Si te preocupa tu productividad personal, la de tu grupo de trabajo o la de tu empresa, seguro que has buscado información sobre cómo mejorar y te has encontrado infinidad de veces con esa extraña palabra: procrastinación.
La procrastinación es algo a lo que te enfrentas con mayor o menor éxito cada día sin darte cuenta. Necesitas entender cómo funciona, qué elementos psicológicos hay detrás de ella y qué estrategias son las más adecuadas para combatirla con un mínimo de garantías.
Si bien la palabra procrastinar parece un anglicismo importado, lo cierto es que procede del latín (pro-, diferir, crastinus, el día siguiente) y está recogida en el diccionario de la Real Academia Española como sinónimo de diferir y aplazar. En términos muy sencillos, estás procrastinando cada vez que te dices a ti mismo “bueno, eso ya lo haré mañana”.
El fenómeno de la procrastinación empezó a ser estudiado por filósofos, psicólogos y economistas a partir de que George Akerlof escribiera en 1991 un ensayo titulado Procrastination and Obedience (“Procrastinación y obediencia”). A través de su propia experiencia—estuvo varios meses meses retrasando cada día, de forma incomprensible, una tarea que tenía que realizar—Akerlof se dio cuenta de que este fenómeno, más allá de ser un mal hábito, sobrepasaba todos los límites de la racionalidad.
Según los académicos, la procrastinación tiene lugar, no cuando decides dejar algo para mañana, sino cuando lo haces a sabiendas de que será perjudicial y va contra ti mismo. Y ahí es precisamente donde está ese punto de irracionalidad. Procrastinamos a pesar de que hacerlo incide negativamente en nuestra moral, aumenta nuestro estrés y no nos ayuda para nada a ser más felices.
No hay ninguna correlación entre la inteligencia o el nivel de estudios o conocimientos de las personas y la procrastinación. Son factores irrelevantes. Desde un punto de vista económico, se percibe un beneficio muy superior en hacer las tareas de hoy, lo que nos lleva a posponer las tareas del futuro una y otra vez, hasta que es demasiado tarde. Dicho de otro modo, parece ser que la causa principal de la procrastinación está en la tendencia social reciente a prestar más atención a aquello que es actual y vigente.
Cada decisión incorrecta—cada vez que elegimos aplazar—supone una pequeña pérdida (en términos generales, no sólo económicos), pero la acumulación de estos errores en el tiempo pueden suponer grandes pérdidas al final. Y las consecuencias pueden ser muy importantes. Akerlof muestra varios ejemplos significativos: personas que viven su vejez en la pobreza porque no supieron ahorrar en su momento, personas con problemas y enfermedades por abuso de sustancias que no supieron dejar, y empresas que fracasan porque los proyectos ni se empiezan si se terminan cuando es debido.
Hay quien piensa que se puede procrastinar productivamente. Al menos, eso es lo que dicen ciertas teorías que hablan de procrastinación positiva.
Los descansos son necesarios para rendir convenientemente. Si en un momento dado, tu energía o tu estado de ánimo están muy lejos de ser óptimos, dejar de trabajar es una buena opción. Quizás no sea el momento de empezar un proyecto porque haya aspectos clave que no estén suficientemente definidos. A veces, simplemente es mejor esperar, aunque yo a esto lo llamaría procrastinar: La personas eficientes saben cuando tienen que empezar una tarea y cuando tienen que esperar.
Este movimiento asegura que para las personas muy perfeccionistas, procrastinar puede ser incluso productivo. Al no empezar un trabajo hasta el último momento, no pueden dedicarle todo el tiempo del mundo a obtener el resultado perfecto. Se tienen que conformar con un resultado “suficientemente bueno”. Y antes de empezar ese trabajo pudieron hacer otras muchas cosas que seguramente no habrían hecho si hubieran empezado por la tarea más importante.
En realidad, procrastinar no tiene nada que ver con la pereza. Los procrastinadores naturales son en realidad grandes trabajadores. Son capaces de realizar una gran cantidad de trabajo, siempre que no sea el que se supone que deberían estar haciendo en este momento.
Hacer otra tarea, una menos importante que la que tenemos que hacer, es la procrastinación más habitual. Sabes cuál es la tarea número uno de tu lista, pero tienes la imperiosa necesidad de hacer cualquier otra cosa antes que eso. Así que eliges una o varias tareas más fáciles, aunque menos importantes, para no hacer lo que no quieres hacer.
Hay opiniones para todos los gustos, pero en mi opinión la procrastinación es un gran enemigo de la productividad y las personas que tienen este comportamiento de forma habitual no aprovechan en absoluto su potencial.
¿Que puedes hacer para no procrastinar o, al menos, reducir en buena medida tu grado de procrastinación? Pues hay muchas estrategias que pueden ayudarte en esa lucha contra ti mismo. Una por una generan pequeños beneficios, pero una combinación de ellas pueden producir grandes ganancias. Aquí te dejo mis 20 estrategias para dejar de procrastinar. Elije, prueba y adopta las que te funcionen mejor.
Sobre el Autor:
Francisco Sáez es el creador de FacileThings, una herramienta de productividad personal en la nube, y escribe habitualmente sobre productividad y GTD en este blog
1 Comentario
No suelo pasar avisos propios. Pero para el que quiera profundizar el tema. Hay un librito que es una joya
«La procrastinacion eficiente» del filósofo John Perry