La próxima reforma fiscal podría traer, además de una nueva subida del IVA, una rebaja en las cotizaciones a la Seguridad Social. El debate sobre sus efectos suele dar lugar a posiciones encontradas entre quienes creen que las cuotas son soportadas por las empresas -apelando a que la carga empresarial de la Seguridad Social supone alrededor del 30% del salario de un trabajador- y quienes defienden que, en realidad, quien soporta realmente la cotización son los trabajadores. Esta relevante pregunta, -“¿quién soporta realmente los efectos de un impuesto?”- tiene, a pesar de su importancia, una respuesta esquiva y a menudo incomprendida.
La concisa respuesta teórica a la pregunta es completamente aceptada y compartida por una amplia mayoría de economistas de todo el espectro ideológico, pero resulta sin duda incomprensible para los no iniciados: el teorema de la incidencia impositiva demuestra que la carga de un impuesto sobre un bien o servicio se reparte entre la oferta y la demanda en función de su elasticidad relativa. Pero ¿qué quiere decir exactamente esta críptica respuesta?
En primer lugar, el teorema comienza explicando que la carga de un impuesto se reparte entre la oferta y la demanda, siendo irrelevante quién ingresa efectivamente el impuesto en Hacienda a la hora de calcular su incidencia. Por ejemplo, el Impuesto sobre el Valor Añadido grava supuestamente al consumidor, pero, para “simplificar los trámites” -o para reducir la evasión fiscal- es la empresa la que se encarga de entregar a Hacienda el IVA devengado por los consumidores. La clave está en que esta circunstancia no afecta al hecho de quién soporta realmente un nuevo impuesto sobre un determinado bien.
De la misma forma, y acercándonos al tema principal del artículo, las cotizaciones a la Seguridad Social en España están artificialmente separadas entre “cotizaciones a cargo del trabajador” y “cotizaciones a cargo de la empresa”. Ambas aportaciones suponen aproximadamente el 6% y el 30% del salario bruto del trabajador: si un trabajador recibe 100 euros en su nómina, 6 de los mismos le serán deducidos a cargo de la Seguridad Social, mientras la empresa aportará otros 30 euros -que el trabajador no ve reflejado en su nómina-. Esta división entre la empresa y el trabajador refleja la ingenuidad en el diseño de quien en su día pensó que parecía justo que la empresa cargase con cinco partes de cotización por cada parte soportada por el trabajador. Pero lo cierto es que, si en su próxima nómina apareciesen reflejados ambos conceptos -Seguridad Social a cargo del trabajador y Seguridad Social a cargo de la empresa-, no se produciría ningún cambio ni en los salarios ni en el nivel de empleo de España.
¿Quién soporta entonces cada parte del impuesto? Para comprender la segunda parte de la respuesta -que dice que los impuestos los soportan la oferta y la demanda ”en función de su elasticidad relativa”- resulta más fácil razonar a partir de bienes normales. La elasticidad de la demanda de un bien es el grado de respuesta de los consumidores a variaciones en el precio de dicho bien. Así, un bien tiene una demanda muy inelástica cuando, ante variaciones en su precio, la cantidad demandada por los consumidores varía muy poco. El tabaco es un buen ejemplo de bien con demanda inelástica, ya que la adicción que genera empuja a los fumadores a aceptar grandes subidas a cambio de su dosis diaria. En cambio, existen bienes cuya respuesta a las variaciones en el precio pueden ser muy pronunciadas, como en el caso de una entrada de cine, una forma de ocio con muchos sustitutivos. En su lugar, uno puede por ejemplo ir al teatro, a cenar, o puede también esperar a que la película en cuestión esté disponible en el videoclub o en la televisión. Es por ello que su demanda se considera elástica (sensible).
La elasticidad o inelasticidad también puede observarse en la oferta de un bien o servicio. Por ejemplo, la oferta de energía nuclear es muy insensible al precio. Cuando el precio de la energía sube, la estricta regulación nuclear impide que aparezcan de la noche a la mañana nuevas centrales nucleares para aprovechar su mayor rentabilidad relativa. Y, del mismo modo, aunque el precio de la energía se desplome, las centrales no dejarán de producir energía, ya que el coste de oportunidad de parar una central nuclear es prohibitivo, pues la central no sirve para nada más. Así, decimos que la oferta de energía eléctrica es muy inelástica. En cambio, muchos bienes normales tienen una alta elasticidad. La producción de queso, por ejemplo, puede reaccionar extraordinariamente rápido a variaciones en el precio, ya que su factor básico, la leche, puede dedicarse a otros fines.
Una vez comprendida la importancia de las elasticidades relativas ya podemos abordar la pregunta de quién soporta realmente un impuesto. Cuando las autoridades suben los impuestos al tabaco, el coste del mismo lo acaban soportando casi totalmente los consumidores, al ser su demanda muy inelástica. De la misma forma, si el gobierno pusiese una tasa adicional a la energía nuclear, sería ésta la que absorbiese el coste, ya que no puede variar su producción para adaptarse a la nueva realidad. De la misma forma, si el Gobierno pretendiese gravar el cine con un impuesto específico, el consumidor no soportaría prácticamente ningún coste, ya que huiría hacia otras alternativas de ocio mientras las salas soportarían en gran parte el coste.
Volvamos a la pregunta original. ¿Quién soporta realmente las cotizaciones a la Seguridad Social? Responder a esta pregunta implica responder antes a otra: ¿cómo son las elasticidades relativas de la oferta y demanda de trabajo? En el mercado de trabajo, los trabajadores “venden” su tiempo libre a los empleadores, de forma que la oferta de trabajo la constituyen los propios trabajadores. Y, en primer lugar, existe una parte de la oferta de trabajo que es tremendamente inelástica: puesto que la mayoría de las personas necesitan vivir de su trabajo, todos estaremos dispuestos a trabajar por muchos impuestos que tengamos que soportar, lo cual implica que una parte importante de los impuestos al trabajo está soportada por los trabajadores. La cuestión es, ¿soportan la misma carga impositiva todos los tipos de trabajadores? La respuesta es un rotundo no.
De la misma forma que los bienes se ven afectados de forma distinta por un nuevo impuesto, también se ven afectados los trabajadores de cada sector. Por ejemplo, el efecto de una subida del IVA al cine y a los servicios funerarios no puede ser la misma. Mientras los consumidores de cine tienen multitud de alternativas de ocio, no existe prácticamente alternativa a la hora de contratar servicios funerarios básicos para un familiar: los servicios funerarios pueden trasladar a sus clientes la mayoría de las nuevas subidas impositivas, pero los cines y sus trabajadores han de asumir gran parte de los nuevos impuestos. Otros ejemplos de sectores con demanda relativamente inelástica podrían ser el el energético, los servicios de telecomunicaciones (¿cuántas personas renunciarían a su linea de móvil por una subida del 10% en la tarifa?; poquísimas) los productos alimentícios básicos o incluso el fútbol (¿cuántos aficionados al fútbol cambiarían su pasión por el hockey debido a un nuevo impuesto sobre las retransmisiones televisivas?). Por el contrario, los sectores con demanda más elástica sí que tendrían que asumir las subidas impositivas. Un buen ejemplo es el turismo, ya que España compite con muchos otros países por los turistas de medio mundo. Los hoteles españoles difícilmente podrían repercutir al turista un nuevo impuesto, ya que este siempre tiene la opción de viajar a Francia, Italia o Turquía.
Pero la consecuencia más interesante del teorema de la incidencia impositiva es su relación con la oferta de trabajo. De la misma forma en que la demanda de trabajo puede ser elástica o inelástica, también lo puede ser la oferta. La mejor forma de comprenderlo es pensar en las profesiones hiperespecializadas. Imagine por ejemplo un orfebre con una dilatada experiencia profesional. ¿Qué sucedería si el Gobierno impusiese un fuerte impuesto a las joyas? La demanda probablemente se desplomaría y el orfebre habría de compensar el impuesto con su renta (bajando el precio de su trabajo) para no perder demasiados clientes, ya que por su fuerte especialización es probable que no fuese muy productivo fuera de su actividad -algo que también sucedería con un dentista o, de nuevo el ejemplo es útil, con un futbolista-. Por otra parte, los trabajadores poco cualificados están a salvo del gravamen de una actividad particular, ya que pueden desarrollar su actividad en múltiples sectores, pero se ven más afectados por las subidas y bajadas generales de tipos al ser más fácilmente intercambiables (y al ser sus ocupaciones más fácilmente mecanizables).
Existe no obstante un grupo de trabajadores con una clara ventaja en este aspecto. Son las profesiones altamente cualificadas pero no atadas a un sector en concreto, denominadas genéricamente “servicios profesionales avanzados”, los cuales engloban actividades como el diseño, la programación, la gestión empresarial o la ingeniería. Estas actividades se caracterizan en primer lugar por ser útiles en diversos sectores, por lo que un gravamen o crisis en uno de ellos no tiene por qué afectar tanto a sus ingresos. Además, el hecho de ser actividades que necesitan de una fuerte formación hace que sean inelásticas “al alza”. Por ejemplo, aunque en la actualidad exista un auge de las aplicaciones para móviles, se requieren años para adquirir las habilidades necesarias para construir una buena aplicación; es decir, la oferta es inelástica, con lo cual una rebaja de las cotizaciones tendría una incidencia más positiva en dicho tipo de profesiones.
La respuesta a la pregunta original es, por lo tanto, compleja, y depende de las características de su sector y de su profesión. ¿Qué es más inelástico dentro de su sector? Es decir, ¿qué responde con más lentitud a los cambios en los precios? ¿La demanda del producto o quizás los movimientos de trabajadores -la oferta-? La parte más inelástica se llevará la mejor parte en una bajada de impuestos, aunque también se llevará la peor parte cada vez que se produzca una subida. Pero, desde luego, ni el coste ni las rebajas serán nunca las mismas entre todos los tipos de trabajadores. Con todo, sin estas nociones básicas, todo político dedicado a la gestión, debería tener muy en cuenta qué hace con ese instrumento, aparentemente inofensivo, como es la política impositiva. Ojo porque no sólo sirve para recaudar más o menos, puede tener efectos no previstos y crear distorsiones serias en la economía.
Artículo publicado en la Revista Tiempo.
1 Comentario
Gracias por poner el dedo en este tema de que no se habla mucho.
Siempre me ha sorprendido el ratio 6/30 para las pensiones. Pero debe haber alguna razaon, tal vez no economica pero politica o de percepcion. Porque sucede en otros paises (como USA)
Pasa algo parecido (pero diferente) con las propinas o los impuestos de ventacomo el IVA (algunas tiendas tienen anyadido el precio, en otras lo anyaden al pasar por caja; pero el flujo monetario es el mismo)