Lee la primera parte del artículo aquí.
—
Junto a estas recomendaciones básicamente de comunicación y educación financiera, llegarían más tarde las reformas regulatorias de la Dodd-Frank Act (2010), el Informe Vickers (septiembre 2011) y las exigencias del marco de Basilea III.
La limitación de los bonus de los banqueros sería una medida más dentro de este paquete, que dotaría de coherencia al conjunto y no puede considerarse aisladamente. Conviene recordar que, en 2012 el Royal Bank of Scotland (RBS) declaró pérdidas por valor a 6.866 millones de euros y que “pagó más de 600 millones de euros en bonus y salarios variables”. O ya en nuestra casa, por ejemplo, los comités de dirección de las siete cajas que se fusionaron para formar BFA-Bankia (Caja Madrid, Bancaja, Caja Rioja, Caja Canarias, Caja Segovia, Caja Ávila y Caixa Laietana) se atribuyeron unas remuneraciones de más de 133 millones de euros entre los años 2007 y 2011; o los directivos de NCG Banco, con 60.000 afectados por preferentes, que cobraron un millón de euros en 2012.
2) Sobre la segunda cuestión, el debate más vibrante se ha planteado hasta ahora en el Reino Unido, donde los intereses de la City representan cerca del 10% del PIB nacional. En contra, los economistas Kent y Matthews, de la London School of Economics (LSE), que apuntan a que la toma de decisiones de riesgo en la banca no está unida a los bonus, sino a la existencia de bancos «demasiado grandes para caer», lo que les garantiza que en una situación de peligro el Estado saldrá al rescate. Alegan además, que la aprobación de dicha norma provocará la huida de los centros financieros a otra parte del mundo.
Según estos autores, si bien hay una correlación entre los bonos de los banqueros y la toma de riesgos – y por tanto, reduciendo los bonos se reduce la segunda- el problema es que los bonos no son la causa de la excesiva asunción de riesgos sino un efecto. La compensación y la asunción de riesgos son variables endógenas, determinadas por la expectativa de que los bancos siempre serán rescatados por el contribuyente. La consecuencia del rescate sería precisamente el fomento del riesgo sistémico en todo el sistema bancario.
Precisamente sobre la relación de causalidad entre retribuciones y riesgo bancario, Nocolas Veron del Think Tank Bruegel recuerda que «los problemas de la banca europea no se originaron en las áreas de ‘trading’ (negociación de valores)», que es dónde más instaurado está el sistema de pago variable en función de los resultados obtenidos. «Las crisis de los bancos irlandeses o españoles tuvieron mucho más que ver con la actividad comercial tradicional que con la banca de inversión».
Ahora bien, hilando más fino y a favor de la medida, Sony Kappor y Philippe Lambert, mencionan los sesgos estructurales y operativos de una industria donde, manteniendo todas las demás variables constantes, los beneficios van ligados a volúmenes de contratación y a productos financieros (innovaciones financieras) cada vez más arriesgadas.
“En consecuencia, el sistema financiero acaba siendo más grande, más complejo y con una frecuencia de transacciones mayor de lo que es socialmente óptimo o financieramente necesario para servir a la economía real.”
La búsqueda de rentas a nivel individual por el personal bancario -concluyen- se refleja a nivel agregado por un sistema de “búsqueda parasitaria de rentas”.
La recuperación de las primas ante pérdidas eventuales (los llamados claw-backs) no es suficiente porque los riesgos solamente se traducirán en pérdidas en algunos casos, y la vulneración de las normas por parte de estas entidades pasa inadvertida la mayoría de las veces. Es más, la responsabilidad penal es una excepción y los costes suelen ser soportados por los contribuyentes.
Ligar las remuneraciones al riesgo de la empresa tampoco funcionará, puesto que incluso los grandes traders sólo son responsables de una fracción del riesgo global de la empresa. La sensibilidad de los bonus a los beneficios es mucho mayor que cualquier aumento en el riesgo asumido. De ahí que resulte enteramente racional la toma de más riesgo. Pagar a los banqueros en acciones u opciones sobre acciones también puede ser contraproducente en la medida en que fomenta las ganancias a corto plazo aunque sea a costa de riesgo en el largo plazo.
Los bonos supuestamente recompensan el esfuerzo o la capacidad, pero están basados generalmente en resultados porque son más fáciles de medir. Por ejemplo, cuanto mejor trabaja un dentista más ingresos obtendrá, capacidad limitada eso sí, a las 24 horas del día. En las finanzas, el vínculo entre el esfuerzo y el beneficio es mucho menos robusto. Mayores volúmenes o contratos más arriesgados pueden generar mayores beneficios pero el esfuerzo adicional requerido por cada trabajador es muy débil.
A juicio de los autores, sólo hay dos formas de abordar el sesgo estructural de estos incentivos: bien aumentando la responsabilidad de cada operador bancario sobre los riesgos asumidos, o bien limitando las recompensas. La generalización de estas limitaciones, podría extender una mayor prudencia en la asunción de riesgos, -según el eurodiputado verde alemán Sven Giegold que apoyó la medida-, a los fondos de inversión y el sistema bancario en la sombra.
Ahora bien, reconociendo el papel del aumento de retribuciones como cooperador necesario en la asunción de riesgos, ¿son eficaces estas limitaciones? ¿tienen capacidad disuasoria suficiente en el ser humano?
a) en primer lugar, es posible que la reducción de la relación entre retribución y desempeño, conlleve una disminución de éste último.
b) además, los detractores de esta norma argumentan que los bancos se ajustarán simplemente aumentando la parte fija, por tanto, disminuyendo su flexibilidad –y la posición competitiva de los bancos- cuando aparezca la siguiente crisis y trasladando este riesgo al contribuyente, que es precisamente lo que se quiere evitar.
“Por desgracia [el texto acordado] aumentará los costes fijos en un momento crucial de la reestructuración financiera. El resultado será un aumento del riesgo de los bancos. Esto dañará seriamente la competitividad europea y tendrá un impacto negativo en la economía real”, según Simon Lewis, consejero delegado de la Asociación de Mercados Financieros en Europa, representante de la industria bancaria.
c) una forma de elusión sería por tanto, el aumento del salario fijo y los pagos en especie.
d) la ineficacia de algunas iniciativas ya existentes. El Reino Unido dispone ya de normas sobre compensaciones en el sector bancario. The Remuneration Code, en vigor desde Enero de 2010 se aplica a cerca de 2,700 empresas del sector (y a las sucursales en el extranjero). En él se exige que al menos el 40% de la remuneración variable se haga efectiva en un plazo de 3-5 años, y un 50% se efectúe en acciones y pagos distintos a efectivo y que las primas incluyan mecanismos de retribuciones por desempeño. No obstante, hay que matizar que esta fórmula difiere de la propuesta del Parlamento Europeo especialmente en lo relativo al ratio sueldo fijo-sueldo variable y al control por los accionistas.
No obstante, podemos recordar también aquí un informe del año 2009 de McKinsey , “Motivating People: Getting beyond the money” donde se concluía, de una encuesta entre 1.047 directivos, gerentes y empleados de distintos sectores, que los incentivos no monetarios (reconocimiento de los superiores, una mayor atención por parte del jefe, o la oportunidad de liderar nuevos proyectos o retos profesionales) eran igual o incluso más efectivos que los económicos.
Finalmente, estarían los aspectos éticos que pretenden modificar la idiosincrasia de una cultura asentada en la gestión del riesgo:
- ¿Qué incentivos promueven la motivación de los empleados?
- ¿En qué términos debe expresarse la remuneración de un banquero?
- ¿Hay una relación directamente proporcional entre incentivos y motivación o a partir de cierto punto, aquélla se distorsiona o deja de tener efectividad?
Lynn Stout profesora de la Universidad de Cornell, publicó en 2011 un paper con el sugestivo título de Killing Conscience: The Unintended Behavioral Consequences of Pay for Performance. Para Stout, los incentivos en base a retribuciones fomentan de forma progresiva comportamientos ilegales y oportunistas, acallando la conciencia de cada individuo. Aquella frase de Voltaire de “Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”.
No obstante Stout reconoce que la mayoría de los individuos prefiere sacrificar sus propios beneficios materiales ante la asunción de reglas éticas y evitar comportamientos dañinos para la sociedad. Según esto, las empresas que reclutan a individuos motivados por el interés general ofrecen ventajas competitivas frente a otras empresas y aumentan la retención y motivación de sus empleados.
En el fondo de esta tesis se haya el reconocimiento de la efectividad, al menos transitoria, de estos esquemas. Es decir, como estrategia intermedia para gestionar el cambio hacia una mentalidad orientada al largo plazo y que evite comportamientos egoístas, los sistemas de compensación en base al triple bottom line, esto es el cumplimiento de objetivos económicos, sociales y medioambientales, cobran sentido.
Y es que, como ya nos recordaran Andrés Alonso y Javier García en “Psicología y Economía del Fraude”, los individuos valoran el respeto a las reglas sociales (Gary Becker), y aunque el umbral de tolerancia respecto a la aceptación del fraude sufra el contagio de entornos de escasa moralidad y de laxa impunidad (Dan Ariely), el recordatorio moral tiene cuanto menos un tratamiento preventivo.
Abandonaríamos la perspectiva utilitarista de una actuación, y la puramente deontológica, para ubicarnos en una más psicológica y conductual. El efecto mimético sería aplicable también a las buenas prácticas, si se dan unas condiciones exógenas mínimas, favorecidas en este caso por la transparencia y la denuncia social. Es decir, el efecto preventivo se reforzaría si se ve acompañado de entornos de mayor transparencia y reproche social.
Estas conclusiones se avalarían por recientes investigaciones de Psicología Social. En un reciente número del Journal of Experimental Social Psychology, Ames, Mor y Toma, mostraron que el encuadre de los temas en una perspectiva más concreta, frente a perspectivas abstractas o lejanas, y el recordatorio de la moralidad de sus acciones, vendría a afectar a las respuestas dadas por los individuos.
Por su parte, en el número de marzo del Journal of Personality and Social Psychology se hace un experimento interesante: los individuos de altos ingresos muestran menos empatía que los de bajos ingresos –lo cual sería una explicación del fraude fiscal- y por tanto muestran mayor tendencia a sacrificar el bienestar de los otros en beneficio propio. Sin embargo, al recordarles las consecuencias de sus acciones respecto a los individuos empobrecidos, sus intenciones flaquean.
En definitiva, la consideración de las limitaciones retributivas como medida más del conjunto de reforma del sistema bancario y de la promoción del largo plazo y la sostenibilidad, unida a la necesidad de evitar el riesgo moral de los operadores bancarios, y el recordatorio moral implícito en el establecimiento de esos topes retributivos, revalorizarían el papel de los incentivos ligados a los rendimientos económicos, sociales y medioambientales, para la contención y reconducción de los comportamientos imprudentes, no éticos y abiertamente ilícitos. Los bonus cap pueden ser una medida efectiva pero dentro de un conjunto; porque ya se sabe aquello de “el dinero no es nada, pero mucho dinero, eso ya es otra cosa”.
—
Sobre la Autora:
Helena Ancos. Consultora. Experta en RSE. Profesora de Derecho Internacional Privado. Síguela en Twitter.