Una vez más, tras su análisis de chamanes y de su extensa labor analizando el progreso de las naciones, entrevisto a Víctor Lapuente Gine. Ahora nos presenta su Decálogo del Buen Ciudadano. Un libro inspirador. Una contribución magnífica de una de las mentes más lúcidas en el análisis de nuestra sociedad, nuestras instituciones, la forma de hacer política y, ahora, en aportarnos ideas realmente útiles e impactantes sobre nuestra responsabilidad individual como ciudadanos.
Víctor Lapuente es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford. Enseña e investiga en el Instituto de Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo, donde es Catedrático de ciencia política. También es profesor en ESADE Sus principales ámbitos donde es un reconocido especialista es el análisis de políticas públicas, el funcionamiento de las administraciones desde un punto de vista comparado y las causas y consecuencias de la corrupción. El bagaje intelectual, su capacidad de comunicación, su calidad humana, hacen que Víctor siempre sea considerado como alguien muy importante en esta casa… te dejo con mi conversación con él.
Víctor, en el mundo de la empresa está emergiendo un nuevo management, más humano, más social, con valores y sobre todo con propósitos. El capitalismo sin propósito e impacto social empieza a no ser rentable… Desde la primera línea de tu libro, con el diagnóstico del mieloma múltiple, tu propósito con este libro es profundo…acabar con la división social.
Víctimas de los vendebiblias…
—No sé si es una impresión mediática, pero ¿Esta división social se ha hecho cada vez más grande y, peor, mundial… (Estados Unidos, Italia, Europa frente a Asia…)?
Sin duda, es una garra invisible que fractura nuestras sociedades occidentales en bandos irreconciliables. A veces por la tradicional divisoria izquierda-derecha, otras por nuevas, como el independentismo en Cataluña, la guerra cultural en Estados Unidos, el europeísmo en el Reino Unido, o la religión en Polonia. Pero es un problema latente a todas las sociedades, lo que nos debería llevar a reflexionar cómo es posible que países tan distintos acaben todos desgajados.
En el libro propongo una explicación “teológica”: gracias a la acción conjunta de la nueva derecha y la nueva izquierda fomentando un desaforado individualismo, millones de ciudadanos se siente solos, huérfanos de identidad. Y entonces son víctimas propicias de vendebiblias, de Chamanes.
—¿El COVID ha acelerado, en alguna medida, este proceso de división?
Por una parte, lo ha acelerado, porque muchos estudios indican que, tras una pandemia, en concreto unos 14 meses después de estallar una pandemia, llegan las protestas sociales y el malestar. Por otra parte, las pandemias son momentos en la historia en los que los ciudadanos se enfrentan a su propia mortalidad de una manera más explícita y eso lleva a reflexiones sobre el sentido de la vida. Y a la necesidad de reconfortarnos en la filosofía y el pensamiento.
La buena acogida de mi libro (que escribí antes de la pandemia) creo que se debe a esa sed por buscar calma en medio de esta tormenta.
El narcisismo social crece… nos endiosamos
—Antoni Gutiérrez-Rubí nos decía en una entrevista que le preocupaba el ‘narcisismo social’, queremos ‘todas las soluciones y servicios, todas las respuestas; las queremos de manera urgente, inmediata, sin transiciones; sin límites, y que lleguen a todas las personas, sin costes, sin esfuerzo’… ¿Somos más individualistas? ¿Queremos derechos, pero no obligaciones?
Sí, los expertos lo han cuantificado:
En las últimas décadas hemos aumentado un 30% nuestro nivel de narcisismo en las escalas psicológicas para medirlo. Nos creemos especiales, nos pasamos el día conectados a las redes sociales en busca de likes y followers que alimenten más a nuestro Narciso. Y, como somos tan únicos, tan especiales, todo son exigencias, hacia los demás y, cómo no, hacia el Estado.
Ya no aplicamos la lógica de Kennedy de no te preguntes qué puede hacer el Estado por ti, sino qué puedes hacer por el Estado. Ahora, sólo pedimos que el Estado haga cosas. En todo el mundo y, más en particular, en lugares especialmente estatistas como España.
Los políticos sólo hablan de derechos. Se han olvidado de pedir deberes. Obviamente, saben qué les da votos. Share on X—Te cito: “la derecha ha matado a Dios. La izquierda, a la patria”. Explícanos qué consecuencias está teniendo esto.
Las grandes ideologías, sobre todo desde la izquierdista Revolución del 68 y la derechista Revolución del 69 (año de despegue del neoliberalismo), han fomentado el individualismo y abandonado los viejos ideales colectivos –la derecha ha matado su ideal trascendental, el dios cristiano– .
Y es que, con la honrosa excepción de Merkel, y ya le queda poco, los políticos democristianos han sido sustituidos por líderes oportunistas como Berlusconi, Trump o Johnson… por no hablar de los nuestros, dispuestos a poblar de casinos a la meseta por un puñado de dólares. Y la izquierda ha matado a su equivalente de Dios, la patria: la idea de nación inacabada que debemos perfeccionar.
Hemos pasado de líderes de izquierdas que pedían sacrificios por la patria, incluyendo un servicio militar o civil, a líderes que ya no piden deberes, sino sólo prometen derechos.
—Y esto nos ocurre, citando tus palabras “en el momento de mayores estándares de vida de nuestra especie”. Sin embargo… la ansiedad hace estragos, ¿qué está pasando?
Que estamos decayendo. Decadencia no implica ruina. Podemos decaer lenta y elegantemente como el imperio romano pero, como ellos, mostramos síntomas de agotamiento.
Hemos pensado que podríamos rellenar el vacío espiritual que nos dejó el abandono de los viejos dioses (el cristiano o el patriotismo) con placeres materiales, pero los seres humanos somos la única especie que busca un sentido a la vida.
Somos Homo Religiosus más que Homo Economicus. Y, sin una creencia en algo que nos trasciende, vivimos angustiados, temerosos de no vivir lo suficiente, no ganar lo suficiente, no tener la fama suficiente.
—¿Hemos perdido la fe en los ‘líderes’ y en las instituciones?
Sólo tenemos fe en nosotros mismos. Nos hemos endiosado. Nos machacan toda la vida, desde el colegio hasta los libros de desarrollo profesional y autoayuda que debemos sólo debemos confiar en nosotros mismos, que debemos empoderarnos. Y en mi libro trato de atacar eso, el empoderamiento, quizás el concepto más sagrado de la sociedad actual.
Las 7 virtudes del Buen Ciudadano
—¿Qué es para ti ser buen ciudadano?
El que se reconoce responsable de sus problemas (y de los de la sociedad). El que sabe entender que el mal, y no sólo el bien, están dentro de él o ella. El que, consciente de sus limitaciones, de la finitud de su vida, decide luchar por el bienestar de la de los demás y las generaciones venideras. Y el que que cultiva lo que llamo las siete virtudes capitales: coraje, templanza, prudencia, justicia, amor, fe, y esperanza.
—“Tenemos que salvar el capitalismo de los capitalistas desatados y al progreso social de los progresistas desenfrenados”… ¿Qué está en juego si no lo hacemos? ¿Y por dónde empezamos?
Creo que tanto los (neo)liberales como los (neo)progresistas si los podemos llamar así han “religiosizado” sus posturas. Ya no discuten, como antaño, los pros y contras de subir o bajar impuestos, sino que intentan derrotar al adversario (más bien enemigo) y, contra el enemigo, todo vale.
Tanto los (neo)liberales como los (neo)progresistas no entienden la política como un espacio pragmático, sino una gran contienda cósmica entre creencias. Y, si tu eres del bando rival, nada de lo que me digas podrá hacerme cambiar de opinión. Eres Satán.
—En el libro hablas de filosofía y ética, de los orígenes, de una vuelta al retrovisor del pasado. En este mundo tan frenético, ¿dedicamos poco tiempo a pensar, a masticar ideas, a cultivarnos?
Poquísimo y por eso he escrito este libro, donde resumo la sabiduría de hombres y mujeres sabias en relación a cómo llevar una vida virtuosa. El libro es una síntesis de su pensamiento, porque hay muy pocos libros que lo aborden.
—¿Cómo le explicamos a quien nos lee cómo se puede tener un sentimiento de patria constructivo e inclusivo? ¿Confundimos patria con nacionalismo?
En el libro hablo sobre la lucha constante entre los dioses verdaderos, los que dan sentido a la existencia (como Dios y patria, o la Pachamama) y los falsos (el fundamentalismo religioso y el nacionalismo). Los primeros tratan de unir, los segundos de dividir a la sociedad. Los primeros intentar desendiosar a hombres y mujeres, los segundos endiosarlos, asegurándoles que son mejores que sus vecinos “ateos”.
—En tu libro hablas de “falsos dioses”, ¿qué son y cómo detectarlos?
El dios verdadero implica la subyugación del yo a un ente trascendente e impersonal (como Dios y patria, o la Pachamama).
El falso dios, o la superstición, es lo contrario: el uso de lo trascendente para beneficio personal, para sentirnos superiores, o para imponer un dogma religioso a los demás.
—¿Qué es el síndrome hybris del que hablas en el libro?
Es un tema central de la mitología clásica.
Los dioses vuelven loco al mortal que acumula mucho poder. Le inyectan hybris, la enfermedad de la desmesura, el impulso a transgredir todos los límites.
Lo sufrió, por ejemplo, Ícaro volando hacia el sol con alas de cera
—Si tuvieras que sintetizar en una idea un axioma ético para construir una sociedad mejor, ¿cuál sería?
No creo en una sola Regla de Oro (o de Plata). Creo más bien en la ética, en el sentido griego clásico del término, como construcción de carácter, lo que requiere un ejercicio de reflexión constante, un equilibrio entre distintas virtudes. Porque seguir una sola virtud es un vicio.
Epicteto sigue muy vivo
—En el libro rescatas las enseñanzas de Epicteto, ¿sigue vigente para ayudarnos a ser mejores personas y ciudadanos?
Sí, y sobre todo, su idea de distinguir entre dos categorías de cosas en este mundo:
- la categoría A) son las cosas que están dentro de nuestro poder: nuestras opiniones, actitudes, deseos y odios; es decir, aquello que podemos controlar con nuestra mente y a lo que, sin embargo, prestamos poca atención.
- Y la categoría B) son las que están más allá de nuestro poder: como la salud, la fama o la riqueza; es decir, lo que no depende exclusivamente de nosotros, sino de la naturaleza o de la voluntad de los demás y a lo que, no obstante, dedicamos un desproporcionado interés.
—Resúmenos en una frase tus recomendaciones para ser un buen ciudadano.
Imagina que hay una persona cada noche juzgando tus acciones del día conforme a si cumplen las siete virtudes capitales: coraje, templanza, prudencia, justicia, amor, fe, y esperanza.
—Víctor, unas últimas preguntas rápidas:
- Un sueño… que se reduzca la crispación política.
- La incertidumbre…es nuestra secreta aliada.
- Estoy orgulloso de… haber contribuido un poco a recuperar algunas enseñanzas clásicas.
- Soy optimista con… el proceso de reflexión colectiva, social y espiritual, al que nos llevará la post-pandemia.
Imagen de portada por Johan Wingborg,