Empecé a hablar de ‘transformación directiva’ ya por el mes de setiembre de 2016, tras unos eventos con empresas en los que estuvimos comentando la actitud sapiens (innovadora y transformadora) de las personas y cómo se podía aplicar a las empresas, y después de unos viajes por Ecuador y México.
Durante estos años se ha hablado mucho de transformación digital, transformación en procesos o sencillamente, se ha añadido alguna palabra complementaria a transformación, pero nos hemos olvidado de la más importante.
En ese momento, me hacía las siguientes preguntas que hoy en día, por desgracia, siguen siendo vigentes:
¿Cuántos directivos realmente piensan en transformarse?
¿Cuántos dedican parte de su tiempo a evolucionar?
¿Cuántos dedican el tiempo cuando realmente se debe dedicar?
¿Cuántos facilitan que su personal se desarrolle y además se transforman ellos mismos?
Y así podríamos seguir con tantas preguntas que seguro que os vienen a la cabeza.
Si queremos transformar realmente las organizaciones de las que formamos parte; si soñamos que nuestra empresa sea un espacio donde realmente poder desarrollar talento, donde los clientes sean embajadores de la marca o de la empresa y donde los empleados se sientan la empresa como suya, la transformación debe empezar desde la cúpula, aunque, eso sí, puede y debe ser escuchada desde todos los niveles de la misma.
Por esas fechas, estuve en Ecuador y México impartiendo unas sesiones de inspiración y formación sobre el emprendimiento y transformación empresarial y de allí surgieron dos manifestaciones que me gustaría compartir.
En una charla en la Cámara de Comercio Alemana Ecuatoriana en Quito, delante un colectivo de cien directivos, se levantó uno y me comentó lo siguiente: “Tiene toda la razón en sus palabras pero como decimos aquí en Ecuador ‘El pescado siempre empieza a apestar por la cabeza’”. El mensaje puede sonar duro, aunque cierta razón tiene.
Es decir, ¡para que haya transformación, los directivos no sólo deben hablar de transformación, deben transformarse!
Seguro que muchos os preguntáis, ¿cuántos realmente lo hacen?
El segundo caso fue en la empresa Posadas en Cozumel, México. En medio del taller, cuando expliqué cómo el fracaso forma parte del crecimiento y del desarrollo de las personas, pedí a un voluntario entre los asistentes que se acercara a mí y nos explicara sus errores.
¿Adivinan quién fue el primer voluntario? ¡El director general! ¡Sí!
¡El director general! … Algo que en España me ha pasado tres veces y seguro que pasa muy poco. Salió ante todos y explicó sus fracasos personales y profesionales sin ningún problema. Luego se pueden imaginar cómo fluyó la sesión.
Con todo esto quiero decir que no hay suficiente en hablar de transformación, hay que asumir que la dirección de la compañía debe salir de sus despachos, debe pisar la calle e ir a todos los niveles de la empresa y del mercado; quiere decir que debe tolerar el error y el fracaso porque ambos son claves para el desarrollo de la misma.
Ahora, en medio de un duro confinamiento provocado por el #Covid19 me pregunto:
¿Será este el momento el que realmente la transformación directiva se implantará cómo debe ser?
¿Pasaremos de las palabras sobre personas a los datos objetivos de people analytics para qué nos ayuden en esto?
¿Empezaremos a ver el estilo de liderazgo inspirador, maestro y transformador que ayude a las organizaciones a trascender de su día a día?
Sinceramente creo que nadie lo sabe, pero lo que sí sabemos es que existen ciertas prácticas organizativas desde hace miles de años, ya sea con las reglas de funcionamiento monásticas o prácticas militares, y que pueden funcionar.
Por favor, tratemos de superar todo lo malo del coronavirus pero, sobre todo, enfoquémonos en aquello bueno que sabemos que hace falta y recordemos que esta no es la primera epidemia que vive la humanidad ni será la última. Esta no es la primera vez que los líderes trascienden a las crisis.
Es el momento de transformarnos y hacer de un valor, una virtud.