilícito. Esa gente que trabajaba en I+D y en tecnología tenía prohibido abrirse al entorno. La cultura empresarial del momento veía en la apertura e interacción una difusión y pérdida de información, que podía acabar beneficiando a la competencia de la compañía. Hoy se sabe que la empresa debe ser totalmente permeable (concepto que va más allá del Open Innovation de Henry Chesbrough), ya que ello facilita la entrada de nueva información, de aportaciones y sugerencias que enriquecen lo propio. Hablando y mostrando lo propio se pierde información, por supuesto. Pero se gana más de lo que se pierde.
Un ejemplo de empresa permeable: Philips
Déjame que te ilustre el concepto con un caso extremo, el de Philips. Esa gran empresa holandesa ha reconvertido la que fue su sede central de I+D en un gran polo tecnológico, llamado High Tech Campus. Allí se ubican, además de los laboratorios de I+D de la propia corporación, unas 12.000 personas (talento internacional, programadores, científicos, tecnólogos, emprendedores…) trabajando en 185 empresas y entidades.
Los investigadores y tecnólogos de este Campus formalizan una media de 4 patentes al día, que suponen la mitad de todas las que se solicitan en Holanda. Con ese inmenso proyecto, Philips es pionera en una idea propia de la innovación del siglo XXI:
Por el solo hecho de estar inmersa, de ser presente, en un lugar de innovación, una empresa ya obtiene resultados en su proceso creativo y de desarrollo de nuevos productos. La idea de empresa permeable supone un gran cambio en la manera de hacer innovación.
La empresa dispone de muchos nuevos instrumentos que el libro detalla.
— Y ahora la pregunta del millón, ¿Cómo tiene que cambiar la forma de gestionar las organizaciones para que sean permeables?
Creo que no es tanto un problema de dificultad de ejecución como de mentalidad. Los directivos y los consejos de administración de las corporaciones deben darse cuenta del cambio que se ha producido. A partir de ahí, pueden combinar un doble enfoque: adaptar las estructuras internas de innovación y a sus responsables y, por otro lado, crear nuevos programas que nazcan con esa cultura, con gente nueva. Por ejemplo, incubadoras o fondos de inversión en startups tecnológicas.
El caso de éxito de Montreal y su apuesta por el Deep Learning
—¿Se puede innovar, crear y tener impacto sin abrirse al mundo?
Fíjate en lo que está ocurriendo: Las grandes corporaciones abren centros de innovación y de I+D en todo el mundo. En Montreal, en los últimos cinco años, han llegado compañías como Microsoft, Facebook, inaugurando allí un laboratorio de inteligencia artificial, Google con su Brain Montréal, DeepMind Technologies del Reino Unido, con su segundo centro de inteligencia artificial, IBM, Huawei, Samsung, Corning, Novartis… También Ericsson o Techstars, con sus aceleradoras de inteligencia artificial.
Esto ocurre por ser Montreal el lugar del mundo más activo en Deep Learning. Esas corporaciones quieren estar cerca de lo que ocurre en ese polo tecnológico. Quieren estar en la frontera de la tecnología.
Te cuento otro caso: El primer laboratorio de I+D corporativo fue el de General Electric, creado en 1900. Hasta 1999 esa gran empresa no tuvo otro centro de I+D. Ese año abrió un centro internacional en Bangalore, en la India; en 2000 inauguró una tercera sede en China; en 2004 otra en Múnich; en 2010 en Rio de Janeiro y en 2012 en Israel. En medio, otras sedes locales, en Detroit y en California. Es una explosión de la actividad global de I+D de General Electric en poco más de una década frente a la total centralización en los 99 años previos. Es el mejor ejemplo del nuevo paradigma.
Hoy, el laboratorio de I+D y de innovación de la corporación —General Electric— (y de muchas) es el mundo entero, siempre donde se concentran ciencia, tecnología y startups.
—Startups… ¿cantidad o calidad? ¿Natalidad o crecimiento?
Ambas cosas. Considerando que las startups son empresas de alto riesgo, muchas acaban desapareciendo. Por tanto, un ecosistema debe crear un alto número de ellas para que unas pocas lleguen al final.
Pero no todas las startups sirven. Hoy se habla de Deep Tech, la tecnología altamente sofisticada y disruptiva y —elemento muy importante— que impacta positivamente a la sociedad.
Esas startups Deep Tech son las que generan actividad tecnológica en un territorio como Montreal. O como Cambridge, en el Reino Unido, dónde en 1978 había únicamente 25 empresas tecnológicas y hoy son cerca de 5.000, las cuáles han arrastrado —siguiendo el fenómeno al cual me refería hace un momento— hacia ese lugar a las principales corporaciones mundiales.
En cambio, hay otro tipo de startups que no aportan. Son por ejemplo esas startups de plataforma, que crecen artificialmente en base a grandes inyecciones constantes de dinero. Esas no tienen un efecto positivo en la sociedad, en la economía y en el territorio. Además, rompen con dos factores esenciales: el factor trabajo y la competencia.
Universidad y talento emprendedor
—¿Qué papel deben o pueden jugar las universidades en este triángulo entre Ciencia, Tecnología y Startups (mercado y potencial global)?
Las Universidades tienen un papel esencial. No tanto por generar directamente empresas tecnológicas sino por formar a personas (los estudiantes) con espíritu emprendedor capaces de crear empresas tecnológicas.
Sabemos que la Universidad de Stanford es la cuna del Silicon Valley. Allí, en 2012, se realizó un estudio para determinar las compañías que habían sido creadas por los alumnos y profesores desde 1930. Eran 39.900, con casi 5,5 millones de puestos de trabajo.
En la otra costa americana, en Boston, el efecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha sido similar. Se ha visto que en 2020 las empresas creadas por profesores y alumnos de esa pequeña universidad superan las 30.000.
Ello ocurre también en China, con su selecta universidad Tsinghua, o en Israel, en la Universidad Technion.
Israel es el tercer país del mundo, por detrás de Estados Unidos y la China, en número de empresas en el NASDAQ. La mitad de ellas han surgido de Technion.
Esa es la universidad del futuro: la que impregna a sus estudiantes de ciencia y tecnología y les ayuda a crear empresas, las cuáles acaban concentrándose en el territorio, generando vida económica y social.
— ¿Qué te preocupa en este puzle global de la innovación?
Me preocupa que Europa está poco presente en el nuevo paradigma, que se concentra en Estados Unidos y China. Me preocupa que, dentro de Europa, España esté desaparecida.
Después de que tantos de nosotros hayamos dedicado décadas de nuestra vida a construir un país más competitivo en Ciencia y Tecnología, me pregunto: ¿qué hemos hecho mal en todo ese tiempo para que estemos mucho peor ahora que hace 20 años? Y me cuesta entenderlo.
—¿Cuál crees que es nuestro gran reto para que esta pandemia no acabe de lastrar por décadas la estructura de nuestra economía?
No sé si responder a esa pregunta. Si lo hago, al lector le quedará un amargo sabor final ya que, siendo honesto, debo expresar mi pesimismo. España saldrá de la pandemia con una enorme deuda pública y Europa volverá a las condiciones y al rigor presupuestario y financiero, lo que implicará recortes en el sector público. Por desgracia, pienso que la I+D se verá todavía más afectada.
Soy de los que piensan que hay que invertir (y no recortar) en educación, en investigación y en innovación para garantizar una mayor actividad económica en el futuro. Mi única esperanza es que los gobernantes lean este libro (o muchos similares que abogan por estas ideas), comprendan cómo funciona hoy la generación de riqueza y cavilen acerca del enorme costo futuro que ello tendría.
1 Comentario
Muchas gracias por el artículo, me ha parecido instructivo e interesante. Tengo un único punto que me cuesta aceptar. Viendo las cifras presentadas por entidades que se mueven en estos entornos, por ejemplo COTEC, aquellas no nos indican que ahora estemos mucho peor que hace 20 años. Estábamos muy mal y seguimos estando muy mal pero no peor Quizás añadiría mucho valor a esta entrevista el detallar el porqué de la afirmación. El tema es tan importante que conviene mucha precisión.
Me atrevo a apuntar también que no creo que se deba invertir en educación (pública) si haber hecho previamente una transformación disruptiva de las estructuras de las universidades. Por mucho que se invierta en los mismos procedimientos nunca obtendremos resultados diferentes a los actuales