Existe una leyenda urbana sobre ciudadanos probando Coca Cola y Pepsi e intentado distinguir las dos bebidas azucaradas. Lo mismo nos ocurriría si nos diesen a probar una hamburguesa (Burguer King/McDonnals) o si nos hiciesen distinguir entre las políticas de los dos principales partidos políticos que hasta ahora han dominado el espectro político nacional.
El Principio de Mínima Diferenciación
El comportamiento de estos competidores responde a la ley de Hotelling o Principio de Mínima Diferenciación. El economista de la Universidad de Stanford Harold Hotelling postuló en 1929 que los vendedores rivales tienden a gravitar hacia el otro en un ejercicio de similitud o camaleónico, para lograr mantener la mayor cuota de mercado. ¿Para qué innovar si para atraer a la mayoría lo mejor es mantenerme en la zona confortable de los grises donde llegar a más consumidores?
Las desventajas para el consumidor son claras ya que pierde diferenciación en el producto final ya que éste tenderá a parecerse al de sus competidores, que sólo harán algún esfuerzo en términos publicitarios pero sin calado en cuanto a lo que ofertan.
¿Y en política?
Este modelo microeconómico se aplica no sólo para explicar el comportamiento de empresas sino que se amplía al ámbito político. Así, un sistema bipartidista en equilibrio hará que los partidos, que en una situación inicial pudieran tener una ideología muy dispar y cuyas propuestas serán muy diferenciadas, tenderá a un punto de equilibrio donde tanto el discurso como las propuestas serán muy similares.
Si se revisan las políticas aplicadas por los partidos inmersos en un bipartidismo se puede observar que un partido socialdemócrata aplicará políticas liberales y viceversa. De hecho, a veces la opinión pública acepta mejor que sea un partido con principios diferentes el que tome una decisión polémica.
En nuestra historia reciente queda la reforma constitucional por el PSOE que prioriza el pago de la deuda pública sobre el gasto social y la subida de impuestos por el PP. Y estos son sólo los ejemplos más recientes y de bulto que vienen a nuestra memoria para poder afirmar que PP y PSOE habían entrado en la zona de confort del bipartidismo donde no había gran diferencia entre los dos. Los dos partidos se declaran centristas, lo que claramente busca llegar a la mayoría de ciudadanos posibles.
El fin del bipartidismo
Aunque en España existen otros partidos políticos a nivel nacional han sido PP y PSOE los que han luchado en las urnas por el poder ejecutivo. Hace unos años apareció UPyD como nueva fuerza política y ahora han llegado con fuerza Podemos y Ciudadanos. Si bien la primera reacción de los partidos tradicionales fue de desprecio recientemente se han dado cuenta de lo que puede significar la pérdida de cuota de liderazgo y han cambiado completamente su actitud hacia una más beligerante con los nuevos competidores.
¿Tiene sentido que los dos partidos que antes se repartían los escaños en el Congreso se sientan alertados? Desde luego que tiene todo el sentido, la aparición de nuevos competidores les obliga a refinar sus propuestas, existen más voces críticas hacia los programas electorales, más opciones para el votante. Además, les obliga a diferenciarse tanto de los nuevos competidores como del principal.
Es una situación mejor ¿no?
Si volvemos al mercado y asimilamos los votantes a consumidores la situación es mejor ya que con el aumento de competencia las empresas/partidos tendrán que diferenciar sus productos/programas, aplicar nuevas políticas de precios/impuestos e incluso incrementar el marketing/aparición en medios de comunicación para explicar sus propuestas, aumentar la presencia en nuevos canales de distribución/plataformas como redes sociales, etc.
Desde el comienzo de la crisis ha aparecido el concepto de gobernabilidad en cuanto a la mayor capacidad de toma de decisiones en situaciones críticas si el gobierno se sustenta en una cómoda mayoría en las cámaras de decisión. Pero si entendemos que la democracia debe reflejar los intereses y necesidades de todos los ciudadanos parece aceptable que la cámara de representación de la ciudadanía recoja un amplio abanico de sensibilidades, por lo tanto ¿será mejor un gobierno estable de mayoría o una coalición de varios partidos que deban buscar acuerdos que reflejen la pluralidad social?, tras las próximas elecciones, que como poco prometen ser trepidantes, veremos cómo se funciona un sistema que parece en plena transformación.
2 Comentarios
Por contrapartida, tenemos la ley the Arrow, que dice que la pluralidad de opciones acaba generando leyes que no son las que el individuo realmente quiere.
Curioso que ninguna democracia/constitucion se hiciera pensando en las matematicas 😉
Gracias por tu comentario. Es casi imposible que un votante esté al 100% de acuerdo con un programa político. De todas formas he notado que en estas elecciones se está hablando mucho más de programa y menos de «y tú más» que en otras ocasiones y me parece bastante refrescante, aunque algunas propuestas sean peregrinas.
Las matemáticas son fundamentales en la ley electoral que ciertos sectores piden reformar…igual veo matemáticas/economía en sitios que no debiera…en ocasiones veo muertos.