Me van a permitir que en esta ocasión mi artículo sea una especie de divertimento en el que fuerce, en cierto modo, mis razonamientos hacia la dirección que más me interese. Advierto por tanto, antes de empezar, de que voy a ser tramposo, un trilero intelectual y además se me va a ver la bolita. Trilero y encima de los malos. No apuesten, señores, que se me ve el truco y me despluman. Y para este divertimento (la bolita, la bolita, ¿dónde está la bolita?) vamos a empezar hablando de Dios (al fin y al cabo los trileros tratan de centrar la atención en otra cosa que no sea la bolita para luego dárnosla con queso).
La existencia de Dios es uno de los temas centrales de la filosofía. Famosas son las reflexiones de Descartes sobre esa existencia divina, donde por ejemplo decía que es imposible que de un ser imperfecto como es el hombre salga la idea de un ser perfecto como es Dios. De lo que se deduce que Dios tiene una existencia independiente a nosotros y que ha sido él el que ha inculcado su idea en nosotros. Por supuesto, la idea de la existencia de Dios ha sido uno de los temas preferidos por los filósofos para sus peleas intelectuales.
Es cierto que estos debates se han intensificado cuando la sociedad se ha librado de la fuerte influencia que tenía la Iglesia en cuestiones de estado y sociales, centrándose en el plano personal. Es entonces –es decir, en los siglos más recientes– cuando los filósofos han sacado todas sus armas y han cargado unos contra otros. Posiblemente sin que llegara la sangre física al río, pero créanme si les digo que algunos hubieran preferido un disparo en el estómago antes que soportar las ironías, muy crueles en algunos casos, de sus contrincantes.
¿Dios existe?
Vale, pues empecemos con el juego. Y partimos en primer lugar de una pregunta tan simple como ¿Dios existe? ¡Hala! Directamente a la piscina, sin saber siquiera si hay agua. Y ya hemos puesto el ejemplo de los razonamientos de Descartes. Pero no crean que defensores de la existencia de Dios quedaron en siglos pasados. Actualmente hay científicos y filósofos muy sólidos que apuestan por la existencia de Dios (o de un algo superior que explicaría muchas de las cosas inexplicables y a las que la ciencia no llega dar respuesta, al menos de una manera inequívoca).
Actualmente muchas sociedades son absolutamente teístas, en las que la religión define muchos o todos los aspectos de su vida (en algunos casos de una manera equivocada, cruel y expansiva), el tema de la existencia de Dios no es un tema baladí, sino que de hecho tiene consecuencias (tanto su existencia como la creencia en su existencia) para filósofos, antropólogos culturales, sociólogos, politólogos…
Evidentemente aquí cada uno elige de manera personal cuál es su postura, y no voy en este artículo a tratar de convencer a nadie de una cosa u otra. Me parece interesante, sin embargo, promover la conversación entre ateos y creyentes (como entre izquierdas y derechas, barcelonistas y madridistas, ricos y pobres…).
En este sentido es muy interesante la opinión de un marxista como Terry Eagleton, que defiende ese diálogo y critica a los “fundamentalistas ateos” (él es ateo) por
“Ser, en cierto modo, la imagen especular invertida de los cristianos, tanto en su desaforado celo como en su carácter obsesivo, pues muestran una espeluznante ignorancia de la obra de varias generaciones de estudiosos bíblicos modernos. Su problema es que no logran captar la naturaleza del pensamiento religioso y se comportan como un crítico literario incompetente” recogido de Filosofía Hoy
Dicho esto, creo que es importante, siguiendo con nuestro juego, tratar de ser dogmáticos en nuestras decisiones. Con ello quiero decir que una toma de postura en un tema como este puede llevar consigo muchos matices, que en este juego vamos a obviar y asumir las consecuencias hasta el final de la toma de postura elegida. En este sentido, apostar por la existencia de Dios tiene una serie de connotaciones que hemos de dar por ciertas, que no serían tales en el caso de que no creyéramos dicha existencia divina. Y en este caso, asumiendo las consecuencias, vamos a apostar por la existencia de Dios.
¿Existen verdades absolutas?
Una asunción que hemos de estar dispuestos a aceptar es la existencia de verdades absolutas. Si existe Dios se abre la puerta a la inmanencia, a esa realidad que tiene valor por sí misma y no por el que le puedan dar las circunstancias externas. Decía Karl R. Popper que él nunca trabajaba con ideas ciertas, sino con ideas falsables que no habían sido demostradas como no ciertas. Pero cuando asumimos que hay una fuente eterna y ajena al ser humano de conocimiento, hemos de asumir también la posibilidad de que existan esas teorías ciertas independientemente del exegeta de turno. Y si esto puede ser más o menos lógico en las ciencias físicas, urge en este caso a asumirlo también en las ciencias sociales.
No hay, por tanto, motivo para no asumir que hay una forma política acertada y otras que no lo son, para apostar por un modelo cultural como cierto por encima de otros que no lo son, o para comprender que las leyes físicas tienen el mismo valor que las sociales en cuanto a verdad y aceptación. Se me dirá, “hay matices”, y es cierto, puesto que las leyes sociales son humanas, mientras que las físicas no lo son. Pero ya he dicho que nuestro juego requiere de reglas que fuerzan el razonamiento y que eliminan los matices.
Porque el hombre, en realidad, vive en un eterno malestar que pone en lucha constante nuestra naturaleza y nuestra sociabilidad cultural. Es lo que Freud llamó el malestar en la cultura, y nos obliga a mantener embridados los caballos de la voluntad primaria para que puedan pasear tranquilamente los perrillos de la sociabilidad y la cultura.
¿Existen teorías económicas ciertas?
Vale, pero si existe Dios y existen las teorías y ciencias ciertas, incluso en materias sociales, ¿podemos considerar a la economía como una ciencia de verdades absolutas? La cosa ya se complica, porque estamos en arenas movedizas. Ya dije un una ocasión que la economía no es una ciencia, y corro el riesgo de contradecirme a mí mismo, pero como estamos en un juego, y aunque no lo estuviéramos mi poder de contradicción es infinito, vamos a seguir con el razonamiento.
Si partimos de la base de que existen verdades absolutas y de que las ciencias sociales son susceptibles de crear ese tipo de verdades (véanse los saltos mortales y sin red a los que me obligan este tipo de razonamientos) podremos inferir que la economía puede crear verdades absolutas y ciertas, es decir, que hay teoría económicas ciertas y teorías económicas falsas, independientemente del entorno, contexto o sociedad en la que se den. ¡Toma ya!
No soy el primero que dice esto, la verdad, algunos incluso se lo creen. Pero lo que me parece interesante, sobre todo, es reflexionar si este hecho (que existen teorías económicas ciertas y absolutas) no permite llegar a la siguiente conclusión.
¿Deberíamos basar nuestras decisiones en criterios económicos?
¿Tienen tanto poder de verdad las teorías económicas como para minimizar cualquier otra teoría de cualquier otro campo de las ciencias sociales? Y pongo aquí el ejemplo de la propuesta que ha hecho Ciudadanos sobre ralentizar la construcción de nuevas líneas de AVE para dedicar más fondos a innovación. Cuando Albert Rivera, Luis Garicano y su equipo hablan del replanteamiento de la inversión en líneas de AVE parece que se rigen por criterios puramente económicos. Se escucha hablar, fundamentalmente a los demás partidos, de que Ciudadanos sólo se rigen por criterios de rentabilidad. En realidad no les falta razón, pero no la tienen toda. El problema de centrarse sólo en criterios económicos es que no pareces tener en cuenta otros criterios. Y aquí es donde se ataca esa propuesta al hablar también de criterios sociales (facilitar oportunidades a poblaciones menos conectadas), políticos (vertebrar España, signifique eso lo que signifique) o de imagen (transmitir al exterior una imagen de modernidad), que parecen no tener en cuenta en Ciudadanos.
Nota: No quiero comentar aquí el beneficio político/personal que supone para los gobernantes el caramelo de autobombo que es el AVE. Me juego con ustedes pincho de tortilla y caña a que encima de la mesa siempre está el criterio de rentabilidad personal, y no el último, antes de decidir qué proyecto se inicia antes.
En realidad no es así, en realidad Ciudadanos no sólo tiene en cuenta criterios económicos. Básicamente están gestionando un escenario de economía de la escasez, donde los recursos son exiguos y las necesidades muchas. Quien haya leído el magnífico libro España 3.0, de Javier Santiso, descubrirá el despropósito que han sido los últimos años en cuanto a la gestión de la innovación. Cómo países como Corea del Sur, con crisis iguales o superiores a la nuestra aumentaron el presupuesto y la inversión en innovación, y cómo nosotros no sólo la bajamos, sino que parece que no hay mucha intención de volver a subirla a niveles decentes.
Pero si seguimos con el juego y somos dogmáticos podemos afirmar que ciudadanos sólo se rige por criterios de rentabilidad: la línea que es rentable sigue, la que no lo es no. Pero es que hasta el tendero de la esquina sabe que esta reflexión no termina ahí. Si reducimos costes a través de una supuesta mejor gestión de los recursos, es porque pretendemos hacer otras cosas. Atacar una propuesta quedándose sólo en el análisis de la primera decisión es lo que suelen hacer los políticos (y no sólo ellos) para manipular el argumento y el debate. Coge un argumento, divídelo en partes y ataca lo que parezca más débil o más fácilmente manipulable, puro sofismo. No me voy a meter con la parte de invertir en innovación, está claro, me tendré que meter con la de quitar recursos al AVE.
Pero como según hemos ido viendo, según este juego diabólico e imaginario, Ciudadanos sólo se rige por criterios económicos (malditos liberales). E igual hemos de deducir, en una argumentación rocambolesca y un poco forzada, para qué nos vamos a engañar, que a Ciudadanos lo que les pasa en realidad es que creen en Dios. Y si dios existe ¿por qué construimos AVEs? Claro que esto nos puede llevar a la reflexión contraria, porque ya lo dijo Fiódor Dostoyevski en labios de su personaje Iván Karamazóv, “si Dios no existe todo está permitido”.
Con lo que se nos monta un jaleo de mil demonios, porque podemos construir AVEs o no construirlos, y en ambos casos estaremos siendo lógicos, si es que en este artículo se puede hablar de eso.
Miren, creo que voy a dejarlo aquí porque empecé tratando de hablar de modelos marxistas y he terminado poniendo palabras a los pensamientos de Groucho Marx. Voy a leerme la propuesta de Ciudadanos y me voy un rato a misa, a ver si encuentro alguna conexión.
1 Comentario
Juanjo,
La verdad sobre Dios no se puede demostrar empiricamente. A no ser que creas en actos divinos (rezar para curar un cancer, etc)
Pero lo del AVE y la innovacion si. Afortunadamente, tenemos muchos paises para comparar diferentes politicas.
Lo de la ‘cohesion territorial’, que no hay forma de medir, si es un Dios.
Un saludo
-J