Ha muerto un referente del conocimiento científico contemporáneo, Jorge Wagensberg. Doctor en Física, profesor, divulgador científico, director de la colección Metatemas de la editorial Tusquets, y creador de unos de los museos de la ciencia más importantes del mundo: el CosmoCaixa de Barcelona.
Un verdadero poeta y mago de las palabras que quizás emprendió camino en busca de mejores preguntas. O quizás las respuestas de este mundo se le quedaron definitivamente cortas. Lo que es seguro es que nos dejó con menos sabiduría disponible y más cojos para seguir comprendiéndolo. Pero también tenemos su enorme legado en forma de verdaderos regalos para los inquietos y para los buscadores de conocimiento en general. Motivadores poderosos que nos invitan a sumergirnos y acercarnos a lo hasta ahora conocido. Aforismos que comprimen en poesía mínima el máximo de conocimiento. Ensayos que muestran con simplicidad la destilación de aquello que abarcan, ya sea la propia complejidad del mundo, las leyes de la física, el sentido de las formas, la teoría de la creatividad o el puro gozo de lo intelectual.
Wagensberg fue y seguirá siendo una de las fuentes de las que bebí para construir la manera en que entiendo el mundo de las organizaciones con las que trabajo. Las aportaciones de su “ley general del cambio” me sirvió para entender cómo aumentar la capacidad de progresar en la incertidumbre, y sobre ello construir la base de nuestro Modelo de Valor Total. Y es más, el nombre de una de nuestras herramientas de intervención más potentes, y con más de 10 años de historia, toma su nombre de su modelo de comprensión del mundo: Anticipa.
Le conocí por el regalo que una persona muy cercana me hizo hace mucho tiempo. Un ejemplar dedicado y firmado para mí de su libro “Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?”. La lectura de ese compendio de aforismos me abrió a un espacio de inquietudes que aún no he cerrado. Es uno de los motores que me impulsan a seguir buscando nuevas soluciones, nuevas explicaciones y, sobretodo, nuevas preguntas. Su efecto podríamos resumirlo en dos de sus aforismos:
- “Cambiar de respuesta es evolución. Cambiar de pregunta es revolución”
- “La mediocridad es una decisión personal”
Y en eso andamos desde entonces, vapuleado, sobre todo en los últimos tiempos, por la exponencial complejidad del entorno, con un impacto cada vez más poliédrico del desarrollo de la tecnología.
Con mi equipo y la red de consultores y organizaciones con las que colaboramos seguimos planteándonos preguntas para avanzar. Nos preguntamos cómo han de ser los modelos de gestión para superar la mirada mecanicista y se enriquezcan con la mirada sistémica; cómo se ha de medir el éxito en las organizaciones de una manera acorde con la necesidad imperativa de adaptarse y no sólo de acumular; o cómo podemos acompañar a nuestros clientes para que mejoren el nivel de cooperación interna y tejan relaciones que fluyan; cómo podemos crear las mejores condiciones para despertar y abordar el futuro que ya está aquí. Y, también, cómo han de ser y comportarse los líderes que dirigen los equipos que se enfrentan a este entorno de complejidad.
Este último, el ámbito del liderazgo, es sin duda uno de nuestros vectores fundamentales de reflexión. Uno de los ejes centrales que activan (o no) las transformaciones que requieren las organizaciones.
En nuestro Modelo de Valor Total presentamos el Modelo de Liderazgo al que llamamos de Vitruvio, tomando el nombre de la obra de Leonardo da Vinci. Leonardo dibujó a su Hombre de Vitruvio con sus extremidades abiertas y superpuestas dentro de un círculo y, a la vez, de un cuadrado. En nuestra interpretación, el círculo simboliza el dinamismo, lo cambiante, lo sistémico, las relaciones, la evolución y la adaptación constante al entorno de una organización. El cuadrado, al contrario, representa lo que se conserva, lo estable, lo que se protege, lo identitario de sí mismo y de la organización.
Para nosotros el líder de una organización debe ser alguien con capacidad para dar respuesta a ambas cosas: el dinamismo del círculo y la conservación del cuadrado. De esta forma:
- Pone en cuestión los paradigmas de siempre, salvaguardando el justo equilibrio entre la necesidad de generar valor económico y el hacerlo generando valor relacional,
- Considera la organización como un ecosistema vivo, y no como una máquina productora de beneficios.
- Construye culturas de trabajo que se regulan desde la confianza, sin miedo a los efectos de la libertad o de la pérdida de control de jerarquías férreas.
- Hace posibles modelos de relación que favorezcan que las personas puedan reconocerse y aceptarse para poder trabajar desde la cooperación, sin miedo a los conflictos y a afrontar conversaciones desde la autenticidad.
- Favorece la adaptabilidad de personas y equipos, sin miedo al continuo desaprender y aprender que implica la exigencia de dar respuesta a la incertidumbre del entorno.
- Persevera, persevera y persevera, con la intención profunda de alcanzar metas conectadas con el sentido de la organización.
Un líder que es capaz de adaptarse continuamente para avanzar y construir valor en un entorno de mayor velocidad, más volumen de la información que gestiona, más requisitos —a veces contradictorios— de los clientes, más competidores globales y locales y mayor necesidad de dar respuesta equilibrada a todos los stakeholders con los que se relaciona.
Crear condiciones para que estos líderes aparezcan y se desarrollen no es fácil. El gran reto del desarrollo del liderazgo organizacional es sembrar en el propio líder la semilla de lo que la organización necesita: la adaptabilidad. Y esto ya no se hace a través de Programas de Liderazgo, coaching, mentoring u otras herramientas conocidas.
Fundamentalmente se consigue activando la auto-responsabilidad de los propios líderes. Y aquí las preguntas “wagensberianas” juegan un rol estratégico. Toca “cambiar de preguntas” y adaptarse al entorno.
En la búsqueda de esas preguntas hace unos meses tope con la con una Ted Talk de Roselinde Torres, socia senior de la Boston Consulting Group y especialista en liderazgo. Torres despliega un análisis sobre por qué las prácticas actuales para apuntalar el liderazgo están desfasadas y pensadas para un mundo que ya no existe. Se plantea qué es lo que hace exitoso a un líder del siglo XXI. Y ofrece una respuesta, hábilmente fundamentada en tres preguntas. Tres preguntas que saben responder con éxito los líderes que navegan en la incertidumbre, entre ellos, lo hizo el mismo Nelson Mandela.
Tres preguntas directas que deberían plantearse todos los líderes de nuestras organizaciones:
- ¿Dónde buscas para anticipar el próximo cambio en tu modelo de negocio o en tu vida? Cómo llenas hoy tu agenda. Con quién te reúnes. Sobre qué temas te informas. Dónde viajas, qué lees, cómo destilas lo nuevo y lo incorporas en acciones concretas en tu día a día.
- ¿Qué capacidad tienes para crear relaciones con personas que son diferentes a ti? Cuántas personas se conectan contigo a pesar de sus diferencias biológicas, físicas, políticas, funcionales, culturales, socio-económicas y confían lo suficiente en ti para cooperar y construir un objetivo común.
- ¿Estás suficientemente preparado para dejar de lado prácticas que te han hecho exitoso en el pasado? Estás preparado para dejar de hacer lo que te es familiar y cómodo. Para resistir emocionalmente a las dificultades de defender nuevas ideas ante los que las tachan de imposibles o naïf.
Tres preguntas poderosas. Para masticar. Para digerir. Y para convertir en acciones nuevas y potentes para un mundo en el que lo previsible está desapareciendo y la necesidad de adaptarse es un imperativo.
¡Gracias Roselinde!
¡Y hasta siempre Maestro Wagensberg!