Viviendo del futuro: una clase de finanzas personales para estados

1 julio 2014

Nuestro artículo surge de la lectura de una entrada breve pero suculenta de Jesús Fernández-Villaverde en el blog “Nada es Gratis”, titulado “El Crecimiento Económico de España: 1975-2013”. El autor calculaba que el crecimiento acumulado del PIB per cápita de nuestro país en dicho período ha sido del 78.7%, un 1.5% en términos anuales, lo que consideraba “francamente decepcionante”, en contraste con la opinión de Miguel A. Belloso que afirmaba que la renta per cápita española había “subido como la espuma” desde 1975. Posteriormente, Fernández-Villaverde ha completado el contenido de aquella entrada con una sucinta comparativa de nuestro crecimiento en los 27 países de la OCDE, donde ocupamos un discreto puesto 19º.

figure39anos

En las citadas valoraciones también deben considerarse (y así lo menciona el autor) los problemas de la transición a la democracia y las herencias de un sistema obsoleto e intervenido, retrasado con respecto a Europa en todas las áreas. En este sentido, deberíamos estar moderadamente satisfechos con el resultado.

O quizás no tanto. Tratemos de explicar por qué.

Jerga, didáctica y populismo

A menudo, los economistas nos empeñamos en complejos debates técnicos e ideológicos que asustan al ciudadano medio y le impiden un entendimiento adecuado de la realidad económica, dejándolo a merced del populismo. Encerrados en nuestra teórica torre de cristal, lanzamos andanadas de datos y estadísticas y utilizamos poco el román paladino. Explicar los hechos de manera sencilla y comprensible es un difícil arte, mucho más si cabe cuando tratamos con conceptos económicos.  No sólo es un arte; constituye una responsabilidad irrenunciable para quienes tenemos el conocimiento y los medios necesarios para divulgarlo.

En el tema que nos ocupa (el crecimiento español durante las últimas décadas), hay una cuestión que suele obviarse por numerosos dirigentes y no pocos analistas, por razones obvias de interés político. Nos referimos a la deuda. Los lectores de Sintetia habrán podido leer infinidad de referencias con respecto a la bondad o necesidad del endeudamiento para propiciar el avance económico, sobre qué niveles de deuda son más o menos admisibles y qué condiciones debe cumplir un país para poder endeudarse. No es tal el objetivo de este artículo, sino el de descender al barro del razonamiento simple y sensato.

Una de la primeras preguntas que nos hicimos varios compañeros al contemplar el gráfico de Fernández-Villaverde es la de conocer si el crecimiento sostenido de España tiene cimientos sólidos, o si bien ha estado sustentado sobre otros pilares menos confiables. Resultó muy interesante el intercambio tuitero de ideas. De él surgió la idea de este artículo y los datos y gráficos que lo han propiciado. Desde aquí animamos a los lectores a incorporarse a dicho intercambio.

Qué es la deuda y qué no

Si en lugar de tratar con un estado, estuviéramos asesorando a un individuo sobre sus finanzas personales, el primer elemento a considerar cuando hablamos de deuda es la sensatez. Poder endeudarnos de manera rápida y relativamente sencilla (por ejemplo, con una tarjeta de crédito), nos proporciona una errónea sensación de riqueza que, en determinadas ocasiones, puede conducirnos a situaciones financieras muy comprometidas.

Lo mismo pasa con el crédito fácil. ¿Recuerdan nuestra época inmobiliaria de vino y rosas? Uno iba al banco, y bastaba tener unos ingresos medianamente claros para tener concedidos de una sola tacada el préstamo de la casa, los muebles para esa misma casa, un coche nuevo y de postre, un crucero en el Caribe. De repente, éramos ricos. A nivel nacional estábamos en la Champions: nuestro país era el que más partidos ganaba, el que más goles metía y el menos goleado. Más tarde llegaron los controles antidoping y casi descendimos de categoría.

A escala financiera global, nos hallábamos en idéntica tesitura. El crédito artificialmente barato incentivaba el endeudamiento de todos los actores en la economía. Por supuesto, con “artificialmente barato” nos referimos a que los tipos de interés pagados no reflejaban el riesgo de esas operaciones… Llegamos a una explosión del crédito y a una multiplicación análoga del riesgo. Tal coyuntura propició el endeudamiento creciente de las economías más maduras. El volumen global de crédito pasó de 57 billones de dólares en el año 2000 a 109 billones en el año 2009 (182% del PIB mundial), el equivalente a un ritmo anual del 7,5%. En ese mismo período el PIB global creció “sólo” un 5,3%. Lo que ocurrió entonces bien lo sabemos: todavía andamos lidiando con ello.

Llegados a este punto, conviene repasar conceptos fundamentales: endeudarse supone gastar hoy la producción futura, puesto que esa deuda se habrá de repagar con lo que se genere en años sucesivos. No importa si el endeudamiento se dedica a la inversión (con la expectativa de que la rentabilidad de dicha inversión pague la deuda) o al consumo. El mecanismo es idéntico. Vivir mayoritariamente del crédito supone gastar hoy lo que produciremos mañana. Marc Garrigasait lo explicaba de manera cristalina en un reciente y recomendable  artículo:

“Lo veremos en el futuro, pero endeudarte en 100 para conseguir generar 5 adicionales no tengo claro que sea nada bueno. En definitiva, endeudarte es vivir en tiempos prestados, anticipando crecimiento de futuras generaciones al momento presente”.

Pero volvamos a España. En el gráfico que encabeza este post, podemos observar el despegue del PIB per cápita nacional desde finales de los noventa y la entrada en el siglo XXI. ¿Qué ocurre si contrastamos dicha evolución con la del endeudamiento en ese mismo período?

PIB sin endeudamiento

Hagamos un sencillo ejercicio de aritmética: restemos del PIB anual por trimestre (en cada trimestre se indica el PIB generado durante el último año natural) el importe del endeudamiento total incurrido en cada uno de esos trimestres. Es un recurso poco académico, pero nos proporciona una idea muy visual de las obligaciones financieras que subyacen tras unos datos aparentemente airosos de producción. Ricos, pero con reservas. Dicho en simple: tiramos demasiado de Visa Oro.

La imagen cambia completamente. En vez de dopar el crecimiento económico con endeudamiento, viviendo del futuro, la senda de crecimiento es mucho más constante. En el periodo elegido (la recesión o crisis, desde 2007 hasta ahora) pasamos de ver un crecimiento anémico del 0,30% anual (2,01% en casi 7 años) a una evolución en perfecta consonancia con lo ocurrido desde 1975 hasta entonces, un 1,80% anual (12,12% en el mismo periodo). Al contemplar el gráfico, ¿no les parece que la evolución subyacente del PIB es independiente de los intentos de acelerarla estimulando el endeudamiento? Como mínimo, da que pensar… Les animamos a ello.

Siguiendo con este divertimento teórico, y dado que la deuda será pagada con producción futura, hemos construido la siguiente gráfica. En ella contrastamos el PIB anual por trimestre con el resultado de restar a ese PIB, ya no el endeudamiento trimestral, sino la deuda total generada desde el comienzo del periodo analizado.  A partir del cuarto trimestre de 2009, España ya no podía compensar todas sus deudas generadas con el PIB de un año. Este es, ni más ni menos, el ritmo de endeudamiento que a muchas de nuestras formaciones políticas les resulta insuficiente, puesto que reclaman que se acelere. ¿De verdad queremos eso?

Como dato relevante, significar que nuestras deudas no dejaron de crecer hasta finales del año pasado. La siguiente gráfica es equivalente a la anterior. Tomemos como punto de partida el año 2007 y comprobemos cómo han ido evolucionando PIB y endeudamiento desde entonces (nivel de referencia PIB I 2007 = 100%).  Impresiona ¿no?  Pues no lo suficiente, ya que, insistimos, hay economistas y políticos que todavía defienden que España no tiene un problema de deuda, que estas dificultades pueden solventarse con… “crecimiento”, y que para propiciar ese crecimiento es necesario que ¡nos endeudemos más! Otros argumentan alegremente que dicha deuda es “ilegítima” u “odiosa”, y que resulta lícito no pagarla. En fin, una fiesta.

Back to basics

Regresando al mundo de las finanzas personales, parece evidente que, hasta el momento, nuestro país (entre otros muchos) no ha cumplido como debería las cinco reglas básicas del endeudamiento en una economía familiar, las cuales son perfectamente aplicables a cualquier estado. Quizás a nosotros, sesudos economistas de la torre de cristal, nos resulten demasiado obvias y sencillas, pero la experiencia económica de estas últimas décadas nos confirma precisamente lo contrario. Dichas reglas nos aconsejan que:

  1. Mantengamos un nivel de deuda que económicamente podamos asumir.
  2. No nos endeudemos para pagar nuestras deudas.
  3. No incrementemos los límites crediticios que nos hayamos fijado, para así podernos endeudar más.
  4. Controlemos y, en su caso, reduzcamos nuestros gastos.
  5. No ignoremos nuestros problemas, los camuflemos con excusas o culpabilicemos a otros de ellos.

Da cierto rubor mencionar tales recomendaciones en un foro especializado como este, pero demasiadas personas parecen haber olvidado que todo préstamo supone un dinero que luego hay que devolver con intereses. Los errores que al respecto evitemos hoy tendrán sin duda un impacto positivo en nuestro futuro o, mejor dicho, en el futuro de las generaciones venideras, verdaderos paganos de nuestros despropósitos.

Nieto en ABC

Epílogo: a cada uno, lo suyo

Una última reflexión. ¿Quiénes creen ustedes que se han endeudado en este periodo (2007-2013)?

¿El siempre malvado sistema financiero, depredador de recursos y miembro de las “élites extractivas”? ¿Los ciudadanos, que tiran desaforadamente de tarjeta y de préstamos, y que son unos imprudentes a los que no se puede dejar solos?

Endeudamiento neto de

Resulta que no.

Las economías familiares y (¿sorprendentemente?) el sistema financiero han reducido su endeudamiento neto en dicho período mientras que las empresas y las administraciones se han dedicado al deporte patrio de la patada a seguir… tratando de vivir, o de sobrevivir, manteniendo viejas estructuras a costa del futuro.

Con tal coyuntura y visto lo visto, “incentivar el endeudamiento” y, a su vez, “penalizar el ahorro” (como  apunta la reciente reforma fiscal), además de muy poco útil y caro, se nos antoja contraproducente.

Pero ya saben: el tiempo dirá y dará o quitará razón.  Entretanto, como diría Alatriste, no queda sino batirnos.

Artículo escrito por

Sebastián Puig

Analista del Ministerio de Defensa

Enviar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Raúl Carrión Estudio, S.L. es la Responsable del Tratamiento de tus datos, con la finalidad de moderar y publicar tu comentario con tu nombre (en ningún caso se publicará tu correo electrónico).
Tienes derecho de acceso, rectificación, supresión, limitación, oposición al tratamiento y portabilidad. Puedes ejercitar tus derechos en [email protected].