Tim Harper es empresario e inversor en tecnologías emergentes. Antiguo ingeniero del Centro de I+D de la Agencia Especial Europea (ESTEC) en Nordwijk, Holanda. Ha construido su carrera a partir de la identificación, comprensión y actuación en tendencias tecnológicas, desde la creación y gestión de proyectos en desarrollo hasta la inversión y eventual comercialización de micro y nano-tecnologías, así como los cambios societarios derivados de la emergencia de tecnologías como la propia nanotecnología, la biología sintética, la medicina regenerativa y la geoingeniería.
Ha realizado investigación y ha encargado, escrito y publicado reports altamente citados alrededor del potencial económico de la nanotecnología y las ciencias de la vida en Científica y tomados como referencia en el World Economic Forum o World Gold Council. En la última década ha organizado congresos sobre nanotecnología y sesiones de formación en Europa, Estados Unidos, India, Japón, Singapur, Sudáfrica e Irán, así como asesoramiento estratégico para el desarrollo de estos programas científicos en estas materias.
—¿Qué es exactamente Científica?
Científica nació en 1996 como una spin-off de la Agencia Espacial Europea para ayudar a resolver problemas difíciles en el análisis de materiales, en los que gran parte del trabajo consistía en trabajar en una nanoescala. Conforme la nanotecnología progresaba, nos fuimos especializando en la consultoría, la inteligencia y en eventos como el congreso Spanish Trends in Nanotechnology, el cual he fundado. Ahora trabajamos mucho más en un nivel estratégico, ayudando a los clientes a desarrollar estrategias que les permitan aprovechar la amplia gama de tecnologías emergentes, desde las ciencias de la vida hasta los materiales. Y a la vez estamos construyendo, desde nuestra subsidiaria Cientifica+, compañías basadas en las tecnologías emergentes.
—La nanotecnología se parece en cierto modo al oxígeno: está presente en nuestra vida pero no nos damos cuenta de ello. ¿Necesitamos que ésta progrese?
Los materiales siempre han dado forma a nuestra cultura y a nuestra economía, de la misma forma en que el bronce o el hierro nos trajo herramientas mejoradas para todo: desde la guerra a la agricultura, pasando por nuestro dominio actual del silicio y los polímeros. Nadie recuerda la física que se encuentra tras la invención del transistor, por ejemplo, pero los transistores influyen en casi todos los aspectos de nuestra vida diaria. Por ello, el que la gente no perciba una tecnología no impide que ésta sea útil.
De todas formas, en estos ejemplos que citaba se trataban de tecnologías “de arriba abajo”, es decir, creamos un material y lo forzamos para que haga algo que no estaba preparado para hacer, creando en el proceso mucho desperdicio y contaminación y gastando en el camino mucha energía.
La naturaleza no funciona de ese modo, y tampoco la nanotecnología; en vez de ello, empezamos en la escala atómica y trabajamos hacia arriba, un truco que la naturaleza ha utilizado durante miles de millones de años, creando exactamente lo que se necesita en cada caso –por ejemplo, el ADN para guardar información o las neuronas para procesarlo. En casi todos los casos, la solución de abajo a arriba es más eficiente, tanto en términos de funcionalidad como de utilización de la energía, que su equivalente de arriba abajo.
—¿Cuáles han sido los principales hitos históricos de la nanotecnología?
Está claro que el comprender cómo funciona realmente la naturaleza, a través de la observación y replicación de procesos a nanoescala, está teniendo un efecto fundamental en campos como los materiales o la medicina. Mientras los nanomateriales han cambiado casi todas las industrias, desde la de las comunicaciones hasta la farmacéutica, quizás el mayor hito ha sido el conseguir juntar a distintos equipos de disciplinas diferentes bajo el mismo techo.
Si visitas hoy cualquier centro de nanotecnología, encontrarás médicos, químicos, biólogos e ingenieros trabajando juntos, en vez de desperdigados en un campus por distintos edificios. Ello nos permite utilizar toda la ciencia para resolver problemas, no sólo una faceta.
—¿Cuáles son las grandes tendencias del futuro?
El grafeno está atrayendo una atención, lógica, en estos momentos. Pero mi consejo es no dejarse seducir por aplicaciones futuras muy atractivas y concentrarse en las oportunidades a corto plazo existen en compuestos, pinturas y aislantes. Quizás no parezcan tan atractivos como los teléfonos flexibles, pero generarán ingresos mucho más rápido.
Para mí, la tendencia más excitante es la combinación de nanotecnología con las ciencias de la vida y con las tecnologías de la información. La combinación de diagnósticos médicos inteligentes con el Big Data tiene el poder de poner todo el conocimiento médico disponible al alcance de la mano para cualquier médico en cualquier lugar del mundo. He publicado recientemente, como parte de mi trabajo en el World Economic Forum, una lista de las 10 principales tecnologías emergentes que pensamos que cambiarán el mundo.
—¿Ha afectado la crisis a dicha disciplina?
Llevamos casi 15 años trabajando con nanotecnología a nivel de investigación, por lo que los recortes de financiación a la ciencia básica y la mayor atención hacia la ciencia aplicada han llegado probablemente en el momento justo para la nanotecnología. Hay también mucho que aprovechar de la industria, o al menos de las industrias basadas en la filosofía del “innova o muere”, conforme las compañías buscan nuevas tecnologías para diferenciarse y mantener sus márgenes en un mercado estancado.
—¿Hay algo especial o característico acerca de las empresas dedicadas a la I+D en nanotecnología?
No hay diferencias entre la nanotecnología y ningún otro sector en el que haya trabajado. Las compañías que pueden identificar y solucionar una necesidad del mercado lo harán bien, mientras que aquellas que sólo intenten empujar una tecnología hacia delante sufrirán siempre.
—¿Existen diferencias notables entre las empresas estadounidenses y europeas en tu sector?
No tantas, creo que todo el mundo está luchando hoy para hacer despegar negocios basados en la tecnología. Los negocios basados en la ciencia tienden a tardar algo más y son probablemente más arriesgados en términos del capital invertido que, por ejemplo, los negocios basados en los medios sociales, que dependen más del marketing que del I+D.
—Uno de nuestros grandes desafíos es el cómo dirigir recursos privados a las actividades de I+D, dado el gran riesgo que suponen. ¿Cuáles son las mayores barreras a las que se enfrenta Europa para lograr un mayor liderazgo tecnológico?
Las buenas compañías innovan, y las que no lo hacen tienden a desaparecer. Ello es muy distinto que gastar cantidades enormes en I+D, lo cual no está correlacionado con los resultados de la compañía. Conforme nos movemos hacia un ecosistema basado en la innovación abierta, cada vez se realiza más I+D en el límite entre las instituciones académicas y las startups, y ése es el sector que necesitamos estimular.
Dado que los retornos de la mayoría de activos son todavía pobres, los emprendedores son uno de los pocos sitios donde un dinero invertido con sabiduría puede dar un retorno decente. Imagina qué habría sucedido si los gobiernos hubieran rechazado salvar a los bancos y hubieran invertido todo ese dinero en tecnología, emprendedores y pequeños negocios. Habríamos perdido parte del mismo, pero al menos habríamos tenido la oportunidad de recuperar parte, creando trabajos y estimulando la necesitada reinvención de la economía.
—España está sufriendo la peor crisis de su historia democrática, y está experimentando fuertes recortes en los presupuestos de I+D. Hay quien dice que no necesitamos gastar tanto, sino gastar mejor. ¿Existe relación entre el nivel de gasto y el desarrollo científico y económico de un país?
Toda nuestra historia económica ha estado basada en la innovación tecnológica, algo que países como China o Estados Unidos comprenden bien. El problema de España es que es fácil hacer recortes cuyos efectos no se sentirán hasta dentro de muchas elecciones. Recortar la financiación científica ahora tendrá poco efecto inmediato, pero has de preguntarte por qué otros países no lo hacen. Es el equivalente de vender una de las cuatro ruedas de tu coche para comprar gasolina.
—Si hubieras de destacar cinco formas fundamentales de impulsar la creación de conocimiento en la empresa, ¿cuáles serían?
Uno de mis roles es funcionar como un catalizador en las empresas, ayudándoles a romper con viejas culturas y a aprovechar una aproximación más innovadora. Una de las primeras cosas que hago es hablar con la gente que realmente hace el trabajo, no con los gestores o los directivos, sino con quienes manejan la maquinaria, tratan con el público o están en el laboratorio. Ello me permite evitar toda la jerga y comprender cómo se hacen las cosas. Algo que veo una y otra vez es el problema del management para extraer lo mejor de su mejor recurso: la gente que contrata.
Demasiado a menudo, las compañías actúan como si fueran ciegas al conocimiento que ya poseen, y una mirada fresca hacia lo que son y lo que hacen puede permitir realizar cambios rápidos y efectivos, especialmente si puedes capturar ese conocimiento y compartirlo entre quienes lo necesitan.
En tercer lugar, busco ambición. La temeridad producirá el mismo resultado que las precauciones excesivas –el fracaso-, pero las buenas compañías siempre tienen una buena idea de hacia dónde quieren dirigirse, y esto tiene que ir más allá de una declaración vaga de principios.
La apertura es otra clave importante –es demasiado fácil centrarse en las tecnologías de tu sector, permaneciendo ciego ante otras amenazas u oportunidades. Salir y hacer algo diferente de vez en cuando puede ayudar a la visión de la empresa.
Por último, desarrolla una buena red de contactos, lee de todo, conoce a todo el mundo y asegúrate de que escuchas todo lo que dicen. Muchas de las mejores oportunidades provienen de discusiones en cafeterías, restaurantes y bares, en lugar de la sala de reuniones.
—Has expresado en un documento del World Economic Forum que: “existe una brecha creciente entre la generación de nuevo conocimiento y nuestra capacidad de usarlo efectivamente”. ¿A qué se debe dicha brecha y qué podemos hacer para cerrarla?
Estamos haciendo más y mejor ciencia, hay muchos más científicos trabajando que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, pero cada vez parece más difícil ver la investigación comercializada. ¿Por qué? En parte se debe a la desconexión entre la ciencia avanzada y la experiencia diaria de los que toman las decisiones, como los políticos. Parece existir un sentimiento de que la ciencia “simplemente sucede”. Pero conforme es más difícil formar startups, mejores tecnologías permanecen a la espera en la estantería.
—¿Y cómo se aborda un cambio?
Existen dos maneras de cambiar esta situación. En primer lugar, como hemos discutido, necesitamos conseguir estimular la creación de compañías que se embarquen en realizar “ciencia de primera etapa”. Ahí es donde la innovación sucede y ésas son las pequeñas compañías que serán adquiridas por las grandes, las cuales han perdido la capacidad de innovar pero tienen acceso a los mercados y, también a financiación.
En segundo lugar, necesitamos que los gobiernos piensen más en el largo plazo, entendiendo cómo la tecnología nos puede llevar donde la sociedad necesita dentro de 10 o 20 años para seguir siendo competitivos. No es bueno esperar a que lleguen las crisis, tanto la bien conocida “bomba demográfica” de la población que envejece o un desastre natural, y desarrollar entonces una solución rápida.
—¿Qué está sucediendo con la globalización y la dispersión de los centros de I+D? ¿Se concentran o se dispersan?
Uno de los beneficios de la globalización es que ya no has de estar en una localización específica, sólo tienes que ser capaz de competir en la liga mundial. Iniciativas en las que trabajo, como el programa M+Vision de “Medical Imaging”, ilustran cómo se puede hoy crear un equipo de investigación multidiciplinar que hace un uso inmejorable de las habilidades del MIT y de varias universidades y hospitales de la Comunidad de Madrid.
—¿Qué es el Índice EmTech?
El índice se centra en factores como la calidad de las instituciones científicas, el apoyo para compañías tecnológicas que se encuentran en su primera etapa, la cantidad de interacción entre la universidad y la industria y el tamaño doméstico de mercado para hacerse una idea de la calidad del ecosistema de tecnologías emergentes.
Es importante recordar que la encuesta sólo provee información a escala nacional, lo cual quiere decir que las ventajas de Silicon Valley o de la Ruta 128 están siendo compensadas por otras regiones de EEUU menos competitivas, de la misma forma que la China costera se compensa con su interior rural.
—¿Qué posición ocupa España en dicho índice? ¿Qué necesita España para ganar posiciones?
España se encuentra cerca de Costa Rica o la República Checa en nuestros rankings, pero no necesitas en Índice EmTech para darte cuenta de que España es muy distinta a Estados Unidos. Uno de los desafíos históricos de España es conseguir que sus compañías se interesen por la verdadera innovación, y no sólo por la reventa de tecnologías extranjeras. Mejorar la investigación transnacional –centrada en la aplicación a los casos reales- de las universidades sería un buen punto de partida.
—Y ¿qué podemos hacer para mejorar la relación universidad-empresa?
Gran parte del margen de mejora está en la actitud. Las empresas y los académicos tienen motivaciones completamente distintas, y es increíble la cantidad de gente a ambos lados que no se da cuenta de este hecho. De todas formas, la actitud clásica en la universidad española de que “estamos aquí para hacer ciencia y no necesitamos rendir cuentas ante nadie” está cambiando, en parte por los recortes de presupuestos y en parte por el surgimiento de una nueva generación de científicos mucho más abierta, internacional e incluso emprendedora. El cambio lleva tiempo, pero la buena noticia es que está sucediendo.
—¿Cuál es el papel de los mercados emergentes en las actividades de I+D?
Los mercados emergentes son tanto una oportunidad como una amenaza. El número de consumidores de clase media en India, China y Asia y África en general crece a un gran ritmo, pero los recursos que serán necesarios para satisfacer esta demanda tienen el potencial para crear una catástrofe ecológica. De todas formas, es un problema evitable, y un problema que la tecnología, especialmente la de los materiales y la nanotecnología, debería ayudarnos a resolver o al menos mitigar. Después de todo, todos estos consumidores extra existen gracias a nuestra capacidad para proveer servicios sanitarios, comida y energía, los cuales son solo posibles a través de la aplicación de lo que una vez fueron tecnologías emergentes.
—¿Se debe fomentar a través de financiación pública el desarrollo de iniciativas empresariales o startup?
Soy un firme defensor de la utilización de la financiación pública para lograr que las compañías lleguen lo más lejos posible sin tener que ceder parte de sus acciones a inversores y empresas de capital riesgo. Las iniciativas clave varían dependiendo de tu localización, pero existe siempre un conjunto de programas regionales, nacionales o incluso europeos de financiación que te permitirán llevar una tecnología más allá en su mercado. Cuanto más te acerques al consumidor, más fácil te será conseguir los fondos para convertir una tecnología en una compañía con un gran producto.